La UNESCO lo tiene claro: lo industrial también merece la pena ser conservado y reivindicado. De ahí que, desde que protegiera la primera línea en 1998, otras cinco hayan sido incluidas en su listado más preciado. Aunque cada una tiene su propia complejidad, todas ellas comparten su esencia montañosa y el hecho de haber supuesto un desafío constructivo para la época. Y lo mejor de todo, es que hoy en día se pueden disfrutar con la parsimonia y el asombro de antaño, pero alguna comodidad más.