¡Feliz y verde 2020!

Razones para despedir el año en Madeira

Anclada en pleno Atlántico y alineada con las Canarias, Cabo Verde y las Azores, Madeira es un destino fuera de serie para dar la bienvenida a 2020.

Naturaleza, gastronomía, cultura y fiesta. Cuatro motivos de lo más inspiradores para animar a todo tipo de viajeros, sean singles, parejas, familias o grupos de amigos a visitar esta isla portuguesa de temperaturas cálidas, costas acantiladas, interior volcánico y un bosque de laurisilva declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. 

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iStock-503227086. Una soleada capital

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Una soleada capital

En Funchal, la capital de Madeira siempre suele lucir el sol. Orientada hacia el sur, creció alrededor de su puerto, al pie de un anfiteatro de colinas con las laderas ahora cubiertas de plataneras. Es fácil orientarse en ella. La ciudad se estira a lo largo de la costa, delimitada en los extremos por una cinta de acantilados mientras que al norte las casas se encaraman montaña arriba por calles en cuesta que ponen a prueba el embrague de los coches. El núcleo histórico de Santa María, el barrio de la Catedral (la Sé) y la zona hotelera se suceden uno tras otro siguiendo la línea del mar.

 

Perderse por las plazas y calles del centro puede ocupar una mañana o un día entero. El punto de partida podría ser el Jardín de San Francisco, donde crecen árboles tropicales procedentes de las colonias portuguesas en África, Asia y América, como el pino de damara, la altísima ceiba, el aromático franchipán o la curiosa kigelia africana, cuyo fruto alargado le ha dado el nombre popular de árbol saucisson.

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Foto: Blandy's

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Sabores y aromas


El antiguo convento franciscano del siglo XVII acoge desde 1840 las bodegas Blandy’s, pioneras en la elaboración del vino de Madeira y principal exportador de uno de los productos más emblemáticos de la isla. Después de degustar las 4 variedades (seco, semiseco, dulce y semidulce), se sigue por la avenida Arriaga hasta La Sé, un templo de finales del gótico, de exterior austero y repleto de detalles barrocos en el interior. 


En el barrio de la Sé se encuentran algunos de los comercios y cafés tradicionales y nuevos más originales de Funchal. Uau Cacau tiene una vitrina con chocolates de mil formas y gustos, elaborados con frutas de la isla, Made in Madeira propone maridajes auténticamente isleños combinando vino y platillos 100% made in ídem. La Fábrica San António tienta desde 1893 con sus bolachas (galletas) de funcho (hinojo), menta y una decena de sabores a todo aquel que entra en su tienda de la Travessera do Forno. 


La parte más antigua de Funchal es perfecta para iniciarse en el aguardiente maderiense: la poncha. 50º de ron, miel de caña de azúcar y zumo de limón en su versión más potente, la que sirven en A Mercadora (Rua do Hospital Velho, 13). O bien, más cargado de maracuyá o naranja si se quiere aguantar toda la noche. Otra opción consiste en tomar un Brisa, un refresco elaborado con fruta de la pasión, junto al Mercado dos Lavradores, después de dar una vuelta entre sus paradas de pescado atlántico y sus puestos colmados de frutas tropicales, coloridas y jugosas.


En la calle Santa Maria, famosa por sus puertas decoradas con murales pintados por artistas de diversos países, hay numerosos restaurantes de cocina tradicional con las mesas plantadas a pie de calle. Y ya cerca del paseo marítimo, el Chocolate e Menta, un rincón poco conocido y discreto para tomar un té y probar las tartas caseras de la propietaria.

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Foto: Visit Madeira

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Navidades en barca

Las temperaturas son cálidas, no hay nieve y los Reyes Magos y Papá Noel llegan en barca, pero el ambiente festivo de la Navidad impregna toda la ciudad. Las calles, los comercios, los restaurantes y los hoteles se decoran con guirnaldas de luces, abetos navideños y belenes (lapinhas). La avenida Infante, bordeada de jacarandas que en primavera se cubren de flores violetas, se transforma en un animado mercadillo navideño.

Además de objetos de regalo y adornos, aquí es posible probar el tradicional bizcocho de miel, el postre o merienda imprescindible durante estos días, un dulce pastel que elaboran las mujeres de cada familia el 8 de diciembre.

Otra tradición típica de la isla son las Missas do Parto, nueve misas, una por cada mes de embarazo de la Virgen. Comienzan el 16 de diciembre y terminan en Nochebuena. Merece la pena asistir a alguna de ellas para disfrutar de los cánticos y vivir el ambiente familiar y festivo, con aperitivos y bebidas isleñas como la poncha, el aguardiente madeirense.

La cita más esperada es la Nochevieja y los fuegos artificiales que iluminan la bahía de Funchal. Las campanadas de medianoche del 31 de diciembre dan paso a una explosión de luces en el cielo nocturno que, en 2006, se incluyó en el Libro Guinness de los Récords. El mejor lugar para contemplarlos es, por supuesto, desde lo más alto. Por ejemplo, desde el bar musical y restaurante con terraza de la planta 17 del Savoy Palace, una de las últimas novedades hoteleras de la ciudad junto al hotel Les Suites, otra exquisitez asomada al océano.

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Foto: Visit Madeira

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Caminar sobre las nubes

El pico Areeiro (1818 m) y el pico Ruivo (1862 m), las dos cumbres más altas de Madeira, están unidos por uno de los senderos con mejores vistas de la isla. Y también de los más aéreos, aunque no presenta dificultad ni riesgo alguno, solo requiere una mínima forma física para subir y bajar los más de 2000 escalones del camino.

