En la cuenca del río Sil, frontera natural entre las provincias de Lugo y Ourense, espera un paisaje salvaje donde el tiempo se ralentiza entre bosques que parecen de cuento, pequeñas aldeas y unos viñedos que se trabajan entre escarpadas pendientes que producen vértigo. Y aunque ha sido su viticultura heroica la que ha puesto en el mapa a la Ribeira Sacra, recorrer sus - nada rectas – carreteras ofrece un viaje con la vid de compañero que va más allá de enamorarse de sus bodegas.