En 20 paradas

Sicilia: Viaje por la isla de los Dioses

La belleza de la Sikelia griega, colonizada luego por romanos, árabes, normandos, suabos y españoles que también dejaron legados artísticos excepcionales, lleva milenios conquistando a sus conquistadores.

1 /16
samuel-ferrara-uNvgvo2cs7k-unsplash. Una isla inspiradora

Photo by Samuel Ferrara on Unsplash

1 / 16

Una isla inspiradora

Los templos dóricos y teatros helenísticos de Sicilia, el esplendor único de los áureos mosaicos de sus catedrales y palacios normandos de ecléctica inspiración árabe-bizantina, la imaginería de su arquitectura barroca, su asombrosa variedad paisajística y la pervivencia de unas tradiciones antiquísimas deslumbraron a los viajeros a partir del siglo xviii. Desde entonces, la fama de esta isla triangular, la Trinacria a la que en 1890 el escritor francés Maupassant tildó en La vida errante de «morada de los dioses y del diablo», no ha cesado de alimentar imaginarios.

Filmada por Visconti, que supo captar conflictos derivados de un historial de violencias y desigualdades, desde su neorrealista La tierra tiembla hasta la maravillosa El gatopardo, la bulliciosa Sicilia sigue ofreciendo hoy la más apasionante de las panorámicas. Exhibe, además, un continuo primer plano de todos sus rostros y edades superpuestos. Y es que recorrer esta radiante, aunque tantas veces sacudida, isla misteriosa tiene mucho de viaje en el tiempo.

shutterstock 1688756359-Cade. Una capital de contrastes

Foto: Shutterstock

2 / 16

Una capital de contrastes

Muy dañada durante los bombardeos de 1943 y el terremoto de 1968, Palermo, la ciudad reverenciada por Goethe e inmersa en rehabilitaciones empeñadas en ganarle la partida a la corrupción inmobiliaria mafiosa, fusiona opulencia y miseria. Aquí cohabitan intactas joyas arquitectónicas junto a maltratadas fachadas palaciegas y elegantes teatros –Coppola ambientó en el Massimo de la plaza Verdi, su operístico cierre de El padrino– con derruidos callejones. Este caótico antiguo enclave fenicio cuenta con espléndidos parques, como el bonito Giardino Inglese –próximo a las mansiones modernistas de la Viale della Libertà–, además del dieciochesco gran Jardín Botánico de la Via Abramo Lincoln, en el viejo barrio árabe de la Kalsa.

Son románticos remansos que contrastan con la algarabía de sus coloridos mercados en los que degustar in situ, al son vocinglero de las abbaniate o reclamos de vendedores, suculentos pescados y tentempiés callejeros de influencias múltiples. El más celebre es el de la Vucciria, gracias al cuadro del antifascista Renato Guttuso, expuesto en el gótico palacio Chiaramonte de la plaza Marina –que alberga asimismo el Museo de la Inquisición–, junto a los enormes ficus del jardín Garibaldi y próximo al precioso oratorio de San Lorenzo.

shutterstock 196704323. Un bello caos de palacios e iglesias

Foto: Shutterstock

3 / 16

El palacio sobre el Ksar

Tal vez el mercado más auténtico sea el de Ballaró, a pocos pasos del magnífico conjunto de plazas, jardines y torres presidido por el Palacio de los Normandos. Edificado en el siglo xii sobre el viejo ksar o castillo de los emires, hoy es sede del Parlamento Siciliano. 

shutterstock 1519371467LaMartorana. La belleza está en el interior... de La Martorana

Foto: Shutterstock

4 / 16

La belleza está en el interior... de La Martorana

La contigua Capilla Palatina, iniciada en 1130 tras la coronación de Roger II y precedida por un patio dotado de tres galerías, consta de un santuario con naves realzadas por increíbles mosaicos de esmalte y pan de oro vidriado que refieren escenas crísticas y episodios del Antiguo Testamento, dominados por un Pantocrátor en su fulgurante cúpula. Una parte de Santa Maria dell’Ammiraglio conserva los mosaicos bizantinos que antes cubrían por entero las paredes y los techos. El sobrenombre de Martorana se lo debe al convento de monjas al que fue cedida en el siglo XV.

