Bienvenidos al paraíso

República Dominicana más allá de Punta Cana

Pura esencia caribeña, a este país hay que llegar con la risa predispuesta y con ganas de conjugar verbos que, como el reír, ayudan a disfrutar de la vida.

Los dominicanos creen, porque lo han observado, que hay algo especial en su tierra que revitaliza al extranjero en cuanto llega y lo devuelve a casa como nuevo. Más vivo. Ellos sospechan que el sol y el mar se alían para producir este efecto que culmina a menudo en una especie de sinestesia que conecta cuerpo, mente y alma. A partir de ahí, todo es dejarse llevar por un paisaje y una gente que invitan a disfrutar plenamente.

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República Dominicana. ...

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Riqueza natural y cultural

República Dominicana abarca aproximadamente el 70% de La Española, la segunda isla más grande del Caribe. Anclada entre Cuba, Jamaica y Puerto Rico y con una superficie algo inferior a Irlanda, la isla contiene dos estados, la República Dominicana y Haití, dos mundos aparte. La principal puerta de entrada al país es el aeropuerto internacional de Punta Cana. Sus playas blancas y cristalinas han convertido la costa oriental en el mayor reclamo para el turismo.

Más allá de los complejos hoteleros, Punta Cana ofrece la oportunidad de entrar en contacto con la naturaleza caribeña: desde baños entre tiburones gata y mantarrayas hasta excursiones en kayak por el río Chavón y snorkel en Isla Catalina. Pero quienes buscan un recorrido alternativo, lejos del turismo masivo, suelen aterrizar en el aeropuerto de Las Américas, en Santo Domingo, la capital. Su barrio conocido como Zona Colonial lleva años apostando por la riqueza cultural, histórica y gastronómica. El gran secreto de este barrio de casas bajas es que ha sido el escenario de muchas películas supuestamente ambientadas en La Habana, como El Padrino II (Francis Ford Coppola, 1974).

Santo Domingo

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Parada en Santo Domingo

Santo Domingo es el lugar propicio para adentrarse en la alegría dominicana. A ello se suma una filosofía de vida en la que las cosas ocurren despacio, ajenas al reloj y al calendario. Es importante visitarla sin prisas, a menos que se quiera escuchar «me estás estresando», esa coletilla tan dominicana que ya solo por el tono revela todo lo contrario al estrés. 

Los naufragios han marcado la historia del país desde la colonización de la isla en el siglo XVI. Por eso, en este céntrico barrio acaba de abrir el Museo de las Atarazanas Reales, que expone la historia y los restos de los naufragios más famosos. El museo se ubica junto al río Ozama, poco antes de su desembocadura después de recorrer 148 km desde las sierras del interior. En este punto de la capital se estableció el primer asentamiento estable español poco después del desembarco de Colón en el norte de la isla, en diciembre de 1492. Santo Domingo fue, pues, el primer lugar donde la cultura taína entraría en contacto con la española y con la de los esclavos africanos. 

Parque Natural de los Tres Ojos

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El mundo subterráneo de Los Tres Ojos

Si se quiere disfrutar de la naturaleza, República Dominicana lo pone fácil. Dentro mismo de la capital se halla el Parque Nacional de Los Tres Ojos. Allí, un lago de agua dulce se ramifica en cuatro lagunas: tres ocupan el interior de una cueva y una se halla en el exterior. La naturaleza posee tal relevancia en la vida de los isleños que los dominicanos han buscado en sus bosques selváticos los símbolos del país: la pereskia o rosa de Bayahibe es la flor nacional; la caoba, el árbol nacional; y la pequeña cigua palmera, el ave nacional.

Península de Samaná

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Samaná, éxito de turismo sostenible

Por la autopista del Nordeste y después por la de Nagua-Samaná, se llega a la bahía de Samaná, uno de los lugares más icónicos de la naturaleza dominicana gracias a la desembocadura del río Yuna, que congrega una rica biodiversidad. La península de Samaná, donde se ubica la ciudad homónima, en el nordeste del país, lleva años apostando por el turismo sostenible e intentando competir con ese coloso que lidera Punta Cana.  

