El verde es el color dominante en la Isla Reunión. Las nubes cargadas de humedad quedan atrapadas por los más de 3000 m del Piton des Neiges y riegan un bosque tropical que resbala hasta el mar. La Isla Reunión tiene también un aroma predominante, el de la vainilla. Flota en el bosque arrastrado desde las plantaciones; te asalta por sorpresa en el mercado de Saint Pierre; se funde junto a la piña o al plátano con el dorado sabor del ron; y se superpone incluso al gusto del cari, el curry local que sazona la mitad de los platos.
La Isla de la Vainilla, como la definen los folletos turísticos, con sus impresionantes cascadas, una naturaleza exuberante y un relieve de vértigo erigido sobre el corazón de los volcanes que le dieron vida, tuvo antes otros nombres. Fue Al Maghribain («la más cercana de las dos islas del Oeste») para los árabes que llegaron a sus costas en el siglo x. Pasó a llamarse la Isla de la Destrucción cuando los chola llegaron en el siglo xi desde la India. Los portugueses la bautizaron como Santa Apolonia en el siglo xvi mientras surcaban los mares en busca de la ruta hacia la Especiería. Recibió el nombre de Isla Borbón en honor a un monarca que jamás puso un pie en ella cuando la Compañía Francesa de las Indias Orientales, en el siglo xviii, instaló allí a una veintena de colonos galos. Aquella discreta maniobra terminaría por decidir el futuro y la identidad de la pequeña isla. Aún sería Isla Bonaparte antes de convertirse en Isla Reunión allá por 1793, pero ya para siempre conservaría el sello francés.