La más bella del mar Jónico

Retorno a Ítaca, la mítica isla de Ulises

Dos peñascos unidos por un istmo central que recoge pueblos y monasterios que se han mantenido al margen de la barahúnda turística veraniega.

La mítica isla que habría albergado el reino del Odiseo de Homero es la esencia destilada del paisaje griego, uno de los destinos preferidos por los navegantes a vela por la seguridad del puerto de Vathí; y de románticos que leen en voz alta los poemas de Konstantinos Kavafis para asegurarse de si es cierto que lo importante no es el destino sino el viaje. 

Vathí
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VATHÍ, UNA BELLEZA DE ENSUEÑO

Toda la isla de Ítaca tiene tanta población como un pueblo grande (unos 4.000 habitantes). Así que su capital, Vathí, no deja de ser una localidad pequeña que se afinca –según expertos navegantes a vela, que se refugian aquí en todas las épocas del año– en uno de los puertos más bellos y seguros del Mediterráneo.

Su normativa urbanísitca le ha mantenido a salvo de elevaciones arquitectónicas que rompan la armonía del paisaje y de rótulos comerciales que afeen las oxigenantes callejas blancas repletas de tabernas donde se come como en el mismo Olimpo. En el puerto, ineludible, una estatua de Ulises, presentado bello y musculado.

Ulises
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EL ISTMO DE AETÓS

El mapa de Ítaca podría formar parte de una novela fant��stica o del tablero de un juego de mesa. La isla está formada por dos peñascos redondos unidos por la cintura del istmo de Aetós. El relieve es tremendamente accidentado, y para deslizarse por un territorio de apenas 118 kilómetros cuadrados hay que estar dispuesto a conducir largamente por carreteras retorcidas que ganan y pierden cota vertiginosamente. Precisamente en Aetós está el mejor mirador, con vistas a prácticamente toda Ítaca. Desde allí se vislumbran destellantes santuarios, recoletos pueblos y los arenales, un espejismo dorado. Es también el punto desde el que alcanzar las cimas de los dos montes más destacados, el Nérito y el Morevili.

EL RASTRO DE LA ODISEA

Inevitablemente, uno de los libros más influyentes de todos los tiempos, La Odisea, atrae a forasteros que desean pisar algunos de los lugares frecuentados por Ulises, el héroe viajero por excelencia. Aunque arqueólogos e historiadores no acaben de ponerse acuerdo sobre si la Ítaca que aparece en el libro es la misma que la real, aquí se pueden visitar las ruinas del palacio del rey nómada en Alalkomenes, la fuente de Aretusa que frecuentaba el famoso porquero (en un entorno que merecería mayor cuidado) o la Cueva de las Ninfas, cerrada porque amenaza derrumbe. Aunque puede asomarse la nariz, está en la bahía de Dexa. 

Frikes
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UN PUERTO DE MANUAL

Frikes es un puerto secundario de Ítaca. Se halla al norte de la isla, resguardado en una rada mínima. La mayoría de líneas amarran en Vathí. De ahí que Frikes sea tan tranquilo, con pescadores tejiendo redes, cesteros vendiendo su mercancía y bares aletargados donde el café tiene su significado real, no es un brebaje que se pasea por la calle en un envase de papel, sino la excusa para departir durante horas mirando por el ventanal y jugando al tavli (backgammon, por el que los griegos sienten pasión).

 

Si uno desea escuchar historia de navegantes que han surcado los Siete Mares y han tenido –supuestamente– una novia en cada puerto, este es el lugar.

Itaca
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UN RETO SENDERISTA

La localidad noroccidental de Stavros suele ser el punto de inicio para emprender la travesía a pie que recorre toda la isla. Es factible realizarla en una sola jornada, bastante exigente, pues los desniveles son acusados y las tentaciones por echarse una siesta bajo cada olivo gigantesco, recurrente. En el pico del verano no es recomendable, por las altas temperaturas y porque en las partes elevadas de Aetós puede soplar viento fuerte. Además, hay que cargar con varias cantimploras para hidratarse bien. Pero la recompensa puede llegar en cualquier rincón en forma de invitación a un puñado de higos y un vasito (o varios) de raki.

Itaca
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CONTRADECIR A KAVAFIS

Konstantinos Kavafis (1863-1933) fue uno de los literatos más importantes de Grecia. Su vida merecería una película, pues fue apasionante, de cuando los griegos nacían en Constantinopla, vivían en Alejandría y eran perseguidos por ser homosexuales (lamentablemente, eso todavía tiene cierta vigencia). Kavafis nunca quiso que su obra se publicara. Sin  embargo, no solo vio la luz, sino que se ha traducido a los principales idiomas del mundo. Es casi inevitable pasearse por Ítaca con su poema Regreso a Ítaca entre las manos, donde se hace hincapié en que lo importante es el trayecto, no es el destino:

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues –¡con qué placer y alegría!–
a puertos nunca vistos antes.

En Ítaca dan ganas de llevarle la contraria y recalar definitivamente en esa isla que es la quintaesencia del paisaje heleno y la pasión por disfrutar la vida de los griegos. Leer su poesía en cualquier rincón y dejar que los locales se acerquen a preguntarte por él.