Más que playa

Seychelles: cinco visitas imprescindibles más allá de las playas

Conocido como ‘la perla del Índico’, este destino es el sueño de cualquier viajero. Tanto dentro como fuera del agua.

Un paraíso legendario cuyas islas se encuentran esparcidas por el Océano Índico, en mitad de la casi nada podría ser una buena forma de definir las Seychelles. Y aunque bien es cierto que sus espectaculares playas (alguna de ellas posicionada con honores en lo alto del ranking de las playas más bellas del mundo) copan todo el protagonismo, Seychelles es mucho más.

De las 115 islas que forman el archipiélago, solo una treintena están habitadas. Mahé es la más grande, además del punto de entrada a las Seychelles, y cuenta con un valor cultural y social fundamental que cobra vida en su pequeña capital, Victoria. Una amalgama de sabores, colores, aromas, razas y sentido común que ojalá fuesen capaces de exportar al resto del mundo.

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Victoria

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Todos los colores de Victoria

Una de las capitales más pequeñas del mundo recibe al viajero de forma amigable, sabedora de que aquí nada ni nadie puede alterar su rutina. Tampoco su felicidad. Con un pasado repleto de piratas, corsarios y demás colonos, la sociedad mira hacia el futuro tras sentar las bases de un país próspero y autosuficiente. Victoria es principal centro económico, político y comercial del país, además del hogar de un tercio de la población de las Seychelles. Son muchos, pero no se nota. La capital rezuma ese aire ciudad de provincias que la hace acogedora. Y a pesar de que en un primer vistazo puede parecer un poco caótica, bajo la superficie todo funciona, y lo hace perfectamente. Junto a algunas casas de estilo criollo dispersas por la ciudad es la torre del reloj, una réplica pintada en plata de la que se encuentra en Vauxhall Bridge Road de Londres, el emblema de la ciudad desde que llegara a este paraíso en 1903. El mercado Sir Selwyn Selwyn-Clarke es otro de los puntos fundamentales para descubrir la vida en la ciudad, donde los puestos de verduras, especias y pescados parecen acaparar toda la atención. A la salida, y no muy lejos -nada aquí lo está- del mercado se encuentra un diminuto templo hindú que merece la pena visitar entre incienso, cánticos y sonrisas, muchas sonrisas.

Plantación de té

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Observar y degustar el té

En ningún sitio del mundo se puede consumir el té de Seychelles si no es en las propias Seychelles. Establecida en 1962 y ubicada en las impresionantes montañas de Morne Blanc, la única fábrica de té del destino cultiva y fabrica té y lo hace como se hacía hace medio siglo, casi de forma manual; aquí solo el empaquetado es obra de una máquina. A pleno rendimiento hoy en día, la fábrica también ofrece recorridos educativos que demuestran el proceso de elaboración del té, desde el secado hasta el embalaje. Además de un paso atrás en el tiempo, y de la oportunidad de disfrutar de un delicioso té negro con aroma de vainilla, la fábrica también ofrece una espléndida vista panorámica de las laderas occidentales de Mahé. En definitiva, uno de los mejores miradores de la isla.

Mission Lodge

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La historia de Mission Lodge

La tranquilidad y la impresionante belleza natural gobiernan en, posiblemente, uno de los atractivos históricos más notables de Seychelles. Situado justo debajo de la cima de Sans Soucis, el Mission Lodge es hoy solo ruinas de piedra de poca altura, algunas engullidas por el bosque, que recuerdan el lugar que una vez que fue el refugio de un numerosos niños esclavos que fueron liberados tras la abolición de la esclavitud. Construido en 1876 por el London Missionary Society, la mismísima reina Isabel II tomó el té aquí en 1972. Lo hizo en un pequeño pabellón, una especie de mirador, ubicado en lo más alto de la cima, desde donde se puede apreciar la impresionante vista de las verdes laderas de las montañas y el vasto océano azul que todo lo baña en Seychelles.

Takamaka Rum Distillery

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Ron, tradición y diversión

La destilería más pequeña del Índico es también la aventura de una familia que, inspirada por la belleza de la isla y todo lo bueno que da la tierra, se inició hace ya más de 20 años en el mundo del ron. Fueron Richard y Bernard d’Offay quienes desarrollaron una pasión por hacer ron que encarnara la alegría y el espíritu tranquilo de las Seychelles. En 2002, los dos hermanos decidieron destilar y embotellar aguardiente para ellos mismos y sus celebraciones. O eso pensaban. Dos décadas después, aquí se siguen manteniendo los mismos métodos de producción aunque sin dejar de innovar, y probar, a veces de forma imposible, con nuevas mezclas, ingredientes y sabores. La destilería ofrece al viajero una visita de aproximadamente 1 hora y media de duración e incluye, por supuesto, una cata de sus mejores rones y la posibilidad de comprarlos al salir del complejo. De estilo colonial y tamaño muy reducido, Takamaka es un lugar como ningún otro en la isla que bien merece la pena un alto en el camino. Pura diversión.

Jardin du Roi

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Un jardín muy especial

No tiene demasiada presencia en prácticamente ninguna guía de Seychelles, sin embargo este bellísimo jardín de especias mantiene de forma intacta la tradición francesa original del comercio de especias del siglo XVIII. Además de unas magníficas vistas (y dónde no), el jardín cuenta con hileras de enredaderas de vainilla, citronela, canela y otras especias, así como plantas medicinales y endémicas que ofrecen una experiencia real de la naturaleza en su máxima expresión. La visita por el jardín resulta muy enriquecedora, pero nadie debería abandonar Jardin du Roi sin haber probado los deliciosos platos de su café. Con un menú basado al 100% en la gastronomía criolla, aquí se pueden encontrar los platos más auténticos de Seychelles cocinados de la forma más tradicional. Su curry de pescado y el plátano flambeado con ron (de Takamaka, claro) son dos de los más deliciosos de una carta donde resulta prácticamente imposible decidirse.

Victoria