Junto a la bahía de Samaná se extiende el Parque Nacional Los Haitises, un conjunto de mogotes coronados por bosque tropical que emergen del mar a poca distancia de una costa bordeada de manglares. La reserva abarca una superficie de 1600 km² y debe su nombre a los taínos, que denominaban a la zona haitises o «tierra montañosa». La erosión subterránea del agua en estas peñas solitarias –algunas de hasta 40 m de altura– fue excavando cavidades extraordinarias, algunas de las cuales albergan pinturas rupestres que prueban la existencia de una cultura precolombina ya desaparecida.

 

Parque Natural de los Haitises

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Los Haitises, parque jurásico del Caribe

Escondida en el mayor conjunto manglar caribeño se encuentra la Cueva de la Línea o del Ferrocarril, una de las muchas de la zona que albergan petroglifos y pinturas rupestres. Las rutas en barca hasta las cuevas suelen durar unas dos horas y en ocasiones es necesario adentrarse en kayak. Navegando entre los manglares apenas se oyen ruidos, tan solo el chapoteo de los remos y los gritos de aves camufladas entre la vegetación, como el pelícano, la tijereta, la cotorra o el gavilán de la Hispaniola. Envueltos por este exuberante paisaje acuático, son los mangles los que parecen deslizarse y no los kayaks. 

El efecto óptico es también impactante si nos asomamos por la borda. Las oscuras aguas semejan un abismo abarrotado de ramas enredadas que, si se miran durante unos segundos, parece que podrían tragarse todo este mundo verde. La noche se convierte en el momento más especial de Los Haitises. En algunos puntos de escasa profundidad, entre las peñas kársticas y los manglares, se produce el fenómeno de la bioluminiscencia. Nadar bajo la luna es una experiencia fabulosa. El agua se cubre de puntos luminosos que producen la sensación de flotar en un mar sembrado de estrellas. Con la quietud, el agua se ve negra; en movimiento, empieza a brillar. Se trata de una reacción química que provoca que minúsculos organismos acuáticos iluminen el agua como por arte de magia.

 

República Dominicana. Alojamientos...

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Alojarse en pleno bosque tropical

Siguiendo la línea de costa en dirección noroeste, en menos de cuatro horas se alcanza Puerto Plata, otro de los enclaves turísticos más conocidos del país. Sus largas playas punteadas de hoteles se encuentran a poca distancia de un bosque tropical que esconde rincones sensacionales. Por ejemplo, la Loma Isabel de Torres, un promontorio de unos 800 m que corona el parque nacional homónimo. Un teleférico alcanza la cumbre y permite visitar su jardín botánico. Sin dejar la provincia, un poco más hacia el sur, el Parque 27 Charcos de Damajagua sorprende con sus cascadas de agua dulce y el rosario de piscinas naturales que forman.

República Dominicana. Rutas escénicas

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Rutas escénicas

El sudoeste de República Dominicana alberga florestas aún más espléndidas. Para alcanzar la zona lo mejor es cruzar la provincia de Barahona, pasando primero por Santo Domingo para enlazar después con la carretera de la costa y seguir en dirección a Bahoruco. 

Esta vía litoral constituye en sí misma un espectáculo. Los paisajes se van sucediendo uno tras otro sin apenas transición hasta culminar en una de las panorámicas más espectaculares de la isla: a un lado de la carretera se extiende el mar Caribe y, al otro, una frondosa e impenetrable selva. El azul y el verde compiten por la atención del viajero, que varias veces cederá a la tentación de parar solamente para deleitarse con el regalo que ofrece la naturaleza en el sur dominicano. Por eso, la distancia no suele corresponderse con las menos de tres horas desde Santo Domingo que calcula el geolocalizador.

