Desde Tahití a las islas Marquesas y las Tuamotu

Viaje por el paraíso de coral de Tahití y sus islas

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JULIEN BOISSIERES

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Oasis en medio del océano

El arrecife de coral que rodea las islas forma una laguna de aguas calmas y poco profundas que queda protegida de las corrientes del Pacífico.

DAMIEN GOBRON

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Papeete

La capital tahitiana es fácil de recorrer en un solo día. En la imagen, los jardines de la iglesia evangélica cerca de la avenida marítima.

VINCENT POMMEYROL

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Tahití

Según la leyenda, las tres cascadas de Faaurumai brotaron para proteger a dos amantes que huían. Situadas a 22 km de Papeete, son de fácil acceso.

STONE PETER / GETTY IMAGES

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Rangiroa

Es el mayor atolón de las Tuamotu. 240 islotes rodean su mar interior o laguna, que mide 68 km de largo por 25 de ancho.

PAUL CANGEMI

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Tuamotu

El atolón de Fakarava, en las islas Tuamotu, es como un gigantesco acuario de arena rosada y frondosos cocoteros.

MLENNY / GETTY IMAGES

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Fakarava

Reserva de la Biosfera de la Unesco por su valor ecológico, este atolón es ideal para conocer los tesoros naturales de la Polinesia.

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Tradiciones

Las guirnaldas de flores son tradiciones comunes a los cinco archipiélagos.

RAIATEA ARCURI

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Nuku Hiva

Con sus montañas volcánicas tapizadas de bosque tropical, es una isla perfecta para realizar rutas a pie, a caballo y en todoterreno. Es, junto a Hiva Oa, la más visitada de las Marquesas.

Mapa: BLAUSET

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Tres archipiélagos indispensables

1 Tahití. Es la mayor de las islas de la Sociedad. Aquí se halla Papeete, capital de la Polinesia Francesa. Entre sus atractivos destacan las cascadas de Faaurumai, el museo Gauguin de Maiatea y las playas para surfistas.
2 Islas Tuamotu. Los atolones de Rangiroa, Fakarava y Tikehau son los más exuberantes y de mayor valor ecológico. Este archipiélago es un destino ideal para practicar submarinismo o bucear con gafas y tubo.
3 Islas Marquesas. Su rasgo más identificativo es el paisaje volcánico y selvático, surcado por pistas y sendas. Conservan vestigios arqueológicos y la tumba de Gauguin (Hiva Oa). Se hallan a tres horas de vuelo de Tahití.

 

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Su ubicación donde terminan todos los mapas, sus paisajes volcánicos y las costumbres de sus gentes alimentaron la fantasía de pintores, escritores y eruditos que, desde el descubrimiento del archipiélago en el siglo XVIII, plasmaron en sus obras el exotismo de este rincón del Pacífico. Hoy la fascinación por estas 118 islas sigue atrapando con la misma intensidad que entonces.

La puerta de entrada a la Polinesia Francesa suele ser Papeete, en Tahití, la bulliciosa capital de las islas. En 1891 Gauguin, después de 63 interminables días de navegación, se instaló precisamente en esta ciudad de arquitectura colonial que, excepto por el tráfico, no debía de ser muy distinta de lo que es hoy. Allí estaban ya el Boulevard Pomare –la dinastía Pomare reinó desde 1790 hasta 1880, cuando Francia se anexionó las islas–, el templo Paofai, que sigue siendo uno de los edificios más altos de la ciudad, y la catedral de Notre Dame, construida con piedra y otro material que aquí se tiene muy a mano: el coral. Por entonces también existía el animado mercado de Papeete. Además de ser un buen escaparate de frutas y pescados multicolores, es el mejor lugar para adquirir artesanía, desde ukeleles y pareos hasta perlas negras, auténtico símbolo polinesio.

A 22 kilómetros de la capital por la carretera que circunda Tahití, alcanzamos las tres cascadas de Faaurumai, uno de esos rincones que recuerdan por qué a la Polinesia se la considera un paraíso. Estos tres saltos de agua, rodeados de helechos esmeralda y accesibles por un camino entre castaños autóctonos, tienen un origen legendario: dos brotaron para ocultar a la princesa Faùai y a su enamorado Ivi, y la tercera cayó encima de los soldados que los perseguían.

En 1891 Gauguin, después de 63 interminables días de navegación, se instaló precisamente en esta ciudad de arquitectura colonial que, excepto por el tráfico, no debía de ser muy distinta de lo que es hoy

Siguiendo la costa 40 kilómetros rumbo sur se llega a Mataiea, donde volvemos a encontrarnos con la figura de Gauguin, que se instaló aquí entre 1891 y 1893. Cerca de la población y en el centro de un jardín de exuberante vegetación, un museo dedicado al artista exhibe enseres personales y reproducciones de las obras que pintó durante su estancia, como Vahine no te vi, Ia Orana Maria y Parau Aki. El paraíso tahitiano que le embrujó aún existe en enclaves cercanos a Mataiea. Son el manantial de Vaimaa, los jardines de Vaipahi, las grutas de Maraa y las montañas del interior, lugares que el pintor dejó descritos en la crónica de su primer viaje a Polinesia: Noa Noa (1893).