Junto al arbolado del palacio de Orleans se sitúa San Giovanni degli Eremiti, iglesia del siglo xii famosa por sus cinco cúpulas rojas de influencia arábiga. Algo más arriba, los palmerales de Villa Bonnano, frente al palacio árabe-normando Sclafani, acercan al paseante a una imponente catedral que acoge sepulcros de soberanos normandos, suabos y aragoneses. Destacan su pórtico gótico catalán y los arabizantes motivos geométricos de sus ábsides.

shutterstock 539770624Palermopretoria. Plazas y museos rebosantes de arte

Plaza Pretoria. Foto: Shutterstock

5 / 16

Plazas y museos rebosantes de arte

Próximas a las barrocas fachadas de los Cuattro Canti se encuentran dos de las más bellas plazas palermitanas: la Pretoria y la Bellini.
La Pretoria está ornada por una renacentista fuente de monstruos y deidades, mientras que la Bellini cuenta con dos iglesias, la Martorana y la de San Cataldo de rosadas cúpulas. Ambos templos son normandos, si bien el primero, que atesora en su parte medieval maravillosos mosaicos bizantinos, presenta posteriores añadidos barrocos, además del campanario renacentista. 

 

Cerca ya del mar se halla el palacio Abatellis, que aloja la Galería Regional de Sicilia, cuyas obras maestras más relevantes son el busto de Leonor de Aragón, la Virgen de la Anunciación de Antonello da Messina y el Trionfo della Morte, asombroso fresco del siglo xv. Al verlo se comprende mejor la obsesión por la muerte de esta no obstante vitalísima ciudad de macabras catacumbas. Otros lugares de enorme interés son el Museo Arqueológico Regional, la villa Malfitano de la Via Dante y el palacio Ganji, donde Visconti rodó el baile de El gatopardo.

iStock-507545991. Monreale, el rey de los alrededores

Foto: iStock

6 / 16

Monreale, el rey de los alrededores

En las cercanías palermitanas sobresalen la estación balnearia de Mondello y la dieciochesca Villa Palagonia (o «de los monstruos») en Bagheria, junto a las ruinas greco-púnicas de Solunto. Algo más alejada, a unos 70 km al este, la costera y encantadora Cefalú merece el desvío por su maravillosa catedral románica de impresionantes mosaicos dorados normandos.

A 8 km al sur, en plena vega de la Conca d’Oro, se sitúa la imprescindible Monreale, cuya catedral, iniciada en 1172 por un Guillermo II deseoso de superar la palermitana Capilla Palatina de su abuelo Roger II, posee los mosaicos dorados más bellos del mundo. En el ábside central destaca un impresionante Cristo Pantocrátor mientras en las naves y el crucero se suceden refulgentes escenas bíblicas que sumergen al visitante en un inmenso y hechizante «baño de oro» visual.

Con sus torres normandas, su ábside de motivos arábigos, sus ornadísimos capiteles y sus dos tronos coronados de mosaicos, este Duomo Patrimonio Mundial es la obra cumbre del arte que sintetizó a Oriente y a Occidente en sus fastuosas creaciones. Conviene subir a las terrazas catedralicias para otear el paisaje y contemplar desde lo alto el espléndido claustro del adyacente convento benedictino, con 94 columnas geminadas de colorida decoración geométrica y capiteles románicos de exuberante fantasía.

shutterstock 1096447265. La medieval Erice

Foto: Shutterstock

7 / 16

La medieval Erice

Rumbo al golfo de Castellammare, merece detenerse en la medieval Carini y su fortaleza normanda. Este litoral rebosa de preciosos pueblos costeros, como la blanca San Vito lo Capo, próxima a la Reserva Natural del Zíngaro, la Terrasini de bonitas playas bajo su acantilado o la deliciosa Scopello.

