Las Seychelles son mucho más que un destino de playa para recién casados. Las 115 islas de este archipiélago del Índico seducen con sus selvas de tupida vegetación y cascadas, fauna endémica, arenales blancos con bloques graníticos que parecen dispuestos por gigantes, y un fondo submarino rico en corales. Por extraño que parezca, este lugar paradisiaco estuvo deshabitado hasta bien entrado el siglo XVIII. Fueron los franceses asentados en la vecina Mauricio quienes decidieron explorarlas, reclamarlas para su país y bautizarlas con el nombre del ministro de finanzas de Luis XV, Jean Moreau de Séchelles. Empezaba así un periodo en el que las islas serían utilizadas como huerto para abastecer a París de especias, caña de azúcar y mandioca. En 1814 llegaron los británicos, bajo cuyo mando se abolió la esclavitud. Y en 1976 nació la República de Seychelles, un estado independiente que conserva como idiomas oficiales el francés y el inglés, además del criollo.
Mahé es la isla más poblada y Victoria, su centro administrativo y comercial, está entre las capitales más pequeñas del mundo. Para tomar el pulso al día a día hay que acercarse al mercado de Sir Selwyn Selwyn-Clarke, donde se hace evidente que la pesca y el turismo son los motores económicos del país. En la planta baja las amas de casa, ataviadas con sombreros de paja, negocian el precio de las capturas que todavía colean sobre los mostradores. En el piso de arriba se venden pareos, objetos realizados con hojas de palma y especias empaquetadas. No hay que andar mucho para llegar a la catedral de la Inmaculada Concepción, de 1851, uno de los primeros lugares de culto católico que se construyó en las islas. A pesar del escueto tamaño de Victoria, cuya población apenas alcanza los 25.000 vecinos, la ciudad también cuenta con una iglesia anglicana, una mezquita y un templo hindú.
Fuera de la capital, el asfalto es una anécdota en una isla que está, literalmente, engullida por el bosque. Al sur, Beau Vallon, a la sombra de las palmeras, es una de las playas más populares de Mahé. Se cree que aquí enterró su tesoro el pirata La Buse, quien antes de morir dibujó un criptograma que muchos han identificado con este lugar. En el inventario del botín se contaba el cargamento completo del buque portugués Nuestra Señora del Cabo, que incluía joyas, lingotes y relicarios pertenecientes a la catedral de Goa (India). Hasta la fecha nadie lo ha encontrado.
El Jardin du Roi es también el hogar de varios animales endémicos, entre ellos las colosales tortugas de Aldabra y los murciélagos de Seychelles
En el norte de la isla se extiende el Jardin du Roi, un enclave que aún mantiene la tradición francesa del cultivo de especias y plantas medicinales. En la propiedad crecen la canela, el clavo y la nuez moscada, además de bosques de bambú y una amplia diversidad floral. El Jardin du Roi es también el hogar de varios animales endémicos, entre ellos las colosales tortugas de Aldabra y los murciélagos de Seychelles, más conocidos como «zorros voladores» por su gran tamaño.
La riqueza y el colorido del Jardin du Roi equivalen a un aperitivo si lo comparamos con la singularidad botánica del Valle de Mai, en la vecina isla de Praslin. Es uno de los dos únicos lugares del planeta en los que se puede contemplar el coco de mar en su hábitat originario; el otro está en la vecina isla de Curieuse. Los sensuales frutos de esta palmera excitaron la imaginación de los marineros que arribaron a las islas en el siglo XVII, quienes al verlos flotar en las playas creyeron que procedían de bosques que crecían bajo el mar. Solo los árboles hembra de la Lodoicea maldivica producen estos cocos, semillas superlativas que pueden llegar a pesar hasta 30 kilos. Su recolección está controlada por la Seychelles Island Foundation, la única entidad que sella los certificados de autenticidad y los permisos de exportación.
El Valle de Mai es hogar de otras seis palmeras endémicas del archipiélago, colosos cuyos troncos se elevan como si fueran los pilares de una catedral gótica. Semejante excelencia vegetal lo llevó a ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, reconocimiento que ostenta otro lugar en Seychelles, el atolón de Aldabra. El tapiz verde que cubre Praslin –12 kilómetros de largo por 5 de ancho– compite en belleza con los arenales blancos y salpicados de formaciones graníticas que ribetean el litoral. Aquí se concentran algunas de las playas más célebres del mundo: Anse Lazio, Anse Boudin, Anse Volbert, Anse Consolation y Anse Marie-Louise, entre otras.
El tapiz verde que cubre Praslin compite en belleza con los arenales blancos y salpicados de formaciones graníticas que ribetean el litoral
Desde la arena de estas playas, la superficie del mar deslumbra con una gama cromática que se amplifica bajo el agua, pues éste es el hogar de más de 900 especies de peces, 100 tipos de moluscos y hasta 50 variedades de coral, además de delfines y tortugas marinas. Un transbordador nos traslada en 30 minutos de Praslin a la isla de La Digue. En sus escasos 10 kilómetros cuadrados alberga atractivos muy distintos. Para empezar, una de las playas más impresionantes del mundo: Anse Source d’Argent, con arenas de un blanco radiante, singulares formaciones graníticas y aguas color turquesa, abrazadas por un bosque tropical en el que habita el monarca colilargo de las Seychelles, un ave del que solo quedan 300 ejemplares. Como curiosidad de los tiempos en los que la isla vivía de la recolección de vainilla y copra (pulpa de la que se extrae el aceite de coco) se conserva la Union Estate, una finca cocotera transformada en museo. La Digue presume de otra peculiaridad: los vehículos a motor se cuentan casi con los dedos de una mano. Sus 2.500 habitantes se desplazan en bicicleta o en carros de bueyes, elementos que añaden más autenticidad, si cabe, a un rincón del mapa que hasta hace poco existía al margen del turismo.
MÁS INFORMACIÓN
Documentos: pasaporte.
Idiomas: criollo, inglés y francés.
Moneda: rupia de Seychelles.
Horario: 2 horas más.
Cómo llegar y moverse: Existen vuelos entre España y Mahé con solo una escala en Qatar o en Dubai. Mahé y Praslin están unidas varias veces al día por vuelos de solo 15 minutos. Otra opción para viajar entre islas es el transbordador. El autobús (en Mahé y Praslin), el coche de alquiler y la bicicleta permiten recorrer el interior de las islas.
Turismo de Seychelles