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South Luangwa: el safari más alternativo de África

Sin la masificación del Serengeti, el asfalto del Kruger ni apenas cobertura. Es la joya natural de Zambia.

Fauna salvaje, infinitas sabanas, adrenalínicas vivencias, épicos atardeceres, cielos plagados de estrellas... Todo esto forma parte del imaginario colectivo asociado a un safari. Pero si el destino es South Luangwa la experiencia no es que cambie, es que mejora hasta cotas inimaginables.

 

Dos razones encabezan la lista de motivos para escoger este parque nacional: es uno de los grandes santuarios naturales de África y la cuna de los safaris a pie. Pero hay más. Cuenta con los mejores guías del continente y en su horizonte, que se extiende a lo largo de 9.059 kilómetros cuadrados, no hay escuadrones de jeeps ni multitudes blandiendo palos de selfie. Y además está en Zambia, una república subsahariana ajena a los conflictos que se viven más allá de sus fronteras, en la que conviven más de 70 etnias, donde todo discurre a ritmo pole pole –léase despacio– y los días siempre resultan insuficientes.

 

Y es que en South Luangwa la vida es un continuo proceso de aprendizaje, un viaje lleno de primeras veces en el que el extraño es quien lleva un visado en su pasaporte.

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Foto: Istock

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Sin filtros

Aunque por tamaño es la mitad que otros parques nacionales del sur de África, los paisajes de South Luangwa, en los que el hombre sigue estando en franca minoría, no decepcionan. Sabanas salpicadas de solitarios baobabs, tupidos bosques, monumentales mopanes, espinas de invierno y tamarindos, curiosas especies como el árbol de las salchichas... Y un caprichoso y sinuoso afluente del gran Zambeze que además del nombre le da la vida al secreto mejor guardado de Zambia.

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El Luangwa, cauce de biodiversidad

Fértiles orillas, serpenteantes meandros, grandes crecidas que actúan como barrera natural en temporada de lluvias, y brazos fluviales que se adentran en las praderas dejando un rastro de lagos y charcas. Así es la fisonomía del Luangwa, el río más virgen de África, que alimenta uno de los ecosistemas más ricos del planeta. Una cambiante corriente de agua perfilada por cenagosas riberas que enmarcan impactantes escenas de vida y muerte al llegar la estación seca.

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Navegando en territorio hipo

Una espectacular forma para empezar a descubrir la brutal belleza del parque es surcar las aguas del Luangwa. Deslizándose silenciosamente por su lecho, el viajero podrá acercarse a la mayor población de hipopótamos de África. Pero estos voluminosos mamíferos, que juegan al despiste sumergiéndose en cuanto ven una cámara, no están solos. También hay búfalos y elefantes que se acercan a beber, multitud de aves y cocodrilos que parecen surgir de la nada. Y lo mejor, gracias a la ausencia del turismo de masas, no se inquietan ante la presencia del hombre y se comportan de forma natural.

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Cuna de los safaris a pie

Detrás de este presente hay una historia que merece ser contada. La de Norman Carr, el padre de los safaris a pie. Un avezado cazador que, tras trabajar como oficial de control de elefantes en unos años el que los safaris eran puro rastreo y caza, decidió cambiar las reglas de juego. No fue fácil pero Carr consiguió convencer a las tribus del valle de que podían mejorar su situación económica protegiendo, en vez de matando, la rica fauna de South Luangwa. Así fue como en 1950 creó la primera compañía de safaris fotográficos de Zambia marcando el rumbo que tomaría el futuro parque nacional: ofrecer experiencias sostenibles que redundan en el desarrollo de las comunidades locales.

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En coche ves África, a pie sientes África

No lo decimos nosotros, lo afirma Lawrence Banda, un apasionado guía del parque. Y es cierto. Observar a los animales sin la coraza del todoterreno es una experiencia sobrecogedora. Un impredecible folio en blanco que solo obedece a las ancestrales leyes de la supervivencia. El pulso se acelera con el cambio de perspectiva. El miedo se difumina tras la sombra del ranger, y la excitación inicial da paso a un diálogo, primitivo como pocos, entre quien camina y la tierra que pisa. Así, paso a paso, toma sentido aquello que se conoce como la llamada de África. De cerca. Cara a cara.

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El safari más salvaje de la tierra

A pesar de ser menos conocido que sus vecinos de Botswana o Tanzania, el Parque Nacional South Luangwa es único por la variedad y densidad de su fauna. Único porque da cobijo a la mayor concentración de leopardos de África, es de los pocos lugares en los que se pueden ver perros salvajes, y porque cuenta con todos los grandes pesos pesados que uno espera encontrar en un safari a excepción del rinoceronte. Leones, elefantes, hipopótamos y magníficos ejemplares del peligroso búfalo del Cabo comparten espacio con otras 60 especies entre las que destacan 14 tipos de antílopes, cocodrilos, colonias de babuinos y los esquivos facóqueros -'pumbas' para los amigos-, que aparecen y desaparecen entre la exuberante vegetación de la temporada de lluvias. ¿El safari definitivo? Sin duda.

