Lo mejor de la Selva Negra es el nombre: Schwarzwald. Y aunque no sea ni «selva» (wald significa bosque común) ni «negra» (tiene más árboles de hoja caduca que abetos), ese rótulo evoca algo oscuro y salvaje, misterioso, envuelto en brumas de leyenda.
Magnífica cuando llega el otoño y se cubre de oro, la Selva Negra constituye en cualquier caso uno de los rincones más agrestes de Alemania. Se sitúa en el ángulo sudoeste del país, rozando Alsacia, los Vosgos franceses y el Jura suizo, con el Rin de frontera en ambos casos.