 

Cerca se encuentra la amurallada Erice, joya medieval aupada sobre el mar en un promontorio a 800 m de altura, fundada, según Virgilio, por el héroe troyano Eneas. En el siglo xii, los normandos levantaron en el monte San Giuliano su fortaleza, rodeada de jardines y apodada el Castillo de Venus, sobre las ruinas de un santuario a la diosa púnica Astarté, reconvertido después en templo a Afrodita. Algunos de sus elementos fueron a su vez reutilizados luego en la construcción de la catedral del siglo xiv. Famosa por sus densas nieblas, la misteriosa Erice –a la que se puede acceder en teleférico desde la vecina Trapani– concentra en su preservado dédalo de callejas la atmósfera de otros tiempos.

shutterstock 1570300711Segesta. Segesta como un hallazgo

Foto: Shutterstock

8 / 16

Segesta como un hallazgo

Pero sin duda el monumento más cautivador de toda esta zona es el maravilloso e intacto templo griego de Segesta, que se alza solitario sobre una loma, en mitad del campo. Erigido en el año 430 a.C., este bellísimo templo dórico con peristilo de 36 columnas sin acanaladuras muestra una excepcional armonía de proporciones. En las laderas de una colina cercana hay también un teatro romano, que en verano acoge un excelente festival.

 

Antes de llegar a Agrigento, las ruinas griegas de Selinunte –las metopas de sus templos dóricos se exhiben en el Museo de Palermo–dan idea del esplendor de la ciudad destruida durante la segunda guerra púnica. La contigua Marinella ofrece además el atractivo de sus vastísimas playas. Patrimonio de la Humanidad, el espectacular Valle de los Templos de Agrigento o antigua Akragas, ciudad natal del filósofo griego Empédocles y del dramaturgo Luigi Pirandello, premio Nobel nacido en el villorrio de Caos, ha opacado las riquezas medievales y barrocas de su empinado centro metropolitano de vibrante pasado garibaldino.

My Player placeholder

Este mítico Valle, visible desde la agradable Viale della Vittoria agrigentina, es un conjunto increíble de templos griegos del siglo v a.C. (varios fueron destrozados por fanáticos cristianos), entre los que destaca el perfectamente conservado de la Concordia, uno de los mejores de la Antigüedad. El de Heracles es el más arcaico. Los restos del de Zeus Olímpico muestran que antaño debió de ocupar un enorme perímetro. El de los Dioscuros se sitúa junto al maravilloso y antiquísimo jardín de la Kolymbetra, creado según Diodoro Sículo en el 480 a.C. y reconvertido durante el Medievo en huertos eclesiásticos. Por fortuna, el Fondo Italiano por el Medio Ambiente lo rescató de su abandono a fines del siglo xx. Y hoy este frondoso edén de frutales, olivos, cipreses, sauces y muchas otras especies arbóreas se extiende a lo largo de cinco hectáreas.

En el Valle de los Templos también se encuentra una necrópolis paleocristiana excavada en las rocas y un barrio helenístico-romano frente a su Museo Arqueológico Regional. Este expone hallazgos locales y piezas tan notables como el marmóreo efebo de Agrigento y el enorme telamón o atlante, procedente del Olimpeion, el templo de Zeus Olímpico en Atenas.

El Valle de los Templos de Agrigento

9 / 16

El Valle de los Templos de Agrigento

Este mítico Valle, visible desde la agradable Viale della Vittoria agrigentina, es un conjunto increíble de templos griegos del siglo v a.C. (varios fueron destrozados por fanáticos cristianos), entre los que destaca el perfectamente conservado de la Concordia, uno de los mejores de la Antigüedad. El de Heracles es el más arcaico. Los restos del de Zeus Olímpico muestran que antaño debió de ocupar un enorme perímetro. El de los Dioscuros se sitúa junto al maravilloso y antiquísimo jardín de la Kolymbetra, creado según Diodoro Sículo en el 480 a.C. y reconvertido durante el Medievo en huertos eclesiásticos. Por fortuna, el Fondo Italiano por el Medio Ambiente lo rescató de su abandono a fines del siglo xx. Y hoy este frondoso edén de frutales, olivos, cipreses, sauces y muchas otras especies arbóreas se extiende a lo largo de cinco hectáreas.

