Viaje de Carcasona al País Cátaro

Una ruta de leyenda por el sur de Francia, partiendo de la ciudad amurallada mejor conservada de Europa

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MARC ULBRITCH

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La Cité

En la plaza de Auguste Pierre confluyen las principales calles que atraviesan la ciudadela amurallada de Carcasona.

NILS KRAMER / AGE FOTOSTOCK

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El Castillo Condal

Remodelado en varias ocasiones, conserva el foso y la barbacana del siglo XII  El paseo por lo alto de los muros ofrece una vista completa de la ciudad.

CEDRIC WEBER /SHUTTERSTOCK

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Minerve

Un puente de piedra salta el barranco que anuncia la llegada a este pueblo de casas de piedra y abadía románica.

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Castillo de Lastours

BRIGITTE DJAJASASMITA

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Mirepoix

La amplia nave central de la catedral gótica de esta ciudad es uno de los mayores tesoros artísticos que jalonan
la Ruta Cátara.

PABLO DEBAT / SHUTTERSTOCK

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Rennes- le-Château

La Tour Magdala fue edificada por el párroco Berenger Saunière, de quien se dice que halló un tesoro bajo la iglesia de María Magdalena.

GTRES

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Montsegur

Una lápida cerca del castillo cátaro recuerda el lugar donde fueron quemados 215 hombres, mujeres y niños en 1243.

AGE FOTOSTOCK

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Mirepoix

Es una de las doce ciudades fortificadas de la Route des Bastides. En la imagen, su plaza porticada y su catedral.

RUDY SEBASTIAN / AGE FOTOSTOCK

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Canal del Midi

Esta vía navegable del siglo XVII pasa cerca de Carcasona en su recorrido de 240 kilómetros entre Toulouse y la laguna de Thau.

Mapa: BLAUSET

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Pueblos y castillos ineludibles

1 Carcasona. El paseo por la Cité amurallada recorre el núcleo medieval hasta el castillo y la basílica de Saint Nazaire.
2 Lastours. De sus cuatro castillos, tres son cátaros.
3 Minerve. Posee canteras de mármol y vestigios cátaros.
4 Lagrasse. Un bonito pueblo medieval con una abadía.
5 Quillan. Es la base para acceder a tres castillos cátaros imprescindibles: Peyrepertuse, Quéribus y Puilaurens.
6 Foix. Cerca de la ciudad se halla el castillo de Montsegur.

es una región rica en leyendas que, además, posee una sabrosa tradición culinaria y vinícola.

Carcasona, la ciudad medieval mejor conservada y más impresionante de Europa, constituye el punto de partida idóneo para conocer el País Cátaro. Este territorio del sur de Francia, emplazado al norte de los Pirineos y repartido en varios departamentos,

La Cité de Carcasona, con su doble recinto concéntrico de murallas y 52 torres, es actualmente una ciudad llena de bullicio, repleta de comercios que venden objetos artesanales y restaurantes que preparan el sabroso cassoulet, un guiso que merece regarse con un vino afrutado del Languedoc-Roussillon. Sus estrechas y empedradas calles y plazas aún nos hablan de los cátaros o «bons hommes», cristianos que fueron perseguidos cruelmente en el siglo XIII.

Carcasona debe gran parte de su espectacularidad a la rehabilitación llevada a cabo en 1851 por el arquitecto Viollet-le-Duc. El paseo de ronda del Castillo Condal, en el punto más alto de la ciudad, ofrece la panorámica perfecta para empezar a conocer el País Cátaro: en primer término se contempla la Cité, el núcleo amurallado, y más allá se divisan el río y la Villa Baja, quemada a mediados del siglo XIV por Eduardo de Woodstock, el Príncipe Negro, en la guerra de los Cien Años al no haber podido conquistar la Cité.

Una ruta circular de casi 350 kilómetros nos conducirá por los enclaves históricos y los paisajes más representativos de esta región. La primera parada son los cuatro castillos de Lastours, que se elevan sobre el pueblo de Cabaret, acurrucado en el extremo meridional de la frondosa Montaña Negra. Se localiza a 15 minutos en coche desde Carcasona, pero el trayecto acaba durando más pues resulta imposible no detenerse a fotografiar los acantilados fluviales que sortea la carretera.

La mejor perspectiva de las cuatro fortalezas se consigue desde el Belvedere de Montfermier, verdadera platea de un anfiteatro natural

Para la visita a los castillos hay que entrar por la Oficina de Turismo, situada junto al río, y subir después por una escalinata que remonta la montaña entre aromas a tomillo y romero. Tras atravesar una gruta, se alcanzan estos «nidos de águila de piedra», cuyos nombres se corresponden con cantares de gesta medievales: Cabaret, Tour Régine, Quertinheux y Fleur d’Espine. La mejor perspectiva de las cuatro fortalezas se consigue desde el Belvedere de Montfermier, verdadera platea de un anfiteatro natural que permite trasladarse a la Edad Media con solo cerrar los ojos un instante.