 

La ruta dura unas 2h30 y empieza en el mirador del Areeiro, situado prácticamente a pie de carretera. Desde ese punto ya se consiguen las primeras vistas de vértigo, con las montañas de arena roja y basalto hacia las que se dirige el camino y el mar a lo lejos. El pico Ruivo, la cúspide de la isla, se distingue al norte. El sendero está bien marcado, protegido con baranda de madera y empedrado o con escalones que en algunos tramos son metálicos. Se atraviesan 4 túneles de poca longitud –requieren linterna o la luz del móvil– que fueron excavados a pico y pala a mediados del siglo XX, cuando este camino era usado por los pastores que cruzaban de norte a sur la isla. El refugio del Pico Ruivo ofrece un respiro antes de encarar la subida final.

 

Es una excursión fácil, pero ir en compañía de un guía de montaña ayuda a descubrir el particular paisaje volcánico que atraviesa, con rocas de basalto que parecen contrafuertes de una vieja muralla y enebros que superan los 3 metros de altura.

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Foto: Visit Madeira

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Siguiendo las 'levadas'

El secreto del verdor y la abundancia de agua de Maderia reside en el bosque de laurisilva y no en las escasas lluvias que caen en la isla. Sus árboles retienen la humedad que traen los vientos alisios del norte y la tierra la absorbe o transforma en cauces que se abren camino hasta el oceáno a través de valles, bajo el suelo o bien encauzada por acequias que la transportan hasta las poblaciones. Hoy en día las acequias o levadas tienen una doble función: además de transportar agua, se han convertido en una magnífica red de senderos sin dificultad ni apenas desnivel, que siguen la ladera de los montes, rodeados de bosque, a la sombra. Hay cientos de kilómetros de levadas acondicionadas como caminos. La Levada das 25 Fontes, en el norte (municipio de Santana), la de Os Cedros (en Seixal) y la de la Caldera Verde, en el sudoeste (municipio de Calheta), son las más célebres: la primera discurre a través de un bosque de laurisilva y finaliza frente a una casca; la segunda, recorre el corazón volcánico de la isla y permite ver la cumbre más alta de la isla, el pico Ruivo (1862 m). También merece la pena caminar por la Levada do Rei (Santana), con vistas sensacionales de la costa y un tramo que se adentra por el bosque.

iStock-1158551169. La salvaje costa Norte

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La salvaje costa Norte

Acantilados cubiertos de vegetación con cascadas y arroyos que caen al mar, islotes que emergen entre las olas y pueblecitos con puertos de pescadores. La costa norte es la franja de litoral más verde y agreste de Madeira, la que frena los vientos alisios que descargan su humedad en los bosques de la isla. Se puede recorrer en dos tramos: desde Santana o desde Sao Vicente hacia Porto Moniz.

El municipio de Santana es uno de los pocos lugares de la isla donde aún pueden verse palheiros, casitas triangulares con techo de paja que antiguamente alojaban a familias enteras y ahora son tiendas que venden productos de la isla. En las afueras, el mirador de Rocha do Navio se asoma a un acantilado donde, aunque parezca imposible por la pendiente, hay parcelas de cultivos; un teleférico desciende hasta casi tocar la playa.

El tramo de costa norte que va de Sao Vicente hacia el oeste asegura más vistas de vértigo y sorpresas, como las grutas del Centro de Vulcanismo, la cascada del Velo de la Novia y las piscinas de agua marina de Porto Moniz (en la imagen).

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Foto: Visit Madeira

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De mirador en mirador

Tres miradores se ganan el corazón del viajero por sus vistas: 

  1. La plataforma de cristal del mirador del cabo Girao, a 580 m., sobrevuela el acantilado más alto de la isla. Hacia una lado y hacia otro parece que el mar no ha dejado un centímetro de tierra libre, pero no es así: los madeirenses han cultivado hasta el último rincón. Por ejemplo en la cercana Faja dos Padres, con viñedos y plataneras en una estrecha franja de tierra a la que solo se accede en teleférico.
  2. El barrio de Monte se encuentra a 550 m de altitud, sobre la ciudad Funchal. Para disfrutar al máximo de su visita, conviene subir en teleférico y atreverse a bajar dentro de un cesto de paja guiado por carreriros (un antiguo oficio que se pasa de padres a hijos), a través de calles empinadas y curvas cerradas. Antes de dejarse llevar los 2 km cuesta abajo, se puede dar un paseo por algunos de los jardines que ocupan esta colina: el Jardín Botánico, el tropical del Monte Palace y la Quinta Jardins do Imperador.
  3. El teleférico de Achadas da Cruz es el único acceso a una franja de tierra cultivada entre la playa y este acantilado próximo a Porto Moniz. La vista desde el mirador permite observar el punto donde se separan la costa norte de la sur.
29204649412 78c7881709 k. La isla de las playas

Foto: Visit Madeira

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La isla de las playas

La segunda isla habitada del archipiélago es célebre por su playa de arena dorada de 9 km, un destino de fin de semana para los habitantes de Funchal. Porto Santo cuenta con otros enclaves atractivos: las piscinas naturales de la playa de Calheta, las columnas basálticas del Pico de Ana Ferreira o los senderos que ascienden a los picos de la isla, el más alto de los cuales es el Pico de Facho, de 517 m. La ciudad de Vila Baleira conserva la la Casa Museo Cristóbal Colón, donde residió el famoso navegante.