En el Valle de los Templos también se encuentra una necrópolis paleocristiana excavada en las rocas y un barrio helenístico-romano frente a su Museo Arqueológico Regional. Este expone hallazgos locales y piezas tan notables como el marmóreo efebo de Agrigento y el enorme telamón o atlante, procedente del Olimpeion, el templo de Zeus Olímpico en Atenas.

iStock-1289287913. La magnífica Scale dei Turchi

Foto: iStock

10 / 16

La magnífica Scale dei Turchi

A 3 km de Agrigento se halla la extensa playa de Capo di Bianco, bajo los vestigios arqueológicos de Eraclea Minoa. Pero aquí sorprende sobre todo la majestuosidad del acantilado de marga blanca llamado Scala dei Turchi, extraña formación geológica escalonada que en su día aprovecharon supuestamente los piratas sarracenos.

iStock-1277400723. El epítome de los mosaicos

Foto: iStock

11 / 16

La villa (romana) de los bikinis

Muy cerca de ahí, en la Porto Empedocle desde donde embarcarse hacia las islas Pelagias, nació el escritor Andrea Camilleri, que en 1947 escoltó desde Roma, junto con otros estudiantes sicilianos, el regreso de las cenizas de Pirandello a su ciudad natal. Los entusiastas de las adaptaciones televisivas de sus novelas tienen ahora, por cierto, la posibilidad de alojarse en la «casa» playera de su comisario Montalbano (apellido que homenajea a Vázquez Montalbán), en Punta Secca.

De camino a Siracusa, a mi juicio la ciudad más bella de toda Sicilia, merece la pena desviarse hacia Piazza Armerina, localidad interior poseedora de una espléndida catedral barroca, para visitar la cercana Villa Romana del Casale. Magníficamente conservada, destaca por su decoración y los mosaicos polícromos de su pavimento, que exhiben escenas muy diversas, inspiradas de la mitología o de los placeres de una rica y refinada existencia. Es famosa su sala de las Ragazze in bikini, en realidad jóvenes gimnastas con el habitual dos piezas deportivo romano.

iStock-1168641186. La bella (y caprichosa) Siracusa

Foto: iStock

12 / 16

La bella (y caprichosa) Siracusa

Tras disfrutar de las barrocas Ragusa y Noto, la deslumbrante Siracusa que antaño rivalizara con Atenas nos introduce en el dominio de la más extrema belleza. Esta joya costera, ciudad natal del genial inventor y matemático Arquímedes –el museo dedicado a sus descubrimientos se halla en el palacio Pupillo de la plaza Archimede–, despliega una increíble cantidad de tesoros góticos y barrocos. Su intacto casco histórico, rebosante de encanto y alegría de vivir, se sitúa en la romántica isla de Ortigia, unida a la urbe moderna por el Ponte Nuovo. Pasear sin rumbo por entre sus calles jalonadas de incontables palacios, tales los de la Via della Maestranza, supone un mágico retroceso en el tiempo.

iStock-1057458790. Esplendor barroco... y mucho más

Foto: iStock

13 / 16

Esplendor barroco... y mucho más

La extraordinaria plaza del Duomo, con su catedral barroca de reaprovechados elementos griegos y normandos y sus palacios del Bosco y del Senado –este último conserva en su sótano los restos de un templo jónico dedicado a Artemisa–, o el Castello de Maniace, imponente fortaleza al sur del istmo, construida en el siglo xiii por el suabo Federico II, constituyen solo la punta visible de este soberbio gran núcleo artístico.

