Tras los pasos del Quijote por tierras manchegas

Mito e historia se funden en esta ruta sembrada de molinos y castillos

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Consuegra

Sobre el cerro Calderico se asienta una ristra de molinos de viento dominados al fondo por el contundente castillo de La Muela (siglo XII).

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Campo de Criptana

Este pueblo de calles empedradas fue el mayor centro de molienda de La Mancha. Conserva una decena de molinos.

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La Cueva de Medrano, en Argamasilla de Alba

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Belmonte

Desde su soberbio recinto amurallado se contempla el blanco caserío de Belmonte. Sobresale la iglesia colegial de San Bartolomé, edificada en el siglo XV.

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Tembleque

La emblemática plaza Mayor (siglo XVII) fue diseñada con corredores en dos alturas superiores para poder ver las corridas de toros.

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Olivares en Mora, a las puertas de los Montes de Toledo

Mapa: BLAUSET

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Tramos esenciales de la Ruta del Quijote

• De Consuegra a Campo de Criptana. El inicio del viaje discurre por la llanura manchega, aquí surcada por el río Gigüela que riega olivares y campos de cereales.

• De Alcázar de San Juan a Belmonte. La etapa encadena castillos, lagunas y algunos de los pueblos que aparecen en las historias quijotescas.

• De Villacañas a Toledo. El paisaje rural predomina hasta Mora, final de la Ruta del Quijote. Acabar en Toledo, la capital manchega, es un buen complemento.

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Recorrer las tierras manchegas siguiendo alguna de las etapas de

supone realizar un viaje en el tiempo que combina tradición, arte, naturaleza y gastronomía. Este recorrido, declarado en 2007 Itinerario Cultural Europeo, permite visitar La Mancha y a la vez seguir fácilmente las correrías del «caballero de la triste figura» y su inseparable Sancho Panza, ambos protagonistas del

, una de las obras cumbre de la literatura universal, que fue escrita por

en el siglo XVII.

El mapa de la excursión tiene Consuegra como punto de partida. Esta localidad de origen romano invita a pasear por rincones como el cerro Calderico, donde se ve un puñado de molinos de viento que se han convertido en el icono de estas comarcas. Junto a los molinos se erige el castillo de La Muela (siglo XII), majestuoso centinela erigido durante la Reconquista, entre cuyos muros murió en 1097 don Diego, hijo del Cid Campeador.

Olivares y cultivos acompañan en el corto trecho de nueve kilómetros hasta Madridejos, pueblo que reúne casas palaciegas, conventos y un museo dedicado al aromático azafrán manchego.

El viaje prosigue por la CM-42 hacia el sur, a través de un horizonte huidizo que se extiende hasta Tomelloso. Huella de su pasado es la Posada de los Portales, que en el siglo xvii era un hospedaje para muleros y hoy es un centro cultural. La originalidad de este pueblo son las casi cuatro mil cuevas que se usan, en muchos casos, como bodegas.

La cárcel de Cervantes

A un paso de Tomelloso se alcanza Argamasilla de Alba, para muchos el «lugar de cuyo nombre no quiero acordarme...», que exhibe varios escenarios cervantinos. Destaca la cueva de Medrano, en la que el escritor estuvo preso y donde se dice que empezó su libro. Vale la pena acercarse al castillo de Peñarroya, a doce kilómetros. Del siglo XIII y con una ermita que es destino de romerías, Peñarroya es un excelente mirador de las lagunas de Ruidera.

Retomando la CM-42 hacia Campo de Criptana, se puede hacer parada y fonda en Alcázar de San Juan y disfrutar de guisos que aparecen en la novela, como las migas de pastor y los «duelos y quebrantos» (huevos, chorizo y tocino).

Alcázar de San Juan empezó a crecer en tiempos de Roma al estar situado cerca de la calzada que unía Mérida y Zaragoza, por lo que recorrer sus calles equivale a repasar un libro de historia. En su visita destacan el torreón del Gran Prior, vestigio de la alcazaba del siglo XIII y hoy sede del Museo de los Caballeros Hospitalarios; las iglesias de Santa María (XII) y de Santa Quiteria, ésta trazada sobre planos de Juan de Herrera; sin obviar el museo de mosaicos romanos del siglo VI y el de alfarería manchega.

Luego llega Campo de Criptana, villa evocadora por esos molinos centenarios que necesitaron toda la fuerza del viento para vencer a don Quijote. El más célebre es el llamado Burleta, aunque el Culebro recibe muchas visitas pues acoge un nostálgico museo dedicado a la actriz Sara Montiel, hija ilustre del lugar.

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La casa de dulcinea

«La sin par Dulcinea», objeto de pasión de nuestro hidalgo, tiene en la localidad de El Toboso un museo que reproduce cómo se vivía en una casa solariega del siglo XVI. También resulta de interés el Museo Cervantino, un centro que recopila ediciones curiosas y en múltiples lenguas de El Quijote.

El viaje continúa hacia Quitanar de la Orden por paisajes que son verdes en primavera, amarillos en verano y ocres en otoño e invierno. Testigo de tiempos remotos, en su término se halló el Ídolo del Pradillo (celtíbero) y también guerreó Viriato, cabecilla en el siglo II a.C. de la resistencia contra Roma. Como muestra de su ayer señorial exhibe casas blasonadas entre las que destaca el palacio de los Rada (1662).

Tampoco queda atrás en atractivo Belmonte, la villa natal de fray Luis de León (1527-1591), repleta de conventos y palacios, aunque su mayor tesoro es el castillo fortificado del siglo XV.

Dibujando un círculo en la excursión se enlazan las dos etapas siguientes: Villacañas, un pueblo rodeado de lagunas que posee un insólito conjunto de silos subterráneos aún hoy utilizados como viviendas; y Tembleque, que presume de tener una de las plazas porticadas más hermosas de La Mancha.

El punto final a esta ruta literaria lo pone Mora, que guarda bellas casas solariegas. Allí es imprescindible ascender al castillo de Peñas Negras (siglo XII) y admirar la vista que se extiende sobre un mar de olivos y se pierde en el horizonte. Espera Toledo, la capital manchega es la despedida perfecta al viaje por los escenarios que inspiraron a Cervantes para su novela épica.

PARA SABER MÁS

Consuegra, donde comienza este recorrido, se sitúa a 69 km de Toledo. El tren AVE conecta la capital manchega con Madrid (a 70 km) en 25 minutos. Oficina de Turismo de Consuegra: Tel. 925 593 118.