El paraíso tiene mil nombres

Serendipia en Sri Lanka

Un recorrido por campos de té, enigmáticos palacios, budas gigantes, playas surferas... Vaya, que por algo se la conoce como la isla de las maravillas.

Sri Lanka tiene fama de ser la isla de la serendipia: la capacidad de procurar hallazgos tan valiosos como inesperados. Lo cierto es que existen pocos países que puedan presumir de poseer tantas maravillas culturales y naturales a lo largo y ancho de su territorio. El centro y el sur de la isla es una especie de cornucopia continua de templos y playas, de selvas y montañas neblinosas. Es donde se ven colosales árboles y estatuas de Buda, mientras que en los templos hinduistas algunos penitentes no vacilan en traspasarse las mejillas con lancetas. Y no sangran. Eso pasa por ejemplo en Kataragama, un santuario abierto a todas las religiones aunque allí reine Skanda, el hijo de Siva, montado en un pavo real. 

 
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Anuradhapura

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Bajo la sombra de Buda

En Anuradhapura, sus ruinas y pagodas colman al viajero de respeto y sorpresa. Fue capital del reino cingalés por un milenio y es corazón del budismo popular, pues alberga el Jaya Sri Maha Bodhi, que procede de la rama derecha del árbol de la iluminación del propio Buda. Se trata de un ficus traído a Sri Lanka el año 288 a.C., con lo que es posiblemente el árbol más antiguo plantado por la mano del hombre.

 
pico de Adams

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Y las huellas de Buda

Ratnapura es la ciudad de las gemas, pues posee rubíes y zafiros, topacios y amatistas. En sus alrededores se ven pozos y minas, a veces en medio de los arrozales. Tampoco faltan joyerías y un Museo de Gemología, donde se recuerda que el Blue Belle, un zafiro cingalés de 400 quilates, adorna la corona británica. Ratnapura tiene templos con estatuas tan veneradas como la de Maha Saman Devala, deidad tutelar del cercano Sri Pada o Pico de Adán (2.243 m). Una cumbre que es en sí misma un santuario y lugar de peregrinación para los fieles de diversas confesiones y los amantes de los panoramas únicos. Los budistas creen que es donde su maestro dejó grabada una huella gigantesca de su pie. También los hinduistas dicen que ahí se encuentra una huella del pie de Siva. 

 
monumentos de Polonnaruwa

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Itinerario por el mundo de las piedras sagradas de Sri Lanka

Al viajero curioso le esperan los monumentos de Polonnaruwa, otra antigua capital de Ceilán, isla que llegó a tener una sucesión de 180 reyes. Y cerca quedan los frescos de Sigiriya, obra de fantásticos y anónimos artistas, lo cual se puede complementar con una visita a los laberintos cavernarios de Dambulla, repletos de cúpulas blancas y figuras doradas de Buda.

Plantación de té

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La revolución del té

Ya en medio de la isla el viajero se topa con un nuevo y amable revés: declina el arrozal y se afianza un terreno montañoso lleno de terrazas. Se entra en un mundo de brumas que evoca una humeante taza de té. En las colinas de Nuwara Eliya el clima y el verdor dan la sensación de estar más bien en Cantabria o en el Distrito de los Lagos del Reino Unido. En 1819 llegaron cazadores ingleses y poco tiempo después se instaló un sanatorio para militares. En 1846 Sir Samuel Baker, el gran explorador del Nilo, pasó un par de semanas recuperándose de la malaria. Le gustó tanto aquella ubicación que mandó llevar todo lo necesario para hacer una especie de pueblo inglés. Un experimento que a los ocho años fue abandonado, aunque quedan cultivos de coles y remolachas, puerros y patatas. Más contundente fue la llegada en 1867 del escocés James Taylor, pionero del cultivo del Ceylon Tea junto a su paisano Thomas Lipton. Seis años después se desembarcaba en Londres el primer cargamento de ese té, lo que originó una auténtica revolución en los consumos líquidos de la Gran Bretaña.

