Familias con morriña

Rías Baixas con niños: lo 'enxebre' mola

Porque viajar a Galicia nunca fue tan divertido.

Las Rías Baixas constituyen unos de los destinos más visitados de Galicia. Razones para viajar por el sur de la costa coruñesa y el litoral pontevedrés no faltan: las playas, de arena blanca, parecen sacadas de una estampa caribeña; su gastronomía es una de las mejores del mundo por la calidad tanto de sus productos del mar como de la tierra (se tendría que levantar sendos pedestales a las patatas y al pan gallego); y hay muchos lugares para hacer excursiones en familia como castros celtas, hermosos pazos con jardines repletos de camelias y castillos misteriosos con fantasmas incluidos. Todos estos motivos hacen de las Rías Baixas el lugar perfecto para que los más pequeños se lo pasen en grande, coman más que un sabañón y disfruten de un gran número de actividades únicas que van a despertar en ellos esa morriña que siente todo viajero, tenga la edad que tenga, cuando regresa de las tierras gallegas.

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Playa de Rodas. Playas de arena blanca; aguas gélidas

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Playas de arena blanca y aguas gélidas

Las Rías Baixas tienen unas playas magníficas, perfectas para jugar en la arena. Muy conocidas, también a nivel internacional, son la de Rodas en las islas Cíes o la de la Lanzada en O Grove (aunque los de Sanxenxo la sigan reclamando como suya incluso judicialmente). Pero hay otras donde los peques se lo pasan genial como la de Samil (Vigo), la de Paxariñas (Sanxenxo) o la de O Terrón (Vilanova de Arousa). La única pega que tiene bañarse en la costa gallega es que el agua no está fría sino gélida, pero para muchos niños esto no supone un problema. El verdadero embolado lo tienen los padres de los peques que no saben nadar, ya que han de acompañar a su progenie a darse un chapuzón. Una verdadera prueba de amor paternal.

Barcos. ¡A navegar!

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¡A navegar!

Tras el baño en la playa, una actividad muy recomendable para hacer en familia es realizar un recorrido en barco por las rías para ver las bateas donde se crían ostras y mejillones y presenciar cómo las gaviotas se acercan a la embarcación para intentar garrapiñar un molusco de la mano del guía. Los niños se quedaran ojipláticos cuando divisen, con un poco de suerte, a una manada de arroaces alrededor del barco ya que a estos delfines les encanta la riqueza de las aguas gallegas.

mariscadora. Marisquear como un profesional

Foto: María Jesús Tomé

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Marisquear como un profesional

La costa gallega regala a los niños una experiencia inolvidable que es ni más ni menos que recoger moluscos en la ría acompañados de una mariscadora profesional. Algunas asociaciones ofrecen la oportunidad a turistas y a locales de realizar esta actividad, previo pago de una cuota bastante exigua, y aprender así los entresijos de un oficio ancestral. Este trabajo, que está regulado por la Consellería de Pesca y Asuntos Marítimos de la Xunta de Galicia para evitar la recolección furtiva entre otros aspectos, lo realizan sobre todo las mujeres ya que, tradicionalmente, los hombres se hacían a la mar para pescar y ellas se quedaban al cuidado de la familia.

niño marisqueando. ¡A madrugar!

Foto: María Jesús Tomé

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Es hora de explorar

Para poder participar en esta actividad hay que madrugar porque el único momento en el que se puede recoger marisco es durante la primera bajamar diurna. Para bajar a las rías, toda la familia se tiene que ataviar con botas de agua o vadeadores y un rastrillo (los peques lo llevan de juguete). Ya en la arena el grupo se dirige a un lugar que la mariscadora considere óptimo para trabajar. Con el rastrillo se va buscando en la arena los moluscos, normalmente berberechos o almejas, y se mesuran con un medidor para que tengan el tamaño adecuado ya que los especímenes más pequeños todavía han de crecer y se han de devolver a la ría. Es este el momento en el que los niños disfrutan más sobre todo cuando encuentran un ejemplar de gran tamaño y pueden contribuir a la recolección. Una vez acabada la actividad se llevan a un centro de control para su triaje y, a continuación, a las lonjas donde merece la pena asistir a una subasta cantada (bajo petición) y oír cómo se distribuyen los frutos del mar.

Mejillones. En las Rías Baixas todo está rico

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En las Rías Baixas todo está rico

Sí, en Galicia la comida es exquisita y, como los niños no son tontos (un poco pejigueros en la mesa quizás) se dan cuenta de lo bueno que está todo en esta tierra. Los mejillones, las almejas, los berberechos y las zamburiñas les chiflan y como prueben el pan artesano, que puede presumir de ser un alimento con Indicación Geográfica Protegida, no van a querer comer otra cosa. Los bistecs de croca (una verdadera oda a la ternera gallega) con patatas ya sean en cachelos, guisadas o fritas son una verdadera delicia sin olvidarnos ni mucho menos del pescado. Y es que las Rías Baixas es quizás el mejor sitio del mundo para que algunos niños degusten este manjar sin dar demasiados dolores de cabeza a los padres. Malo será.

O Facho. Excursiones y visitas con fantasma de regalo

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Excursiones y visitas con fantasma de regalo

En las Rías Baixas, concretamente en la provincia de Pontevedra, hay varios yacimientos emblemáticos que revelan 2.000 años de la historia de Galicia y que han sido restaurados y puestos en valor. Por ejemplo, hacer una excursión al mirador natural del monte de O Facho, lugar que acogió distintas expresiones culturales, es una verdadera aventura para todos ya que, después del esfuerzo, la panorámica de Cabo Home es arrebatadora. 

Castillo. También para jugar

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Siempre hay tiempo para jugar

Otro enclave de las Rías Baixas que los niños adoran es el Castillo de Soutomaior que no solo destaca por su formidable arquitectura sino por sus espléndidos jardines repletos de camelias donde los pequeños pueden jugar hasta agotarse. A lo largo del recorrido por la fortificación se ven varios audiovisuales, recreaciones en 3D, un videomapping dedicado al caballero Pedro Madruga (algunos dicen que su fantasma todavía merodea por esos lares) y varias cajas mágicas con las que los más pequeños desarrollan su imaginación. Durante la visita los niños han de ir rellenando un cuaderno que se les entrega en la entrada. Si han respondido correctamente reciben un diploma de reconocimiento que se llevan a casa más contentos que unas pascuas.

O Facho