El sur del sur
Apenas 550 kilómetros por carretera separan Saint Louis, al norte del país, de Ziguinchor, capital de Casamance, en el sur. Sin embargo, el contraste climático y cultural entre el predesierto y el comienzo del trópico resulta fascinante. Aquí está el final de Senegal, al que se llega atravesando Gambia -y el río homónimo- que se encuentran encajonados como una especie de matrioskas geográficas dentro de Senegal. Cambia la naturaleza, haciéndose más exuberante y selvática, y cambia la etnia predominante, siendo aquí los diola el grupo más numeroso, al contrario que en el norte, donde dominan los wolof.
Distintas costumbres. derivadas de su origen agrario, llevan a los habitantes de Casamance a sentir casi devoción por el arroz (su tradición le tiene en tan alta estima que dicen que no se vende, sino que se presta, como gesto de buena voluntad) y por el aceite de cacahuete (que es la gran exportación de la región), patentes en Ziguinchor, la ciudad más importante y poblada, donde será frecuente desplazarse en piragua hacia los pequeños pueblos de la costa. Lo más habitual es llegar a Baja Casamance para disfrutar del relax en sus playas, como las de Cabo Skirring -posiblemente de las más bellas de Senegal, de arenas blancas, aguas claras y rodeada de vegetación- o las de Karabane, una isla fluvial magnética donde no hay coches ni asfalto. A ella sólo se llega en ferry o piragua y el concepto estrés parece una palabra de otro idioma, aunque sus mosquitos son especialmente terribles.
En estos confines se acaba la costa senegalesa, un pequeño paraíso paraíso de oferta hotelera amplia. Perfecto para los que busquen un confort extra -y algo más caro- en Cabo Skirring está el hotel La Marsu y, si se busca una experiencia más auténtica, el Campament Le Paradise es el lugar idóneo. Allí se encuentran las tradicionales cabañas con impluvio, típicas de la región para aprovechar las aguas de lluvia y, muy próximo al hotel, uno de los restaurantes icónicos del Cabo: Le Pelican - Chez Paco (no es español, aunque lo sonara) que con su franca sonrisa diola ofrece pescados y mariscos a la brasa prácticamente de manera ininterrumpida a lo largo del día, aunque los atardeceres, carpa roja en mano, bien merecen haber llegado hasta Casamance.