Estados Unidos

San Francisco (II)

Diario de un viaje por la mítica ciudad californiana

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Golden Gate Brigde

Terminado en 1937, es el puente colgante más largo del mundo. Sus pilares tienen una altura de 227 metros y su longitud es de tres kilómetros. Una obra de ingeniería de gran belleza.

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Las «Painted Ladies»

Las calles adyacentes a Alamo Square muestran las más delicadas construcciones victorianas. Estas casas hechas de ladrillo y madera fueron el símbolo de la prosperidad económica de la ciudad en el siglo XIX.

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Japaneese Tea Garden

En este recinto cerrado de un par de hectáreas en el interior del Golden Gate Park se han reproducido todos los elementos de un tradicional jardín japonés, con su casa de té y su gran Buda de bronce incluidos. 

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Un puente legendario

Una de las mejores panorámicas del puente es desde Fort Point, en Presidio Park, desde donde se aprecian con exactitud sus excepcionales dimensiones. El Golden Gate fue diseñado por Gertrude e Irving Murrow en estilo art-decó.

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Museo NH Young

Se halla en el corazón del Golden Gate Park y es una de las instituciones museísticas más importantes de la ciudad. Aunque se trata de un museo histórico, el edificio actual data de 2005 y es un proyecto de los arquitectos suizos Herzog & de Meuron.

Segundo día. Nuestra colaboradora Júlia Villalobos descubre el Golden Gate Park y el Golden Gate Brigde.

Hoy el día ha amanecido soleado lo que da fuerza al plan que ayer ideé: voy a cruzar el Golden Gate Brigde a pie, pero lo voy a dejar para última hora. Iré llegando poco a poco, descubriéndolo, dando un rodeo. También he pensado que con este sol californiano merece la pena hacer un picnic, así que decido visitar el Golden Gate Park a mediodía.

Tomo el autobús 21 en Market Street para llegar lo antes posible a mi primera cita, Alamo Square. El parque, aupado sobre un túmulo, está rodeado de magníficas casas victorianas, conocidas como las «painted ladies». Todas las calles de alrededor de la plaza están flanqueadas por este tipo de edificios de ladrillo y madera multicolores y con originales diseños. Paseo por el barrio y doy una vuelta por el parque, las vistas desde lo más alto son espectaculares y me muestran la estructura de esta ciudad de colinas interminables rodeadas por el océano.

El mismo autobús 21 me lleva hasta la puerta principal del Golden Gate Park. Desde allí se extiende el Haight-Asbury, el barrio que fue el escenario del movimiento hippie hace más de cuarenta años. Lo visitaré mañana, junto con los barrios de Castro y Mission.

Compro algo para mi picnic en una de las tiendas de comestibles, increíble la oferta y variedad, y entro finalmente en esta extensión de verde infinito que es el Golden Gate Park. Me han comentado que éste es un parque más grande que el Central de Nueva York. A mi ambos me parecen inabarcables. Doce kilómetros de carriles bici, diecinueve para caballos, varios campos de beisbol y de fútbol, veintiuna pistas de tenis, estanques para pescar, unos delicados jardines de estilo japonés (el Japanese Tea Garden, hay que pagar entrada), un jardín botánico y un conservatorio de flores excepcionales , secuoyas… la lista es interminable. Y todo ello en medio de la ciudad.

Tras degustar el picnic a la sombra de un roble gigante, me dirijo al espléndido museo de arte De Young, cuyo moderno edificio de 2005 es obra del equipo de arquitectos suizos Herzog & de Meuron. Acaban de inaugurar la exposición «Maestros Holandeses», que el año pasado fue la muestra de arte con más visitantes del mundo. Camino por agrestes senderos hasta la entrada norte del parque donde tomo el autobús 28 que recorre Presidio Boulevard y se adentra en Presidio Park, la otra gran zona verde de la ciudad. La última parada es frente al archifamoso Golden Gate Brigde.

No decepciona, al contrario, su grandiosidad estremece. Aunque lo hemos visto miles de veces en fotografías y películas, el puente, así en directo, es bellísimo. Me dispongo a cruzarlo pero antes me tomo una foto junto a una muestra de uno de los cables que lo sujetan. Mi cabeza parece un alfiler a su lado.

Son tres kilómetros de ida y tres de vuelta, ya que no existe transporte público para cruzarlo. También se puede optar por hacerlo en bus turístico, o en bicicleta, existen muchas agencias que organizan trayectos en bicicleta hasta el otro lado y la vuelta en ferri desde Sausalito. Yo prefiero ir andando y sentir como el puente vibra con el viento, ver el oleaje azotando sus cimientos y sentirme diminuta bajo sus gigantescas torres.

De nuevo en el inicio del puente tomo el bus 28, esta vez hacia el centro de la ciudad. El objetivo es visitar Pacific Heights, otra de las famosas colinas de San Francisco. Las calles Union y Fillmore reúnen tiendas de diseñadores de ropa y mobiliario, pequeñas curiosidades, restaurantes con encanto, teterías y cafeterías. Decido cenar en uno de estos locales «chic», donde sirven sándwiches vegetales, tés orgánicos y no quieren ni oír hablar de la Coca Cola. Tras el refrigerio subo y bajo por las cuestas de Fillmore hasta Japantown. Es tarde y las luces de este pedazo de auténtico Japón en San Francisco se van desvaneciendo. También tendré que dejarlo para mañana.