En la carretera que parte de Molina de Aragón, la entrada principal a esta zona del Parque Natural, nada hace presagiar esta explosión de color. En estas alturas, el paisaje es meseteño y algo extremo. Las colinas están desnudas. Las vegas, plagadas de campos de cereales, resaltan el tono ocre de todo lo que hay alrededor. Por eso, cuando de repente la carretera se empina hacia abajo y las lomas se sustituyen por cortados plagados de pinos, la sensación de haber cambiado de planeta embelesa a todos. Y eso es el principio. Justo cuando la calzada de la CM-210 cruza un Tajo aún recién nacido, un camino sale a la izquierda. Es el comienzo de una pequeña aventura llena de serendipias y pequeñas satisfacciones.