Larimar

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Larimar, la piedra preciosa dominicana

Esta es la tierra del larimar, la piedra preciosa que los dominicanos han añadido a sus símbolos nacionales. Esta pectolita azul (silicato de calcio y sodio) solo puede extraerse de la corteza terrestre en esta zona, concretamente en la mina de Los Chupaderos, a 10 km de la ciudad de Barahona. La extracción, tallado y comercio de esta piedra se ha convertido en la fuente de sustento de alrededor de 500 personas. Los artesanos de Barahona la lijan y luego la incrustan en plata para embellecer joyas y objetos que después se distribuyen por todo el país como souvenir dominicano por excelencia. 

El mar está tan presente en la República Dominicana que se cuela no solo en la vida de sus habitantes, sino también en las piedras. De ahí el nombre de larimar. El párroco de Barahona reparó en este mineral a inicios del siglo XX, pero nadie le prestó atención. Más de medio siglo después, en 1974, dos hombres lo redescubrieron. Uno de ellos pensó en su hija Larissa y, cómo no, en el mar. Acababa de dar nombre a la que sería la piedra preciosa nacional.

 

Lago Enriquillo

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Endemismo en Lago Enriquillo

A hora y media de Barahona, hacia el noroeste, se halla el lago Enriquillo. Esta reserva de agua natural crece cada año sin motivo aparente, de tal manera que una parte de la población distribuida a su alrededor ha empezado a desplazarse hacia otros puntos del país. En mitad del lago está la isla Cabritos y juntos conforman el Parque Nacional del Lago Enriquillo e Isla Cabritos, llamada Guarizacca por los taínos. En sus casi 24 km2 viven especies animales y vegetales endémicas o en peligro de extinción, como los caimanes, las iguanas de Ricord y las cornudas, y medio centenar de especies de aves, sobre todo garzas y flamencos.

San Rafael

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A un paso de Haití

En el camino de Barahona a Pedernales topamos con una piscina natural que se funde con el mar  y está siempre abarrotada de bañistas. Es la playa de San Rafael, en la desembocadura del río homónimo. No muy lejos de ahí se extiende la línea fronteriza con Haití, el país con el que República Dominicana comparte isla. El llano costero de Pedernales constituye el lugar idóneo para percibir la relación –no siempre cordial– entre ambos países. En Pedernales, no obstante, hay un alto número de «arrayanos», hijos de padre dominicano y madre haitiana. A pesar del choque que se produce a veces entre ambas comunidades, en este punto ocurre algo habitual en las fronteras: todo se difumina, se mezcla y convive. 

Las Águilas. en busca de las aguas más cristalinas

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En busca de las aguas más cristalinas

Lejos de los enclaves más turísticos, Pedernales es un lugar ideal para descubrir la República Dominicana más auténtica. Su principal reclamo es la Bahía de las Águilas, una playa considerada la más cristalina del mundo y de gran atractivo por sus arrecifes de coral. Durante mucho tiempo apartada de las rutas turísticas, Pedernales tiene un hostal que nació de la iniciativa de una mujer, doña Chava, que prestaba sus habitaciones a los médicos destinados en su pueblo a cambio de algo de ayuda en el mantenimiento de la casa; en la actualidad es un establecimiento idóneo para descansar sin lujos en un entorno sin igual. 

República Dominicana. ...

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¡Bien fría!

Después de la jornada playera, nada mejor que sentarse en un colmado a tomar cerveza y ver la vida pasar, la actividad preferida en la isla. En la República Dominicana brota música en cualquier esquina y la cerveza se toma tan fría que la llaman «vestida de novia». Estos comercios de ultramarinos constituyen el centro de la vida social dominicana. Tienda, bar y escuela de baile, en el colmado se ven los partidos de béisbol por la televisión y se aprende a bailar bachata, un estilo a medio camino entre el son cubano y el merengue. En las calles dominicanas todo es posible, desde pasear a charlar sentados, tocar música, escucharla o bailarla. La cultura callejera de República Dominicana es una de las señas del país, donde las puertas es habitual encontrarlas siempre abiertas.