Un recorrido por Islandia

La isla de hielo, fuego y agua invita a adentrarse en un mundo donde la naturaleza es la protagonista

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JINNY MONTPETIT

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La Cascada Dorada

En Gullfoss, el río Hvítá («blanco») se precipita en una grieta de 32 metros de profundidad. Por su cercanía al Parque Nacional de Thingvellir y a la zona de los géiseres, Gullfoss constituye una de las excursiones más clásicas desde Reikiavik.

 

ACI

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El géiser de Strokkur

Sus chorros de agua hirviendo se elevan entre 15 y 20 metros y tardan entre 4 y 8 minutos en repetirse. El enclave se halla a 100 km de Reikiavik.

ROBIN DROULEZ

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Vatnajökull

El mayor glaciar de Europa es tan grande como la Comunidad de Madrid y tiene 400 metros de espesor medio.

KRIS WILLIAMS

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Costa de VÍk

Los agujas de basalto de Reynisdrangar –vistas desde el acantilado de Dyrhólaey– resisten el embate del mar.

DAVID GRAF

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Vida y paisaje

De arriba abajo, casas tradicionales con techo de turba en el museo de Pjodveldisbaer; colonia de frailecillos cerca de Vík; y el puerto de Húsavík, del que parten las embarcaciones para avistar ballenas.

MARIO BAUMGARTNER

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Lago Myvatn

Por su buen clima y su escasa profundidad es el hogar de 70 especies de aves.

MAURIZIO RELLINI / FOTOTECA 9 X 12

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Laguna Azul

Las aguas de Bláa Lónid se extraen a gran profundidad para proporcionar energía y calefacción a Grindavik y Reikiavik. Enfriadas después a 40 °C, alimentan este famoso balneario al aire libre. El color turquesa lo proporcionan unas microalgas. Son muy útiles en la psoriasis.

Mapa: BLAUSET

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El mejor viaje

1 Reikiavik. La tranquila capital acoge a la mitad de los habitantes del país.
2 Geysir. Los géiseres del valle de Haukadalur han alcanzado fama mundial.
3 Skakftafell. Este enclave ofrece el principal acceso para caminar en torno al gran glaciar Vatnajökull.
4 Myvatn. Un bello lago junto a la activa caldera volcánica del Krafla.

Gullfoss

La Ring Road o Ruta 1 de Islandia (Hringvegur), la carretera que circunvala la isla a lo largo de mil trescientos kilómetros, puede recorrerse fácilmente en unos diez días, durante los cuales se podrá admirar la belleza de un país ubicado entre Europa y América y que, gracias a su aislamiento, mantiene su carácter natural y salvaje. Partiendo desde Reikiavik, la pulcra y pequeña capital de Islandia en la península de Reykjanes, suele rodearse la isla en el sentido inverso al de las agujas del reloj, puesto que una de las principales atracciones de la ruta, el Parque Nacional de Thing­vellir, se halla cincuenta kilómetros hacia el este. Aquí es donde la parte más elevada de la gran cordillera submarina que separa América y Europa aflora de las aguas. En esa grieta, que se ensancha unos 2,5 cm al año, se empezaron a celebrar en el año 930 las reu­niones del Althingi, el primer parlamento del mundo y el órgano legislativo y judicial de Islandia hasta el siglo XIII. El lugar, surcado por un río, no solo tiene importancia histórica, sino que con sus vistas sobre los volcanes nevados y el lago Thingvallavatn es uno de los más bellos paisajes de Islandia.

A pocos kilómetros se encuentra el valle de Geysir, del cual proviene la palabra géiser, que definió este tipo de fuente termal explosiva. Aunque sigue activo, el Gran Geysir no es tan regular como antaño, cuando lanzaba el agua hirviendo a 80 metros de altura, en parte debido al jabón que se le arrojaba para facilitar su erupción ante los turistas. Pero cada pocos minutos el cercano Strokkur, otro de los ocho géiseres del enclave, eleva el agua hirviendo hasta 20 metros.

Siguiendo la carretera, en diez minutos se llega a la espectacular cascada de Gullfoss. El agua fundida de los glaciares y la lluvia, frecuente en el sur de la isla, convierten a Islandia en una tierra donde el agua mana en abundancia. Entre las múltiples cascadas que los ríos crean al saltar entre la lava, la de Gullfoss (Cascada Dorada) es una de las más impresionantes. Siguiendo la Ruta 1 hacia el este, en hora y media se llega a la bonita cascada de Skógafoss, una amplia cortina de agua de 60 metros de caída.

Poco antes de llegar a la ciudad de Vík y Mýrdal merece la pena visitar la pequeña península de Dyrhólaey, en el sur de la isla. En los acantilados junto al mar habita una colonia de frailecillos, una de las especies de aves marinas más llamativas de Islandia. Desde lo alto de Dyrhólaey se aprecian los tres farallones de Reynisdrangar, alineados junto a la costa y visibles también desde la playa de arena negra de Vík. Los habitantes del lugar los asocian a una leyenda antigua: un par de trolls intentaron hacer naufragar a un barco de tres palos, pero el sol naciente les sorprendió en la fechoría y los convirtió en roca, tanto a ellos como al barco.

