Roberto Bolaño escribió que la literatura se parecía mucho a una pelea de samuráis que se sabía perdida de antemano. Sin embargo, pese a esa derrota segura, se trataba de salir a pelear. Eso era la literatura para él, pero la definición podría valer para el periodismo o, tal vez, incluso para esta crónica inspirada en una lectura poética en movimiento de la obra del autor.
Quedé con Roberto Bolaño el pasado viernes 6 de noviembre a las seis de la tarde, en el barrio del Raval. Algunas horas antes, Marc Caellas* me envió por Whatsapp un poema de Bruno Montané, uno de los grandes amigos de Roberto Bolaño, a quien éste convirtió en Felipe Müller en Los Detectives Salvajes (1998). El poema se refería a la pobreza, a la soledad y a la escritura, las tres coordenadas vitales que definieron los primeros años de ambos en Cataluña. No obstante a la ciudad pandémica, en el lugar del encuentro había ya un grupo de personas cuidadosas de las medidas sanitarias. Por encima de las mascarillas, se distinguían miradas expectantes.