 

 

 
Diente de buda

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¿El ratoncito Pérez de Buda?

Kandy resulta insoslayable en cuanto a actual capital cultural del país. Y sede del Dalida Maligawa, el Templo del Diente de Buda. Ceilán fue isla amada y visitada tres veces por Buda, y aquí habría dejado raíces, enseñanzas y reliquias. Su diente, concretamente el canino superior izquierdo, es lo que suscita mayor devoción dentro de un templo que todo el tiempo está atestado de peregrinos. En un altar han puesto un relicario de oro en forma de estupa que contiene siete recipientes más pequeños, todos ellos cerrados con tres llaves en manos del administrador jefe del templo. Así el diente supone un tesoro invisible al común de los mortales, los que todos los días se postran por miles ante un relicario que se desconoce qué puede contener. Se atribuye a un obispo portugués el haber machacado el diente de Buda en un mortero y haber lanzado el polvo al mar. La leyenda habla de una reconstrucción milagrosa del diente, el cual navegando en un loto volvió a las playas de la isla. 

 
elefantes

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El pueblo que susurra a los elefantes

Si el viajero prefiere disfrutar de la naturaleza no le faltarán oportunidades habiendo tantas reservas en el país. El Parque Nacional Yala, oficialmente llamado Ruhuna National Park, fue establecido en 1899. Sigue siendo un lugar privilegiado para ver elefantes salvajes, si es que los elefantes pueden ser salvajes, adjetivo que se adapta mejor a sus cazadores. Los elefantes no solo se ven en los bosques sino en aldeas y templos. Desde tiempo inmemorial los cingaleses consideran al elefante como el animal que concita más respeto amén de utilidad.

 
Dondra Faro

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Donde acaban las carreteras

Las rutas del sur se detienen en Dondra, a 6 km de Matara. Dondra es el final de la isla, y hasta de todo, pues tras su cabo ya no hay otra tierra al sur hasta llegar a la Antártida. Un antiguo faro marca ese punto austral de Sri Lanka junto a playas casi siempre vacías. La mayor industria de la zona es la del anacardo y lo que más atrae a la gente, el Maha Vish-nu Devala, un templo del siglo vii enclavado en un complejo sacro. Apenas se puede dar un paso ahí durante las fiestas de su particular Perahera. 

 
jardines de coral

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Jardines de coral

Para escapar de todo bullicio nada hay mejor que un jardín de coral. Los arrecifes Basses de Yala ofrecen notables experiencias submarinas. En realidad todo el arco del litoral del sur, desde Tangalle a Galle, está salpicado de playas y lugares de buceo donde es factible congraciarse con el mundo del silencio. 

 
Pescadores

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Los pescadores cigüeña

En Galle, la vieja ciudad colonial con su casi intacto fuerte holandés, vuelven los cruces de pueblos y culturas. A poca distancia de Galle, y de ese toque europeo que le queda, se extiende la costa de Weligama, donde los pescadores se subían a unos palos hincados dentro del mar. Muchos tienen ahora actividades más cómodas y rentables que ese tipo de pesca con caña. 

Taprobane

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Un paraíso en miniatura

Enfrente de tan raros zancos de pesca llama la atención un islote llamado Galduwa (Isla Rocosa), y también Yakinige Duwa (La Diabla), al que se puede llegar andando en bajamar. En 1927 compró esa pequeña isla un francés, el conde de Mauny Talvande, y la rebautizó como Taprobane, nombre helénico de Ceilán. Mauny construyó una mansión octogonal, sin paredes en las habitaciones, y la decoró lujosamente. En 1951 el escritor Paul Bowles se enamoró de la isla y la casa, la cual adquirió por cinco mil libras. Bowles resistió allí cuatro años antes de volver a su aún más amada Tánger. La isla hoy es un hotel tan peculiar que llevan a los clientes en elefante hasta el pantalán. No tienen por qué mojarse los pies, aunque buena parte de las rutas de Sri Lanka incluyan templos que hay que pisar descalzos