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Especies endémicas

Una de las estrellas del parque es la majestuosa jirafa de Thornicroft, reconocible por el singular patrón de su pelaje, que solo habita en el valle del Luangwa. Pero esta subespecie del animal más alto del mundo no es la única joya de la fauna zambiana. La cebra de Crawshay y el ñu de Cookson también comparten el título de especies endémicas.

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A vista de pájaro

Las aves del parque también son extraordinarias y su avistamiento es otra razón de peso para viajar hasta aquí. Se han documentado más de 400 especies –39 de ellas rapaces y 47 migratorias– y es fácil ver grandes ejemplares de águilas, cálaos, cigüeñas y colonias de garzas, además de otros clásicos de la avifauna africana como el abejaruco, el martín pescador, la carraca lila, el alcaraván acuático, la jacana o el francolín de Swainson.

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Atardeceres de escándalo

Nadie ha sido capaz de traducir al verbo la belleza de un atardecer en South Luangwa. Ni con manidas hipérboles ni tirando de los típicos tópicos. Basta decir que su mera evocación es un potente imán para todos los que llegan a Zambia. Que el primero puede conmover hasta hacer manar una lágrima y que el resto son dosis de una inefable transfusión de emociones. De las buenas, de esas que dejan su impronta bajo la piel. ¿El mayor espectáculo de África? Probablemente.

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Safaris nocturnos

Los safaris diurnos no cierran el baile de sorpresas. Al contrario. Al llegar la noche despierta otra África, más misteriosa y dramática si cabe. Empieza la fiesta de los grandes depredadores. Un espectáculo iluminado por los focos del jeep y protagonizado por esquivos leones, perros salvajes, hipopótamos que salen a pastar en tierra firme, pequeñas manadas de elefantes que barritan en la oscuridad y grupos de impalas que velan por su supervivencia. De vuelta al campamento, el oído toma el relevo a una vista cansada de esforzarse para intentar descifrar el lenguaje de la selva. El rugido de un león en la distancia, un hipopótamo pastando al lado de la tienda... La vida continúa bajo la impoluta bóveda celeste del valle del Luangwa.

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Furtivos, el rostro más cruel

En la trastienda de South Luangwa se esconde otra realidad mucho menos amable: la caza furtiva. Una práctica culpable, entre otras muchas atrocidades, de la desaparición de los rinocerontes y de que el número de elefantes se haya reducido considerablemente. Y es que, aunque pocos recuerdan aquella colonia británica llamada Rodesia del Norte que animaba al hombre blanco a cazar en suelo africano, el eco de este aciago pasado sigue siendo letal para muchas especies. Cacerías legales, mafias -en su mayoría asiáticas- que atribuyen facultades sanadoras a especies protegidas, países que permiten las importaciones de trofeos de caza... Una epidemia devastadora que asociaciones conservacionistas como la CSL (Conservation South Luangwa) tratan de frenar retirando trampas -más de 10.000 desde el 2005- y curando a los animales heridos.

Foto: Murberry Mogoose

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Murberry Mogoose: las joyas de la vida

¿Puede esta barbarie convertirse en algo bello? La respuesta está en las manos de las trabajadoras de Mulberry Mongoose, un taller situado a las afueras de Mfuwe en el que crean joyas inspiradas en la naturaleza. Su labor no es solo un ejercicio de empoderamiento que revierte en una zona castigada por el desempleo y la desigualdad de género. Es un canto a la vida ya que parte de las ventas se destinan a apoyar el trabajo de las patrullas que custodian el presente y protegen el futuro del parque. Su colección más aplaudida es Snare Wire, preciosos collares, pendientes y brazaletes que elaboran moldeando el alambre de las trampas de los furtivos.

Foto: Alicia Bea

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Chinzombo Camp: naturaleza y lujo cinco estrellas

Ver amanecer desde una preciosa villa con piscina, desayunar junto al río, tomar un cóctel al caer el sol, cenar con un hipopótamo pastando a tus pies... Todo esto y mucho más es posible en el galardonado Time + Tide Chinzombo, una elegante y sostenible base de operaciones para descubrir South Luangwa que recoge el legado de Normar Carr y se mimetiza con el vergel natural que la rodea. Un plus: la oportunidad de conocer algunos de los proyectos que financia esta compañía especializada en safaris de lujo. Como el Club de Chicas de la escuela Yosefe, en el que las jóvenes comprueban que hay alternativas para huir de los estereotipos que amenazan a las mujeres de la Zambia rural. Pero que ningún bolsillo se asuste: en el parque también hay campamentos más sencillos para explorar esta incólume región que concentra toda la magia de África y algo más.