Venecia es el punto de partida de un viaje cargado de arte y literatura que se prolonga por las colinas del Véneto, atraviesa Padua, Vicenza y Verona, y alcanza el lago de Garda. Un recorrido que puede acompañar al sol, desde el amanecer sobre la Laguna de Venecia hasta el ocaso en el lago de Garda, y que tendrá como aliciente la obra del arquitecto renacentista Andrea Palladio y los vinos de Valpolicella y Soave.
Es el mismo camino que seguían los ricos comerciantes de la República de Venecia cuando se acercaba el verano, remontando el río Brenta,para instalarse en sus villas de tierra firme. Todavía se conservan 80 de las construidas desde el siglo XIV al XVIII. Un romántico crucero zarpa de Venecia para conocer las residencias de La Malcontenta, Widmann y Pisani. Las mejores fueron diseñadas por Palladio (1508-1580), que dejó en Venecia el templo de San Giorgio Maggiore, en la isla frente a la Riva degli Schiavoni, donde la plaza de San Marcos se asoma a las aguas del Gran Canal.
Algo más de 30 kilómetros separan Venecia de Padua, asentada en las llanuras bien irrigadas del Véneto. La parte antigua, con sus casas revocadas en vivos colores, acumula 32 siglos de historia y contiene una Universidad de 1222 donde enseñaron Copérnico, Vesalius, Galileo y Casanova. El encanto se concentra en el Palazzo della Ragione y sus plazas vecinas, llenas de vida en sus mercados, tiendas y restaurantes, mientras que los templos guardan el arte. En la iglesia degli Eremitani, por ejemplo, se pueden admirar los frescos que Mantegna pintó en la capilla Ovetar, tan imprescindibles como las 38 escenas de la Storia della Vergine e di Cristo realizadas por Giotto en la capilla de los Scrovegni (1304-1306).
Donatello vivió una década en Padua realizando los relieves en bronce del altar mayor para la Basílica de San Antonio y la estatua de Gattamelata situada ante el santuario. Después de contemplar los frescos del Oratorio de San Giorgio y de pasear por la plaza Prato della Valle, hay que sentarse en el Café Pedrocchi y pedir el delicioso combinado de café que disfrutaron Stendhal, Lord Byron y Téophile Gautier.
Al sudoeste de Padua se mecen las colinas Euganeas, coronadas por pueblos medievales, peinadas por hileras de viñedos y flotando sobre un subsuelo de aguas termales que afloran en balnearios. Allí vivió Petrarca sus últimos años, y murió plácidamente mientras leía en el lugar que lleva su nombre, Arquà Petrarca.
Vicenza, a solo 30 kilómetros de Padua, es capital de una de las zonas más ricas de Italia y, a pesar de ello, no ha perdido un ápice de su atractivo. La belleza urbana y el arte se dan la mano a lo largo del paseo que desde la Piazza
dei Signori pasa junto a la Basílica Palladiana, la Loggia del Capitaniato y la Torre Bissara (siglo XII), hasta alcanzar la Piazza del Duomo, donde la iglesia de la Santa Corona guarda el Bautismo de Cristo pintado por Bellini.
La mayoría de las obras de Palladio se localizan en Vicenza. A la Basílica cabe añadir una docena de palacios, el Teatro Olímpico y, en las afueras, una serie de villas declaradas Patrimonio de la Humanidad, entre las que destaca La Rotonda por la armonía de sus proporciones. Estas residencias para familias ricas de Venecia encarnan la «vitta in villa», una refinada vida de campo en la que los propietarios organizaban conciertos y juegos al aire libre. La decoración interior cuenta con frescos de artistas renacentistas, como los de Tiépolo en la Villa Valmarana.
Avanzando 44 kilómetros hacia el oeste se llega a Verona, donde Shakespeare imaginó el amor entre Romeo y Julieta. Atravesada por los meandros del río Adigio, el casco viejo se divide en dos: Veronetta, sobre una colina tallada por las gradas del teatro romano, y la urbe llana del otro lado del río, apretada dentro de las murallas y junto al Castelvecchio.
El esplendor de Verona llegó con el gobierno de los Scaligeri (1260-1387), cuando acogió a Dante, Giotto y Petrarca. La historia pervive en los edificios y las columnas, fuentes, estatuas y sarcófagos góticos de los Arche Scaligere. Las plazas delle Erbe y dei Signori acogen el Palazzo Maffei, la Loggia del Consiglio y la Torre dei Lamberti, un mirador privilegiado sobre el centro. Cerca está la casa Capuleti (siglo XIII), que bien podría haber sido la casa de Julieta, y la basílica románica de San Zeno, tras cuyas puertas de bronce esculpido se halla un retablo de Mantegna. La vida burguesa decimonónica sigue viva en los anticuarios, confiterías y restaurantes de la vía Mazzini, y en la afición a la música, que ha convertido la Arena, el anfiteatro romano, en uno de los grandes destinos líricos del mundo.
Apenas 30 kilómetros separan Vicenza del lago de Garda, el mayor de Italia, que se interna en las montañas rodeado de vides y olivos. A sus orillas se erigen pueblos como Sirmione, con el castillo de la Rocca Scaligera surgiendo de las aguas esmeralda; Desenzano del Garda, famosa por sus vinos y puerto ideal para salir a navegar; y Malcesine, con el monte Baldo a su espalda. No resulta extraño que el lago fascinara a aristócratas, escritores y artistas con la misma intensidad con la que enamora a los viajeros de hoy en día.
MÁS INFORMACIÓN
Documentos: DNI.
Idiomas: italiano.
Moneda: euro.
Llegar y moverse:
El Véneto dispone de tres aeropuertos internacionales: el Marco Polo de Venecia, el de Treviso y el de Verona. El coche de alquiler o propio es la opción más cómoda para ir de una ciudad a otra. La autopista A4 atraviesa la región de este a oeste. Venecia está conectada, además, por tren con Padua, Vicenza y Verona.
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