Estío en el Garraf

Tres tardes de verano en Sitges

Largos días de sol, 19 playas y un encanto atemporal; Sitges suma y sigue en su afán por convertirse en unos destinos más felices y tolerantes de la costa de Barcelona.

Cercana a parecer una utopía, Sitges, la localidad costera ubicada a unos 40 minutos de Barcelona, lleva años empeñada en convertirse en algo más que diversión de bajo el sol. Mientras eso llega, una agenda cultural repleta de planes, una mezcla de arquitectura colonial y modernista y un estilo de vida mediterráneo sereno y pausado ayudan a que Sitges se esté convirtiendo en el destino de escapada perfecto. Conocida además como un destino de viaje familiar, pero también LGBTQ+, el ambiente liberal, artístico y de mente abierta continuan contribuyendo a ello.

Sitges
Foto: Getty Images

Una jornada de Playa

A diferencia de otros, el paseo Marítimo de Sitges es, además de todo un símbolo, una de las arterias fundamentales de la ciudad. Es posible que aquí sea donde todo sucede desde que fuera construido en 1840. Son tres espléndidos kilómetros que unen el Hotel Me Terramar, el primer cinco estrellas de la localidad, con la iglesia de San Bartolomé y Santa Tecla, que data del siglo XVII. Por el camino merece la pena levantar la vista hacia los preciosos edificios que pueblan la primera línea playa, cuya arquitectura data del siglo XIX cuando los llamados americanos hicieron fortuna y regresaron a la localidad para construir sus casoplones coloniales.

 

La belleza de su arquitectura compite, solo a veces, con la de la arena fina de las playas doradas. El agua, clara, calmada y poco profunda, invita a los bañistas a relajarse o a practicar cualquier tipo de deporte en sus pequeñas pero prolíficas playas. En Nootka, en la playa de Terramar, llevan años acercando las cálidas aguas del Mediterráneo de Sitges a locales y turistas a través de los deportes acuáticos. Pádel surf, kayak o hasta una clase de yoga sobre una tabla están entre su agenda de actividades. 

Al otro extremo del paseo, tras cruzar la iglesia, se encuentra otra de las playas más queridas por los sitgetanos, la de Sant Sebastià. Pintoresca y entrañable es, muy posiblemente, una de las más bonitas de la localidad e incluso fue denominada como una de las mejores playas urbanas del mundo por el New York Times. 

Playa Sant Sebastià
Foto: Shutterstock

Un paseo por siglos de historia modernista

Se cree que el nombre de Sitges proviene de la palabra catalana “sitja”, que es el espacio de almacenamiento subterráneo que se utilizaba para conservar el grano. El origen del nombre parece claro, pero para conocer la extensa historia de esta localidad hay que remontarse hasta el siglo XI, cuando Sitges comenzó a crecer alrededor de su castillo. En los siglos XVII y XVIII se hizo famosa por los llamados indianos, a quienes en la localidad se les conoce como americanos, que al regresar de Cuba o Puerto Rico con grandes fortunas construyeron aquí un legado mitad colonial, mitad modernista que sigue bien presente.

 

Para descubrir algunas de las más espectaculares mansiones, algunas de ellas hoy convertidas en hoteles, tan solo hace falta pasear por el centro histórico, sobre todo a lo largo de la calle Illa de Cuba. Aquí se encuentran y se disfrutan, ya que se puede entrar a la gran mayoría, estos alegres ejemplos de extravagante arquitectura art nouveau catalana. Las 69 mansiones que sobreviven están hoy señalizadas y protegidas, y suponen un ejemplo más de la anarquía creativa que gobierna en Sitges.

Sitges
Foto: Shutterstock

Una cata de Malvasia

Puede parecer sorprendente, pero de entre las muchas cosas de las que puede presumir Sitges también se encuentra el hecho de poseer su propia uva, la Malvasia de Sitges, que solo se produce aquí, en las escasas 0,3 hectáreas de viña urbana que resisten, y no es un eufemismo, en pleno barrio de Poblesec, en el corazón de la ciudad. Cuenta la leyenda que esta uva de cepa blanca ya era muy conocida y apreciada en la Edad Media porque se le suponían propiedades tónicas y medicinales, y de Grecia hasta Sitges llegó a través de las costas del Adriático gracias a un tal Jofre, un habitante de Sitges que participó en la defensa de Sicilia a las órdenes de Roger de Llúria. Herido en la batalla, mientras se curaba en el monasterio descubrió la elaboración de esta bebida de la mano de los frailes de la ciudad que lleva su mismo nombre, Malvasia.

Celler Hospital de Sitges
Foto: Celler Hospital de Sitges

Esta y otras historias, tal vez mucho más realistas que la del soldado Jofre, son las que hoy se transmiten en el Centro de Interpretación de la Malvasia, un espacio que pone en valor el patrimonio de esta uva en la localidad. El CIM está impulsado por la fundación del Hospital de Sant Joan Baptista de Sitges y ubicado en el antiguo Corral de la Vila y en la antigua Bodega del Hospital, en un edificio de uso público del siglo XVIII donde también se encuentra una capilla modernista con retablo del siglo XVI. Aquí hay que acudir para conocer la historia y la realidad de la Malvasia de Sitges, para vivir su proceso de producción y también para catarlo. El CIM está concebido como un pequeño museo participativo y sensorial donde se pueden ver fotografías, audiovisuales, textos explicativos, juegos, botellas, barricas, etc. La entrada general básica cuesta 5€.