Por mucho que el progreso, la modernidad y el AVE haya llegado a Galicia, aún quedan rincones que hacen viajar en el tiempo, que recuerdan por qué los griegos, romanos y celtas consideraban este lugar el fin del mundo (el finis terrae). Una designación que iba mucho más allá de cuestiones geográficas, era también la última frontera espiritual entre el mundo de los vivos y de los muertos. Quien visitaba esta zona tenía la firme creencia de que había entrado en una tierra sagrada. Esta es la reacción que transmite el santuario de San Andrés de Teixido, un lugar lleno de magia.