Célebre por sus tiranos y fundada por griegos de Corinto ocho siglos antes de Cristo, la Syrako que incendiaba las naves de sus atacantes mediante los «espejos ardientes» de Arquímedes, sigue cultivando hoy sus papiros en Ortigia. En un palacio de la Via Nizza está el Museo del Papiro, algo más arriba de la Galleria di Bellomo, sede de notables colecciones pictóricas y escultóricas.

GettyImages-668602525. Una Neapolis junto a Siracusa

Foto: Getty Images

14 / 16

Una Neapolis junto a Siracusa

Al norte de la ciudad que obsesionó a Platón, fuera ya de Ortigia, se sitúa la insoslayable Neapolis, el gran Parque Arqueológico siracusano y uno de los lugares más visitados de toda la isla de Sicilia.

En su colosal teatro griego de

138 m excavados en la roca y 66 filas de gradas, con cabida para más de 15.000 espectadores, estrenaron sus obras Esquilo y Píndaro. Obras que vuelven a representarse aquí cada mayo y junio, durante el Festival de Teatro Clásico. Construido por el arquitecto Damocope en el siglo v a.C., fue reutilizado por los romanos para sus juegos circenses antes de la creación de su propio gran anfiteatro vecino, también muy notable y de época imperial.

Al norte está la Latomía del Paradiso, antigua cantera que hoy alberga un maravilloso jardín de magnolios, cítricos y palmeras y las cuevas calcáreas antaño usadas como calabozos. La más afamada y laberíntica es la conocida como «la oreja de Dionisio», nombre dado por el pintor Caravaggio tras conocer la leyenda según la cual el tirano Dionisio el Viejo disfrutaba allí de los lamentos de sus prisioneros. No se debe en ningún caso abandonar la zona sin visitar el Museo Arqueológico Paolo Orsi, situado en el jardín de la Villa Landolina. Posee colecciones escultóricas y cerámicas procedentes de la Sicilia griega y los hallazgos del arqueólogo Orsi. Una de las obras maestras del museo es su Venus Anadiomena, elogiadísima por Maupassant.

GettyImages-995790610Ex. El indiscutible magnetismo del Etna

Foto: Getty Images

15 / 16

El indiscutible magnetismo del Etna

La excursión al volcán Etna, el mayor y más activo de Europa, mítica fragua del Hefesto griego forjador de las armas del Olimpo, es otro impostergable del viaje. Con sus cambiantes 3400 m de altura, sus cuatro coléricas bocas en las nieves de su cima y sus fértiles laderas, esquiables en invierno y productoras de mieles –son famosas las frutales de Zafferana Etnea–, pistachos, cítricos y vides, que tanto contrastan con sus infernales parajes de lava de las cumbres, este peligroso gigante deja sin aliento.

Desde Catania, reedificada con piedra volcánica tras varios seísmos y desastres eruptivos, cuya bonita avenida Etnea posibilita evacuaciones a través de sus plazas aledañas, sale el tren Circumetnea, que recorre el parque natural y sus poblaciones. Pero lo mejor es abordar este mítico volcán con el Funivia dell’Etna, funicular que sale del Refugio de Sapienza, accesible por carretera desde Nicolosi. Sus cabinas ascienden a 2500 m en un trayecto de excepcionales vistas. Desde allí hay rutas a pie o en todoterreno, entremedias de los vapores sulfurosos y las coladas hasta el borde de los cráteres.

shutterstock 540227212Taormina. La guinda 'belle époque' en Taormina

Foto: Shutterstock

16 / 16

La guinda 'belle époque' de Taormina

Este viaje por Sicilia culmina en la cosmopolita Taormina, población costera con un teatro griego erigido sobre una espléndida bahía frente al volcán. Orgullosa de su Festival Internacional de Cine, de sus palacios góticos y de la animación de su Corso Umberto I, Taormina goza de justa fama desde la belle époque.