Aparte de Tahití y del archipiélago de las Islas de la Sociedad al que pertenece, otros cuatro grupos de islas más (Tuamotu, Marquesas, Gambier y Austral) conforman este territorio de ultramar francés hecho de agua y coral. Para impregnarse a fondo de su belleza hay que visitar las Tuamotu, 76 atolones que a modo de cuadro puntillista se esparcen a lo largo de 900 kilómetros cuadrados. El primer europeo que las pisó fue Fernando de Magallanes en 1591, cuando se hallaba atravesando el océano Pacífico y topó por casualidad con Fakahina, uno de estos anillos de arena.

A las Tuamotu conviene acercarse por mar, igual que los exploradores del pasado, aunque también es posible llegar desde Papeete, a una hora de vuelo. Desde la proa de la embarcación se goza de la misma visión perfecta que debieron de tener aquellos navegantes: aguas turquesa, palmeras e infinitas playas de arena blanca y rosada. Los cerca de 15.000 habitantes de las Tuamotu se concentran en cuatro islas (Fakarava, Manihi, Rangiroa y Tikehau) y la mayoría se dedican a la extracción del aceite de copra del coco y al cultivo de la preciada perla negra; aunque también hay iniciativas curiosas, como los viñedos rodeados de cocoteros que crecen en Rangiroa, con los que se elaboran vinos tintos, rosados y blancos.

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La visita a los viveros de perlas del atolón de Tikehau ilustra sobre el proceso de cría y recolección de esta joya azabache. La intervención humana en el proceso natural, que se realiza desde la década de 1960, ha conseguido que el fruto de la Pinctada margaritifera sea más redondo, más grande y de mayor calidad que el que produciría la ostra por sí sola.

Las aguas de las Tuamotu destacan sobre todo por la pureza y transparencia de sus aguas y por la extraordinaria riqueza de su ecosistema marino, declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco. El oceanógrafo y cineasta Jacques-Yves Cousteau (1910-1997) dedicó una de sus expediciones científicas a Tikehau y definió la vida en sus fondos como «el mayor banco de peces del mundo». No hace falta embarcarse en una expedición para descubrir los tesoros submarinos de las Tuamotu: la excursión en lancha a Tehatea permite avistar delfines; la que lleva a Tetamanu, nadar entre peces napoleón; y en el paso Garuae es posible bucear entre la laguna interior y el mar abierto.

Un vuelo de tres horas y media nos traslada a otro archipiélago maravilloso de la Polinesia Francesa. Alejadas geográfica y culturalmente del resto, las islas Marquesas ofrecen un paisaje radicalmente opuesto al de las Tuamotu. Más primario cabría decir. Según Charles Darwin, si los anillos de arena de Fakarava y Tikehau son la última etapa en el proceso de desaparición de un volcán contorneado de coral y hundido en el mar, las Marquesas están en una fase anterior porque aún conservan picos volcánicos. De ahí que su paisaje sea tan variado y que pueda ofrecer un abanico de actividades tan amplio, desde senderismo y rutas a caballo, hasta submarinismo y observación de aves como el pahi, el martín pescador de las Marquesas. De las once islas del archipiélago, solo seis están habitadas. Las que reciben más visitas son Nuku Hiva, con valles selváticos, altiplanos áridos y restos arqueológicos; y Hiva Oa, último hogar de Gauguin y donde ahora se halla su tumba y la del cantante belga Jacques Brel (1929-1978).

Los tatuajes son un poderoso signo de identidad en las Marquesas


Antes que ellos, Robert Louis Stevenson, autor de La isla del Tesoro (1883) había definido Hiva Oa como «el lugar más encantador de la tierra y también el más siniestro y tenebroso», quizá movido por el aguerrido aspecto de sus tatuados habitantes. Aún hoy los tatuajes son un poderoso signo de identidad en las Marquesas; sus intrincados dibujos se transmiten de generación en generación, expresando el lugar de procedencia y la historia del individuo que los luce.

Las Marquesas son un reducto de la tradición polinesia, por los tatuajes y también por los restos arqueológicos: tikis (estatuas de piedra), meaes (templos) y tohuas (plazas ceremoniales) emergen entre la vegetación, al borde de un cráter o asomados al mar. Los vestigios más impresionantes se hallan en las islas Nuku Hiva, Uu Huka y Hiva Oa. Atuona, la población donde Gauguin pasó sus últimos meses en 1903 y donde se halla su tumba y la de Brel, puede ser un emotivo final de viaje.

MÁS INFORMACIÓN
Documentos: pasaporte (electrónico si se vuela vía Los Ángeles).
Idiomas: francés y tahitiano.
Moneda: franco del Pacífico (FCFP).
Horario: 12 horas menos.

Cómo llegar y moverse: Desde España se tardan unas 20 horas en alcanzar Tahití. La vía más rápida es volar primero a Los Ángeles (EE UU), ciudad con conexiones diarias a Tahití (8 horas de viaje). Para recorrer varias islas es recomendable el «Air Pass» de Air Tahiti. Hay un vuelo diario desde Papeete a Fakarava y Rangiroa (Tuamotu), y a Nuku Hiva y Hiva Oa (Marquesas). El crucero de carga y pasajeros Aranui visita todas las islas. Una vez en tierra, se pueden alquilar motos, coches y bicicletas.

Turismo de Tahití