Siglos de historia impregnan la Part Alta de Tarragona, el barrio antiguo de la ciudad. Sus piedras aún nos hablan de cómo Tarraco, fundada en 218 a.C., acabó siendo una de las urbes más importantes del Imperio romano. El mismísimo Augusto residió en ella durante dos años para dirigir las campañas en la franja cantábrica. Aquella fue la única ocasión en que un emperador vivió fuera de Roma. Augusto la convirtió en la capital de la Hispania Citerior y la dotó de excelentes obras e infraestructuras.
Tras 500 años de presencia romana, la ciudad fue asaltada por las tribus bárbaras y posteriormente abandonada hasta su repoblación en la Edad Media. Los nuevos habitantes aprovecharon los muros y adoquines de la antigua Tarraco para reconstruir el lugar, pero todavía quedan muchos vestigios de la que fuera la capital imperial.