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El siguiente punto de interés es el glaciar Vatnajökull, el mayor de Europa, visible desde la carretera. Puede conocerse a través de los senderos que bordean algunas de sus lenguas –el Parque Nacional Skaftafell es el punto de partida clásico–, o bien con motos de nieve que permiten adentrarse en su blanca inmensidad. En Jökulsarlón, otro punto ineludible del recorrido, una de las lenguas termina en un lago, donde el hielo se cuartea en icebergs azulados que flotan mientras se derriten. Los mayores son arrastrados por la corriente hasta el mar.

En el territorio de los Fiordos del Este hallamos una de las caras más agrestes de Islandia, con sus entradas de mar cortadas entre montañas de afiladas crestas. La carretera abandona por momentos el asfalto para convertirse en una pista de grava. Tras atravesar los desérticos campos de lava del norte, la Ring Road llega al lago Mývatn, una extensión poco profunda de agua con interés mundial para los ornitólogos, ya que reúne en su Reserva Natural más de setenta especies de aves autóctonas o venidas cada año de América o Europa. Myvatn posee además un área geotermal especialmente activa y la aldea de Reykjahlid es un punto de partida para las excursiones hacia la gran caldera volcánica del Askja. Cuarenta minutos al norte de Reykjahlid se encuentra la ciudad costera de Húsavík, desde cuyo pequeño puerto parten cada día varios barcos para avistar cetáceos en la bahía. Hasta doce especies de ballena frecuentan las aguas del norte de la isla, e intentar verlas de cerca es la excusa ideal para embarcarse.

Hasta doce especies de ballena frecuentan las aguas del norte de la isla

Cerca de Húsavík el río Skjálfandafljót se precipita por una inmensa pared en forma de herradura creando las bonitas cascadas de Godafoss. La historia dice que Thorgeir Thorkelsson, quien en torno al año 1000 introdujo el cristianismo en Islandia, arrojó a estas aguas las efigies de los dioses vikingos, por lo que desde entonces se la conoce como la Cascada de los Dioses. En días soleados es común ver el arcoíris en ella. El episodio se detalla en una de las sagas islandesas, los manuscritos de los siglos XIII y XIV que narran la vida de los primeros pobladores de Islandia en los siglos X y XI. Algunos de sus personajes tienen descendientes que viven aún en las mismas regiones, y muchas de las granjas que ofrecen alojamiento se mencionan en estas crónicas familiares. Una de las más históricas, ahora un museo, es Eiríksstadir, la cuna de Erik el Rojo, cerca de Haukadalsvatn, en el oeste del país. Aquí vivió el promotor de la colonización de Groenlandia y nació su hijo Leif Eriksson, descubridor de América, tal como confirmaron los vestigios vikingos de L’Anse aux Meadows (Terranova).

En la vecina península de Snæfellsnes otra historia, esta vez ficticia, es la protagonista. Cuando Julio Verne escribió Viaje al Centro de la Tierra situó la entrada al interior del planeta a través del volcán Snæfellsjökull. El cráter está totalmente cubierto por un glaciar, pero eso no impide que se organicen excursiones hacia su cima emulando la expedición del profesor Otto Lidenbrock y sus dos compañeros. Otra posibilidad para admirar el paisaje es cabalgar por las anchas playas de arena negra de la península, dominadas por el perfil cónico de la montaña.

La carretera termina en la capital, Reikiavik. Moderna y apacible, y con un aire casi tan puro como el que se respira en el resto de la isla, es el contrapunto ideal a las experiencias vividas durante el recorrido. Después de unos días de lava, mar, glaciares, ballenas, icebergs y trayectos por carreteras solitarias, apetecerá descansar. Una forma óptima de hacerlo es aprovechando la energía natural del interior de la Tierra en la Laguna Azul, cercana al aeropuerto, con sus aguas termales de un color turquesa y un lodo rico en minerales. Relajándose en esas cálidas aguas, no importará si llueve o brilla el sol. Y si no, como reza un dicho islandés, al cabo de cinco minutos, el tiempo ya cambiará…

MÁS INFORMACIÓN

Documentos: pasaporte o DNI.
Idiomas: islandés.
Moneda: corona islandesa (króna)
Horario: dos horas menos en verano y una menos en invierno.
Salud: no hay vacunas obligatorias.

Cómo llegar y moverse: Vuelos directos conectan Reikiavik con media docena de ciudades españolas. Smyril Line navega entre Dinamarca y Seydisfjordur (Islandia). Si no se hace escala en las islas Feroe, el trayecto dura 47 horas. Los autobuses llevan a casi todos los lugares. Existen diversos pases y abonos, uno de ellos permite dar la vuelta completa a la isla con paradas discrecionales. Algunos autocares son todoterreno y vadean ríos. La Ruta 1 (Ring Road) está asfaltada y no precisa un vehículo especial. En las carreteras del interior se precisa un vehículo 4x4.