
El centro histórico de Toledo se asienta en una colina que, con la imponente mole del Alcázar, desciende hasta la ribera del río Tajo. Allí convivieron durante siglos musulmanes, judíos y cristianos, cuyo legado múltiple es aún perceptible donde quiera que se mire, desde sus monumentos a sus delicias gastronómicas. Llamada desde entonces la Ciudad de las Tres Culturas, estas capas de historia superpuestas han convertido a la actual capital manchega en un enclave de patrimonio impresionante.
La Puerta de Bisagra, de origen medieval aunque ampliada en estilo renacentista en 1550, es la entrada principal a Toledo. Desde allí los callejones empinados del centro conducen entre hileras de casas bajas y piedras saturadas de historia. Mezquitas, sinagogas e iglesias conviven apenas a unos pasos, aunque quizá lo más llamativo de estos edificios sean las influencias artísticas que legaron sus distintas confesiones.
Paseo por la Judería
Uno de estos ejemplos es la sinagoga del Tránsito, que se erige en un silencioso pasadizo de la Judería toledana, cerca de la casa en la que El Greco vivió desde 1585 hasta su muerte en 1614. Aunque por su nave única la sinagoga podría parecer una capilla cristiana, en la decoración sigue los preceptos judíos que prohíben las representaciones humanas, y las sustituye por motivos vegetales. Construida en 1360 y transformada en templo cristiano tras la expulsión de los judíos en el siglo XV, desde 1964 alberga el Museo Sefardí.
A poca distancia por la calle de los Reyes Católicos, aparece la sinagoga de Santa María la Blanca que vivió una historia parecida. Creada en el siglo XII con cinco naves separadas por arcos de herradura, también fue convertida en iglesia. Cierra este triángulo artístico la mezquita del Cristo de la Luz, situada en el norte de la ciudad frente a la Puerta del Sol. Se trata de una preciosa edificación islámica del año 980 (cristiana desde el siglo XIII) que, tras una remodelación reciente, acoge un museo con vestigios que se remontan a la época de la romana Toletum (siglo II a.C.)
Desde la Judería se prosigue en dirección al puente de San Martín hasta desembocar frente al monasterio de San Juan de los Reyes, uno de los mejores ejemplos de estilo gótico isabelino.
Esplendor isabelino
Concluido en 1496, el recinto fue un encargo de los Reyes Católicos para celebrar sus victorias. Destaca la fachada y el precioso claustro de dos pisos, cuyos techos están decorados con los emblemas reales del yugo y las flechas, por la grafía antigua de Ysabel y Fernando.
Tras el brillo arquitectónico de San Juan de los Reyes, el paseo continúa hacia el corazón de la ciudad, más vital y lleno de obradores de mazapán, mesones donde degustar guisos de perdiz o de venado, y tiendas de artesanías como la espadería y el damasquinado. En el camino se pasa por las plazas del Conde, con la iglesia de Santo Tomé (siglo XIII); la del Salvador, cuyo subsuelo abovedado ha sido convertido en centro cultural; y la plaza del Ayuntamiento, donde la casa consistorial se erige junto al palacio Arzobispal y la catedral.
Como en otros casos, los orígenes de la catedral toledana se remontan a una mezquita anterior que, tras la toma de la ciudad por Alfonso VI de León y Castilla en 1085, fue convertida al culto cristiano. Dos siglos después, bajo el reinado de Fernando III el Santo, se inició la catedral que hoy se contempla. Obra inmensa de piedra blanca, destaca por la yuxtaposición de estilos y la acumulación de obras de arte que decoran capillas, naves, coro y sacristía, cuyas salas acogen el museo catedralicio.
A pocos pasos de Santa María la Mayor se abre el ágora más bulliciosa de Toledo, la plaza de Zocodover, donde se celebraban las ferias medievales de ganado. En ella arranca la Cuesta de Armas que primero acerca al Museo de Santa Cruz –edificio plateresco donde se exhiben obras del Greco y tapices flamencos– y culmina en el Alcázar, emblema de Toledo construido por Carlos V en 1535, y hoy sede del Museo del Ejército.
Para despedirse de la ciudad se aconseja contemplarla desde alguno de sus puentes. La imagen tal vez sea muy similar a la que veían los viajeros del siglo XVI. Entonces Toledo ya contaba con todos sus iconos y, tras ceder la capitalidad imperial a Madrid (1563), había empezado a recuperar la atmósfera tranquila de una típica ciudad castellana.
PARA SABER MÁS
Cómo llegar: Toledo se sitúa 70 km al sur de Madrid, ciudad con la que está conectada por la autovía A-42 y también por el tren Ave en 25 minutos de trayecto.
A tener en cuenta: Oficina de Turismo, junto a la Puerta de Bisagra (Tel. 925 220 843). Toledo tiene un Parador
Web de Paradores Nacionales de Turismo
Web Oficial de Turismo de Toledo