El explorador Fernando Poo llamó a la corriente del Wouri “río de los camarones”, y de ahí derivó el nombre de Camerún. El desconocido norte de este país africano concentra la mayor variedad de etnias y los paisajes más espectaculares, protegidos por accesos básicos que convierten el viaje en una gran aventura. De hecho, no es extraño que el extranjero sea recibido con curiosidad y alegres gritos de ¡mzungu, mzungu!, blanco.
Ngaoundere, justicia medieval
La concurrida estación ferroviaria de Ngaoundere es la puerta de acceso al norte del país. La ciudad creció alrededor del Palacio del Lamido, un sistema de organización tradicional musulmán que se remonta al siglo XVI y que convive en el norte camerunés con las estructuras actuales del gobierno. Con techo de paja y paredes de adobe, el de Ngaoundere está decorado con dibujos de mil colores de estilo naif en su interior. Cada viernes, tras la plegaria, el lamido o guía moral se sienta allí, atiende quejas e imparte justicia. El resto de la semana, los vecinos usan el edificio como atajo entre las calles principales, sin complejos.

El Palacio del Lamido de Ngaoundere está hecho de techo de paja y paredes de adobe.
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Los bororos de Poli y el río Mayo Farda
La ruta hacia los montes Alantica “donde Alá no pudo llegar” es muy accidentada, pero es el precio a pagar si se quieren visitar los poblados de la etnia bororo. Sus aldeas también son de adobe, pero con casas de dos tipos: los cristianos viven en las de planta cuadrada, mientras los de creencias animistas lo hacen en las de forma cilíndrica, para que los malos espíritus no encuentren la puerta. Las mujeres de la localidad de Poli y los alrededores del río Mayo Farda son muy esbeltas y cubren sus rostros con tatuajes e incisiones rituales. Las de una misma familia o grupo tribal se visten con ropas del mismo diseño y color. En cambio, los hombres lo hacen a la manera occidental.
Rhumsiki, dedos de piedra
La región de Rhumsiki se hizo famosa gracias al escritor suizo René Gardi, que la visitó en los años cincuenta y quedó fascinado con sus panorámicas, con toda la razón. Los montes Mandara se extienden por el amplio altiplano de Kapsiki como agujas de piedra que brotasen del suelo intentando arañar el cielo. Se trata de antiguas chimeneas volcánicas de basalto, una roca muy dura que ha resistido mejor la erosión que otras, hasta quedar aisladas como columnas de un templo gigante desaparecido. Su altura supera con facilidad los mil metros. Rematando la escena, entre las rocas crecen baobabs solitarios.

Las mujeres de la localidad de Poli y los alrededores del río Mayo Farda cubren sus rostros con tatuajes e incisiones rituales.
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El brujo de los cangrejos
De entre las montañas de Rhumsiki, frente a la población del mismo nombre, destaca la de Mchirgué. Además de por su aspecto imponente, el pico es famoso por ser el lugar al que acuden las parejas que no pueden tener hijos tras visitar al Brujo de los cangrejos; el hombre que escale sus paredes verticales y regrese sin heridas, concebirá sin problemas con la mujer que espere en la falda de la montaña. Además de recomendar este tratamiento, el brujo puede dar respuesta a cualquier consulta con la ayuda de un cangrejo de río encerrado en una vasija de barro. Dentro hay unos fragmentos de calabaza con símbolos que el crustáceo revuelve al pasar y el mago interpreta. El oficio de adivino pasa de padres a hijos.
Los forjadores de Maroua
Dividida en dos por el río Kaliao,Maroua es una bonita ciudad de grandes avenidas sombreadas por acacias y casas pintadas de colores terracota. Es la capital de la provincia de Extremo Norte y la habitan los foulbé, pueblo conocido por su habilidad artesanal. Ocupan barrios bien diferenciados según la labor. El de los curtidores es muy colorido, pero impacta mucho más el de los forjadores: en medio de un estruendo de martillos y rodeados por quintales de chatarra acumulada con el paso del tiempo, son capaces de reciclarlo todo. Con habilidad y herramientas muy básicas pueden crear desde un repuesto para automóvil a una escultura contemporánea hecha con restos de grifos y cañerías.

En Rhumsiki, los montes Mandara, antiguas chimeneas volcánicas de basalto, se extienden por el altiplano de Kapsiki.
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Vivir en una casa obús
El lago Maga actúa como frontera natural con el Chad y, cada día, lo surcan docenas de pescadores, que tienen que competir con sus redes con los hipopótamos que lo habitan y devoran toneladas de peces. Esta región también vale la pena de ser visitada por su arquitectura tradicional. En los alrededores de la localidad de Pousse todavía se conservan varias viviendas Mousgoum, que los franceses rebautizaron como “casas obús” por su peculiar forma, parecida a un melón enterrado hasta la mitad. La cúpula las hace muy resistentes, además de muy frescas. La superficie exterior está decorada con relieves de V invertida, que sirven como escalones durante la construcción y el mantenimiento.
La mejor “baguette”
Los mercados africanos como el de Pitoa siempre son un espectáculo, pero los de Camerún sorprenden por la cantidad y calidad del pan y la bollería a la venta, una herencia colonial francesa que ha quedado arraigada en la cultura local. Con un paisaje que en buena parte es el típico del Sahel, escaso de árboles, otro de los bienes más buscados es la leña para cocinar y calentarse. Tiene tanta importancia que se puede saber el número de esposas de un hombre por la cantidad de pilas de madera que se alinean en la puerta de su casa, una para cada mujer. Es importante que sean de la misma altura para mantener la paz conyugal.

Las Gargantas de Kola son una serie de formas rocosas que se hunden hasta treinta metros en la tierra,
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“Le petit canyon” del Camerún
Las gargantas de Kola recuerdan un mar embravecido que hubiera quedado petrificado. En realidad es una serie de formas rocosas que se hunden hasta treinta metros en la tierra, esculpidas durante años por la acción del agua. Se pueden visitar solo fuera de la estación de las lluvias, ya que una vez se desciende es como encontrarse en un pasillo de piedra de formas fantasmagóricas, muy peligroso en caso de riada. Por él corre el Mayo Louti, un afluente estacional del río Bénoué. Se dice que el diablo tiene una habitación en una de las cuevas y por eso el pueblo fulani intenta evitar que se enfade con sus ritos.