El final del camino

De Santiago de Compostela a Finisterre

Una ruta jacobea con final frente a la mítica Costa da Morte.

El misterio siempre ha rodeado la ruta jacobea a Finisterre. Este camino histórico, ya descrito en crónicas del siglo XII, conducía a los peregrinos de la época a un promontorio considerado, hasta el descubrimiento de América, el finis terrae de la Península. La senda hasta Fisterra (su nombre actual, en gallego) cautivó a aquellos romeros medievales y, tras el Romanticismo, a quienes la recorrían atraídos por el paisaje y la exaltación de dramáticos naufragios que acabaron otorgando el nombre de Costa da Morte a este litoral. Los caminantes contemporáneos siguen fascinados por este itinerario, considerado el «epílogo» de la ruta jacobea, que puede concluir en Fisterra o en Muxía. Esta prolongación hasta el mar desde Santiago de Compostela (unos 110 km) invita a evocar las leyendas del traslado del apóstol a estas tierras, y a revivir tradiciones como el baño ritual en el océano y la contemplación del sol sumergiéndose en las aguas del Atlántico.

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Adiós a Santiago

El Camino a Fisterra es el único que no tiene como destino la capital compostelana, sino que empieza en ella, concretamente en la emblemática plaza del Obradoiro. Abandonamos el entorno urbano por la rúa de San Lourenzo, un frondoso lugar cargado de simbolismo para Galicia y cantado por la poetisa Rosalía de Castro en su obra Follas Novas (1880). Tras pasar junto a unas antiguas curtidurías –hoy rehabilitadas– que mueve el río Sarela, y atravesar un bosquecillo, una senda asciende hasta la Sarela de Baixo, que depara una vista espléndida de la catedral compostelana.

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Primer objetivo: Negreira

A través de la suave Terra da Maía, de puente en puente y entre robles y eucaliptos, se alcanza el Alto do Mar de Ovellas, con la providencial fuente de Santa María Trasmonte, que ofrece agua fresca en la cima. Tras disfrutar de la vista, hay que seguir hasta el pueblo de Ponte Maceira Vella, con su puente (siglo XV) sobre el río Tambre, y concluir en Negreira, villa idónea para pernoctar la primera noche, tras 21 kilómetros de ruta.

iStock-1089679368. Hasta los hórreos de Olveiroa

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Hasta los hórreos de Olveiroa

Con tan solo amanecer, los peregrinos salen de la localidad bajo el arco almenado del Pazo do Cotón y, siempre guiados por mojones con flechas compostelanas, durante un par de horas caminan entre bosques como el de A Barcala. A partir de Vilaserío, desaparecen los árboles y el horizonte se aleja en la meseta Xallas, de tradición ganadera y con parcelas agrícolas que enlazan acogedoras aldeas como Maroñas, Santa Mariña, Bon Xesús, Abeleiroas... Así se llega a Olveiroa (a 33 km de Negreira), otro fin de etapa emblemático, donde los edificios de piedra rehabilitados acogen a los caminantes. La visión nocturna de sus hórreos iluminados puede ser uno de los recuerdos más bellos de esta ruta jacobea.

iStock-1098126140. Los bosques del villano Vákner

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Los bosques del villano Vákner

En este punto del viaje se penetra en los montes de Buxantes, antaño guarida del fiero Vákner, un monstruo mencionado por un peregrino armenio del siglo XV y que, según la leyenda, impedía el paso a los caminantes. Tras superar algunas lomas se alcanza Hospital, donde se halla la bifurcación hacia Fisterra (a 29 km) o hacia Muxía (24 km), la otra posible meta de este Camino. El primer ramal sigue un tramo de la calzada primitiva, jalonada por dos ermitas con sendas fuentes: As Neves y San Pedro Mártir. Después de recorrer 8 kilómetros entre soledades, nos asomamos por fin al mar desde el Alto da Armada, contemplando a nuestros pies la ría de Corcubión y, al fondo, el ansiado cabo Fisterra.

SERGI REBOREDO

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Cee

Las villas de Cee y Corcubión están unidas por un agradable paseo que va bordeando la ría. La primera es moderna y comercial, mientras que Corcubión es un conjunto más histórico, con casonas solariegas y edificios de galerías acristaladas, sin olvidar la iglesia gótica de San Marcos, que custodia una imagen del santo, dicen que traída por unos condes venecianos.

shutterstock 1472962772. La última vieira en Fisterra

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La última vieira en Fisterra

Al borde ya de las aguas del Atlántico, varias playas nos invitan a buscar una vieira para colgarla de la mochila antes de entrar en Fisterra, a 10 kilómetros de Corcubión. En esta villa marinera, la oferta para los peregrinos es abundante en muchos sentidos, incluido el gastronómico. Pero lo más importante en este punto de la ruta es que la carga iniciática del viaje culmina al llegar a la capilla del Santo Cristo de Fisterra. Por último, se contempla en silencio la puesta de sol desde la playa de Mar de Fóra o desde el monte del faro, donde los antiguos peregrinos cumplían con la tradición de quemar sus ropas viejas.

iStock-1140511426. Bienvenidos al fin del mundo

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Bienvenidos al fin del mundo

Pero lo más importante en este punto de la ruta es que la carga iniciática del viaje culmina al llegar a la capilla del Santo Cristo de Fisterra. Por último, se contempla en silencio la puesta de sol desde la playa de Mar de Fóra o desde el monte del faro, donde los antiguos peregrinos cumplían con la tradición de quemar sus ropas viejas.

GTRES

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Muxía

Para muchos el camino y la experiencia no concluyen en Fisterra porque deciden continuar hasta la villa Muxía, algo más al norte. Una opción es caminar siguiendo la Costa da Morte; otra posibilidad es caminar por el interior, tomando aquel ramal que partía de la localidad de Hospital y que atravesaba aldeas rurales, como Ozón y Moraime, ambas con una iglesia románica. Llegados al término de Muxía, los pasos se encaminan hacia el santuario de Nosa Señora da Barca, la última meta devocional del viaje. La leyenda relata que la Virgen llegó a este lugar para confortar al apóstol Santiago, y lo hizo a bordo de una barca de piedra cuyos restos se conservan junto a la capilla. Su ubicación nos regala otra oportunidad de disfrutar del entorno, sentados junto a las llamadas «piedras del milagro» y con las olas rompiendo a nuestros pies.