
Aunque el paso por estos desfiladeros pueda ser a veces peligrosos, la recompensa es un paisaje magnífico, el sentirse insignificante ante la magnitud de sus altas paredes de roca y el placer de darse un chapuzón en pozas de aguas puras y cristalinas. El hombre ha hecho accesibles muchos de ellos colocando pasarelas, galerías y puentes y los ha convertido en destinos fantásticos que aúnan naturaleza, reto y aventura.