Salamanca y las sierras del sur

La región más meridional de esta provincia fascina con su mezcla de patrimonio en piedra y paisajes fascinantes.

Picos que rondan los 2000 m, una hermosa dehesa y pueblos de arquitectura singular esperan en esta ruta.

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Foto: Age Fotostock

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Un Camelot castellano

Ciudad Rodrigo es la villa más importante del sudoeste de Salamanca, una fortificación que se alza sobre una loma que domina el río Águeda. El núcleo antiguo está preso por las murallas medievales, que solo acceden a abrirse por siete puntos, si se cuentan las dos protecciones: el muro interno y el foso exterior. Desde el lecho fluvial la postal más resultona es la del Puente Mayor, con cinco ojos que se reflejan en el agua y dejan la idea de paso a un Camelot castellano.

Antes de adentrarse por el casco urbano medieval merece la pena rodear la muralla en tan solo media hora de marcha. Luego se escoge una de las aberturas en los gruesos muros y se buscan los monumentos más destacados. Casi en el centro geométrico del casco antiguo se halla la Plaza Mayor, que se corresponde con el estereotipo castellano: una gran abertura cuadrada en la que el sol penetra generosamente. Es el corazón de las actividades de la ciudad vieja. Cerca, la catedral, templo de transición del románico al gótico comenzada a finales del siglo xii, es una mole de color caramelo. Y en el extremo occidental, el castillo de Enrique II de Trastámara –actualmente convertido en parador de turismo– ofrece el mejor mirador sobre el campo charro circundante

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Claustros y orinales

No anda corta Ciudad Rodrigo de claustros fascinantes, como el de la catedral, y de palacios imponentes. El de los Águila es de estilo renacentista. En su soberbio patio gótico porticado se huele a capas y duelos, aunque ahora es un centro cultural hispano-luso que acoge interesantes exposiciones. El de Montarco (siglo xv), más recio y austero, restaurado en 2007, acoge hoy un hotel de nivel alto.

Hay museos que uno ya espera, como el dedicado a las ciudades de frontera, pues Ciudad Rodrigo se halla a 30 km de Portugal y además vivió intensos episodios durante la invasión napoleónica. Sin embargo, la sorpresa salta en la colección dedicada a los orinales, un repertorio de más de 1300 piezas que, aunque prosaicas, resultan dignas de interés por sus decoraciones y formas, dado que proceden de todo el mundo.

Rumbo al sudeste, camino de La Alberca, merece la pena desviarse ligeramente de la ruta para ascender al santuario de la Virgen de la Peña de Francia. La patrona de Ciudad Rodrigo y de la provincia de Salamanca es una virgen negra que guarda en su interior los restos de la imagen original, una talla románica encontrada en el siglo xv. El convento de los dominicos que la custodia corona una cima a 1720 m, con vistas impresionantes.

shutterstock 548803930. El pueblo prometido

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El pueblo prometido

Otro objetivo de peregrinación de los visitantes de la provincia es La Alberca, ya que se trata de uno de sus pueblos arquitectónicamente más bellos. Fue el primero de España en ser declarado conjunto histórico-artístico, en fechas en las que el turismo no era precisamente un asunto prioritario: 1940.

Inevitablemente, hay que empezar la ruta por la localidad situándose a los pies del crucero de piedra del siglo xviii labrado por ambos lados que es protagonista de la Plaza Mayor. Los edificios se sustentan sobre pilares pétreos tallados en una sola pieza. Sobre ellos, casas con gruesas vigas y el entramado de madera a la vista escoltan una cal blanca que parece más propia de paisajes meridionales. Algunas viviendas tienen hasta dos galerías y secadero superior. El pavimento de cantos rodados completa la estampa pintoresca. Si no se tiene ocasión de acudir a La Alberca en la segunda mitad del mes de enero, cabe imaginarse al cerdo que desde el 13 de junio deambula por sus callejas empinadas y estrechas alimentándose de aquello que los vecinos tienen a bien darle. El día 17 de enero se subasta el animal, que acaso no sospecha, en sus últimos días tan felices, que dejara de ser mascota para convertirse en los prodigiosos embutidos que dan fama a la provincia: lomos embuchados, jamones, morcillas...

iStock-636786762. Mongarraz

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Próximos a Mogarraz

No da tiempo a hacer la digestión en el camino entre La Alberca y Mogarraz, pues solo 7 km las separan. En ese pueblito, habilitado por gascones y roselloneses a partir del siglo xii, la influencia que estos nuevos vecinos tuvieron en su arquitectura fue decisiva. Si alguien llegase aquí con los ojos vendados podría creer que se halla en una villa francesa. La inclinación de los tejados habla de un clima riguroso, en el que la nieve no es visitante desconocida. Lo mismo sucede con las aberturas de puertas y ventanas, siempre tímidas para que el frío no se adueñe del interior. Por si quedan dudas, la iglesia parroquial está dedicada a Nuestra Señora de las Nieves.

 

iStock-1196173659. La guinda de Candelario

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La guinda de Candelario

Dando nombre a su propio espacio protegido, viajando hacia oriente se llega a Candelario, en la Sierra de Béjar. Cuenta con imponentes bosques de robles y castaños al pie de una estación de esquí. En su agradable núcleo antiguo destacan las batipuertas, unas planchas de madera con bisagras de forma trapezoidal que permiten mantener abierta la casa para que entre la luz pero impiden que los animales domésticos –gallinas, cerdos o hasta asnos que antes campaban a sus anchas– se metan en las viviendas. Muchas casas tienen secadero en la parte más alta. Los coritos –naturales de Candelario– las llaman casas chacineras. Cualquier duda sobre qué reina en la gastronomía salmantina queda despejada.