Los desfiladeros excavados por el ahora reseco cauce del río Cesse llevan a Minerve, 42 kilómetros al este. En esta villa de empinadas cuestas y de artistas bohemios el recuerdo del catarismo permanece vivo. Su imagen grisácea de casas colgadas sobre el precipicio impresiona todavía más cuando se contemplan los restos de la fortaleza y el torreón angular, dejados como testimonio de la barbarie cruzada: 180 supervivientes, algunos de los cuales eran templarios, fueron quemados vivos. Aún se conserva la Casa del Temple y, frente a la iglesia, un bloque de piedra taladrado con forma de paloma, el ave de la paz de los cátaros.

Siguiendo el sentido de las agujas del reloj, descendemos otra cuarentena de kilómetros para llegar a Lagrasse, verdadero remanso de paz emplazado a orillas del sinuoso curso del Orbieu. Lagrasse ha sido calificado como uno de los pueblos más bellos de Francia por su cuidado núcleo antiguo, con calles estrechas y empedradas que conducen al halle, el mercado medieval cubierto. Al otro lado del río se erige la abadía de Lagrasse, fundada en el siglo VIII; en su terraza de entrada es posible saborear los dulces y vinos de la zona.

Villerouge-Termenès aparece 19 kilómetros más al sur, en el corazón de las Corbières, territorio de suaves montañas y viñedos. El pueblo sigue arropado en torno a los pétreos muros del castillo, que se tornan anaranjados con la luz del atardecer. En su interior, el 24 de octubre de 1321, murió quemado el último perfecto del catarismo occitano, Guilhelm Bélibaste, quien lanzó al aire la frase que aún retumba en el patio de armas: «al cabo de 700 años el laurel reverdecerá». Después de adentrarnos en la historia del catarismo a través del museo del castillo, llega el momento de probar los sabores medievales de la Rôtisserie, un restaurante donde se come sin cubiertos y en el que el pan sustituye al plato.

Rennes-le-Château, uno de los lugares más esotéricos del País Cátaro, relacionado con la aparición de un tesoro a finales del siglo XIX

La carretera D-613 se abre paso entre viñedos hasta Arques, cuyo hermético torreón de 20 metros de altura y erigido en el siglo XI se ve desde la lejanía. En este pueblo es recomendable acercarse a la casa-museo de Déodat Roché (1877-1978), pionero en los estudios sobre el catarismo. Esta visita será un buen preámbulo a Rennes-le-Château, uno de los lugares más esotéricos del País Cátaro, relacionado con la aparición de un tesoro a finales del siglo XIX, que fue hallado por el párroco local, Berenger Saunière. La iglesia de Rennes-le-Château, dedicada a María Magdalena, tiene en la pila del agua bendita al demonio Asmodeo como guardián de los enigmas del templo.

Algo más al este, Quillan es la mejor base para acercarse a tres de las grandes fortalezas cátaras del Languedoc: Peyrepertuse, Puilaurens y Quéribus; los empinados caminos que ascienden hasta sus puertas se llenan en primavera y verano de senderistas y familias con niños.

Siguiendo nuestra ruta circular por la carretera D-117, surge Puivert, castillo que albergó una de las cortes de amor cortés más célebres de la Europa medieval. En sus nobles salas coincidieron Blanca de Castilla, Eleonor de Aquitania y Esclarmonde de Foix, entre otras damas. También guarda curiosidades más actuales, como que fue escenario de La novena puerta (1999), película de Roman Polanski.

Las últimas etapas del viaje son quizá las más emocionantes: la ciudad de Foix, con su estratégica fortaleza, que corona el profundo cauce de l’Ariège; el castillo de Montsegur, calificado por la Inquisición como «la sinagoga del Diablo», altar de la religión cátara; y la villa de Mirepoix, con su iglesia gótica, la más amplia de Francia (21,4 m).

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El canal del Midi se cruza en nuestro camino antes de regresar a Carcasona.

Esta vía navegable, construida en el siglo XVII y que atraviesa el Languedoc desde Toulouse hasta el Mediterráneo, tiene uno de sus mejores miradores en la ciudad medieval de Bram. También aquí se guarda un triste recuerdo de la cruzada contra los cátaros, pero la memoria parece apaciguarse mientras se pasea a pie, en bicicleta o en barca a la sombra de los plátanos que flanquean el canal.

MÁS INFORMACIÓN
Documento: dni.
Idioma: francés.
Moneda: euro.

Cómo llegar y moverse: Carcasona y Toulouse, separadas por 95 km, son las ciudades de acceso al País Cátaro. Toulouse recibe vuelos de varias ciudades españolas. El tren Barcelona-Carcasona de Renfe-Sncf en Cooperación tarda 2 h30 min.
El coche propio es la mejor opción para visitar por libre las poblaciones y castillos de la ruta. Una red de vías verdes permite recorrer la región en bicicleta. El Sentier Cathare (sendero cátaro), de 29 km, conecta los castillos de Quéribus, Peyrepertuse y Puilaurens.

Turismo de Carcasona
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