Italia carismática

Turín sin salir del centro

El corazón de la capital piamontesa fascina con sus plazas porticadas, palacios barrocos, museos y cafés modernistas.

Es París por sus bulevares y Bolonia por sus soportales, es Viena por sus palacios y Madrid por su Rastro, y es mucho más. Ciudad de ríos (el Po y la Dora Riparia) y de insignes montañas (el Monviso y el Gran Paraíso destacan en el circo de los Alpes), Turín es literatura y deporte, realeza y motores, mercados y cine. Turín, acogedora y luminosa, tiene muchas almas y la autoestima alta de quien ha edificado su belleza sobre los pilares del civismo, del trabajo y de la cultura.

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Barrti Milano. Lo primero es lo primero

Foto: Baratti & Milano

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Lo primero es lo primero

El paseo por la primera capital del Reino de Italia (1861-1946) se inicia en la Piazza Castello, del siglo xvi. Más concretamente, en uno de sus cafés emblemáticos: Baratti & Milano. Todo madera, mármol y cortinajes, asomado a la preciosa Galería Subalpina, fue aquí donde hace más de 160 años nació el cremino, una chocolatina de gianduia (la crema de chocolate y avellanas tatarabuela de la Nutella).

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El epicentro de todo.

Repuestas las fuerzas toca volver a la Piazza Castello, el antiguo corazón de la vida en la corte. A su alrededor se pueden admirar algunos de los edificios más importantes de Turín, como la Catedral de San Juan Bautista (siglo xv), donde se guarda la Sábana Santa con la imagen atribuida a Jesús; la Real Chiesa de San Lorenzo (xvii); el Teatro Regio (xviii); y el Palazzo Real (xvi-xviii), primera de las residencias de los Saboya en la ciudad.

En el centro exacto de la plaza surge el Palazzo Madama, que acumula dos mil años de historia. Aquí había una de las puertas a la Julia Augusta Taurinorum romana y en la Edad Media se construyó un castillo que, en el siglo xviii, fue ampliado con una fachada barroca y una magnífica escalinata, realizadas por el arquitecto Filippo Juvara.

iStock-602286730. Las iglesias gemelas

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Las iglesias gemelas

Desde la Piazza Castello, siguiendo las flechas de la rosa de los vientos incrustada en el pavimento, se plantean diversos itinerarios. Hacia el sur, tomando la peatonal Vía Roma, la calle del shopping más elegante, se llega a la Piazza San Carlo. Cerrada por las iglesias barrocas gemelas de San Carlo y Santa Cristina, acoge los festejos de la Juventus, el equipo más galardonado de la ciudad. Para conocer la historia trágica del otro equipo local, el Torino, hay que ir a las afueras, al monte Superga, donde el 4 de mayo de 1949 se estrelló el avión que los transportaba.

A la Piazza San Carlo se la conoce por su belleza e importancia social como el salotto di Torino (el salón de Turín). Bajo sus soportales hay cafés clásicos en los que la intelligentsia​ (los intelectuales) solía reunirse para discutir de cultura y política, como el San Carlo –desde 1822 guarida de patriotas, subversivos y escritores– y el Torino, joya modernista de 1903.

Pepino. El 'gelato' obligatorio

Foto: Gelateria Pepino

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El 'gelato' obligatorio

Si el calor aprieta, lo mejor es tomar un helado. En la cercana Piazza Carignano se halla la heladería Pepino donde, en 1884, nació el «pingüino», un polo de nata cubierto de chocolate con palito. Con él resulta más dulce admirar los edificios que adornan la plaza, como el Teatro Carignano, el afamado Ristorante del Cambio –que frecuentaba el conde de Cavour, teórico de la Unidad de Italia– y la sinuosa fachada del Palazzo Carignano, que hoy aloja el Museo del Risorgimento.

