Siempre estuvo ahí

El resurgir de Pontevedra

No es casualidad que hoy la capital de las Rías Baixas sea uno de los destinos gallegos favoritos.

Pontevedra fue construida sobre sus orígenes romanos, pero engrandecida y renovada durante la Edad Media. Con tradición de pescadores, peregrinos y comerciantes, la ciudad ha dejado atrás su pasado como breve parada del Camino de Santiago Portugués y como lugar de paso de un turismo de playa.

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iStock-1063362074. Una ciudad amable

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Una ciudad amable

La esmerada y respetuosa restauración de su casco histórico, el mejor de Galicia tras el de Santiago de Compostela, ha puesto en valor las numerosas joyas que atesora, como los pazos de los Condes de Maceda –hoy Parador de Turismo–, el de Mugartegui o el de García Flórez, entre otros, que flanquean las hermosas plazas de la antigua Pontevedra y muestran el esplendor del renacimiento y del barroco civil gallego. Renovada por un proyecto de peatonalización que le ha valido numerosos premios internacionales, se ha convertido en una ciudad visiblemente amable y muy sugerente para el visitante.

iStock-618419166. Sin coches en el centro

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Sin coches en el centro

La vida en ella discurre con calma. En el centro las bicicletas han sustituido a los coches y las terrazas acogen a multitud de visitantes, mostrando una ciudad volcada al exterior. Se nota que es lugar de peregrinos, pero también de viajeros que buscan de Galicia algo más que sol y playas, así que los pontevedreses no desaprovechan la ocasión y exhiben ese suave clima de las Rías Baixas que permite llenar de vitalidad sus calles durante todo el año.

iStock-618360924 (1). Vida de plaza

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Vida de plaza

Las hermosas plazas de A Verdura, A Pedreira o A Leña, evocadoras de antiguos gremios y mercados, reciben a los viajeros con un despliegue de mesones donde disfrutar de la cocina gallega. La plaza de Curros Enríquez o la de Méndez Núñez –esta presidida por la estatua de Valle Inclán– resultan especialmente acogedoras. En la plaza de A Ferrería, el olor a castañas asadas y la piedra húmeda gobiernan en invierno, pero que ni en días nublados pierde su encanto este rincón. Rodeada de edificios porticados, flanqueada por los jardines y la iglesia de San Francisco, atrae a pontevedreses y viajeros que se dan un respiro tomando una caña en alguna terraza.

iStock-1060828208. Mucho arte

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Mucho arte

Varias fuentes del siglo xix, hermosos cruceiros y bellas iglesias salpican el centro histórico. La Peregrina, con su peculiar planta de concha de vieira, es una muestra del barroco con tintes neoclásicos. San Bartolomé esconde su monumental fachada barroca entre las callejuelas del casco antiguo y acoge joyas del arte en su interior. También la iglesia de San Francisco, ejemplo del gótico mendicante, merece una visita por sus altares y sepulcros pétreos. Pero la perla de la arquitectura religiosa pontevedresa es la basílica de Santa María la Mayor: su hermosísima fachada plateresca y su grandeza interior muestran el poder del Gremio de Mareantes que en el siglo xvi la ordenó erigir. Es interesante su museo, con orfebrería, artesanía y pintura, entre otras artes. Repartido en seis edificios monumentales, incluye las ruinas del convento de San Domingo, muestra del gótico del siglo xiii, de evocadora estampa.

iStock-1063360996. Calles, soportales, bruma y calma

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Calles, soportales, bruma y calma

Pero Pontevedra sobre todo hay que pasearla y recorrer con calma sus callejuelas con edificios blasonados que recuerdan su antiguo esplendor. Degustar un café observando la bruma que de buena mañana se cuela en la ciudad y envuelve el histórico Puente del Burgo. Atravesar sus arcos y acceder a sus plazas, hacer una parada en bares resguardados de la lluvia bajo soportales y acercarse al barrio de A Moureira, que aún conserva algunas típicas casas de pescadores.

ILLA. Sorpresas en el río

Foto: Turismo de Pontevedra

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Sorpresas en el río

El centro goza además de espacios verdes como las Palmeras o Campolongo. Aunque el verdadero pulmón de la ciudad está solo a unos pasos, cruzando alguno de los puentes que salvan el río Lérez: las Marismas de Alba y la Illa das Esculturas son la muestra de que arte, cultura y naturaleza pueden convivir en armonía. La Illa permite un respiro a orillas del Lérez y su Playa Fluvial, toda una referencia del veraneo, invita al baño con el buen tiempo. La Marismas son uno de los mejores espacios naturales de la provincia: un humedal de gran valor ecológico donde podemos observar aves acuáticas, desde gaviotas o cormoranes hasta el escurridizo martín pescador y alguna que otra garceta.

Feira Franca. Medievalismo a raudales

Foto: Feira Franca

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Medievalismo a raudales

Desde hace unos años la agenda cultural de Pontevedra es verdaderamente importante (Festival Internacional de Jazz en las fiestas patronales de A Peregrina, Campeonato Mundial de Triatlón...). Pero entre las citas más queridas sobresale la Feira Franca, única en Galicia. La fiesta conmemora el privilegio real concedido a la ciudad en su época de mayor prosperidad, cuando Enrique IV le otorgó el permiso de tener una feira franca, es decir libre de impuestos, de 30 días de duración. Se celebraba en la Plaza da Ferrería, hoy una de las más apreciadas. Esta tradición se recuperó en el 2000 y desde entonces se viene realizando cada vez con mayor éxito y participación. Actualmente supera los 100.000 visitantes y se desarrolla el primer fin de semana de septiembre. Comienza el viernes con los pregoneros a caballo recorriendo el centro y con un vistoso espectáculo nocturno de fuego, luz y acrobacias en la plaza de A Ferrería. Al día siguiente se realiza la teatralización del Transporte del Vino en carros de bueyes y la apertura del Mercado Medieval, con puestos de artesanía, comida y actividades como cetrería, tiro con arco, torneos... Esos días, la ciudad casi entera y los mismos pontevedreses se visten como en tiempos medievales.

iStock-1164929943. Y, por supuesto, playas

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Y, por supuesto, playas indómitas

La visita a Pontevedra deja un sabor dulce, pero no hay que olvidar que se encuentra en las Rías Baixas, y que a escasos minutos esperan decenas de arenales paradisiacos: Mogor, Aguete, Areas o la mítica A Lanzada reciben con el indómito Atlántico de fondo. La carretera hacia esta espectacular playa descubre rincones como el mirador de A Granxa, con una de las vistas más bellas de la ría, y encantadores pueblos como Combarro, marinero y de gran tipismo, con una treintena de hórreos frente al mar. Avanzando pocos kilómetros llegamos a Sanxenxo, lugar de veraneo por excelencia, pero que en invierno ofrece su cara más tranquila, idónea para despedirse de Pontevedra y su entorno. 

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