Como cada año, con la llegada de los equinoccios, el de otoño o el de primavera, la explanada frente a la gran pirámide de Kukulkán, en la ciudad maya de Chichén Itzá, se llena de gente que acude a contemplar el descenso de la serpiente. El primero en señalar tal efecto -tal como se puede observar en una antigua fotografía de Teobert Maler de 1892, la pirámide estaba tan cubierta de vegetación que era imposible- fue Jean-Jacques Rivard, quien lo describió en un artículo académico de 1969 como una hierofanía. Es decir, la manifestación de lo sagrado en una realidad profana.