Museo Egizio. Una de museos

Foto: Museo Egizio

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Una de museos

Cerca aguardan otros tres hitos artísticos: el Museo Egipcio, segundo en importancia tras el de El Cairo; la Galería Sabauda, que exhibe autores del Renacimiento y el Barroco; y lo que no podía faltar en la ciudad que hospeda cada mayo el Salón del Libro, la bella Librería Internazionale Luxemburg.

iStock-1042641698. Más plazas con historia

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Más plazas con historia

El paseo por el centro conduce hasta otras dos plazas, cada una con su historia: la Piazza Carlo Alberto, donde Nietzsche que tanto amaba Turín –y aquí perdió su salud mental– escribió el ensayo Ecce Homo en su pequeño piso; y la Piazza Carlo Felice, donde Cesare Pavese, confundador de la editorial Einaudi, se suicidó en el Hotel Roma en 1950.

iStock-151538480. Entre la movida y el Po

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Entre la movida y el Po

El el momento de virar hacia el barrio de San Salvario, multiétnico y corazón de la movida y del tiempo libre. A orillas del Po está el Parco Valentino, un pulmón verde embellecido para la Exposición Universal de 1884 con un pueblo medieval y un castillo. El lugar es ideal para leer Léxico familiar de Natalia Ginzburg (1963), una novela ambientada en ese barrio. Para un respiro se puede elegir entre un imbarchino, bares instalados en viejos embarcaderos, o la librería LunaStorta, con libros, cafés y tartas, y un rincón especial para los más pequeños.

iStock-1126923555. Entrando al Quadrilatero

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Entrando al Quadrilatero

Por la Via Garibaldi –una calle peatonal de 963 m de largo– se llega a la zona del Quadrilatero Romano, el castrum donde nació la ciudad. Callejeando hallamos las ruinas del Teatro y la Puerta Palatina (siglo i a.C.), con dos torres de más de 30 m, codo a codo con el barroco Santuario de la Consolata y el Café El Bicerin («el vasito», bebida de chocolate, café y crema de leche) que, con 256 primaveras, traslada al visitante al Siglo de las Luces.

iStock-844232538. Un barrio en constante ebullición

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Un barrio en constante ebullición

El Quadrilatero es otro de los lugares de la movida. Sus callejuelas llenas de trattorias, restaurantes de cocina étnica y bares frecuentados por estudiantes son perfectas para tomar el famoso aperitivo italiano, inventado en la ciudad. Aquí se puede disfrutar de su versión más sibarita, elapericena, en el Arancia di Mezzanotte, que sirve platos del Piamonte acompañados por una buena carta de vinos. Si se opta por el regateo, habrá que recorrer el mercado El Balón los sábados o cada segundo domingo de mes en su versión Gran Balón. En este animado rastro se puede hallar de todo, comer en puestos ambulantes, asistir a conciertos y hasta volar en globo.

iStock-524525418. La gran mole turinesa

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La gran mole turinesa

En la Via Po se pasea bajo soportales entre tiendas de viejo, librerías y otro café histórico, el Fiorio, desde su fundación en 1780 un punto de reunión de aristócratas y conservadores. Un desvío y de repente aparece la Mole Antonelliana, una antigua sinagoga y hoy Museo del Cine, con una exposición espectacular y un ascensor panorámico.

iStock-601157754. La cuna de Sandokán

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La cuna de Sandokán

La Piazza Vittorio, la mayor de la ciudad, se asoma al río Po. Al cruzarlo por el puente napoleónico se llega la iglesia Gran Madre de Dios, y siguiendo el paseo junto a la orilla se alcanza la Via Casale. En ella vivió el escritor Emilio Salgari, oriundo de Verona pero adoptado por Turín, donde se dio muerte trágica en 1911. Entre su casa-jungla –en dos pisos más cocina vivía con su mujer, cuatro hijos, suegra, 17 gatos y otros animales–, el paseo del río y las colinas de alrededor creó las aventuras de Sandokán, que hoy los pequeños «tigres de Malasia» pueden revivir en el ecoparque Salgari Campus, a dos pasos del centro histórico de Turín

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