región de Capadociaciudades excavadas en piedra400 iglesias y capillas
Hay lugares en este planeta que parecen formar parte de otro. La
, con sus inverosímiles formaciones rocosas, sus montañas de tonalidades rosadas, y sus templos, viviendas e incluso
, conforman un entorno fabuloso en apenas medio centenar de kilómetros de diámetro. Y eso es algo que el visitante debe aceptar nada más llegar: a menos que se disponga de tiempo y fondos ilimitados, es imposible verlo todo. Hay, por ejemplo, más de
, y las ciudades subterráneas superan el centenar, aunque solamente 37 han sido exploradas y solo unas pocas están abiertas al público.
La base ideal para conocer esta región es Göreme, donde existe la posibilidad de alojarse en hoteles-cueva que aprovechan cavidades existentes u horadan sus habitaciones en la roca. La atmósfera tranquila de esta población nos cautiva enseguida aunque, sin duda, su mayor atractivo es el Museo al Aire Libre, donde se reúnen algunos de los monasterios excavados en roca más famosos de Capadocia, como la Elmali kilise (Iglesia de la Manzana) o la llamada Iglesia Oscura. Estos templos permanecieron descuidados durante varios siglos hasta que saltaron a la fama en 1925, gracias al sacerdote francés Guillaume de Jerphanion, quien los «redescubrió» y publicó sus hallazgos en una gran obra ilustrada: Las iglesias rupestres de Capadocia. Incluso hoy en día, resulta difícil no compartir la fascinación que aquel jesuita políglota sintió al recorrer el interior de estas iglesias cinceladas en roca y contemplar los coloridos frescos bizantinos de sus muros y techos. La región, de hecho, fue un importante centro para la cristiandad: se cree que Pablo de Tarso pasó por aquí en tres ocasiones y la zona ha alumbrado a media docena de santos famosos. Los capadocios, por ejemplo, presumen de ser paisanos de san Jorge, cuya estampa matadragones adorna hoy numerosos negocios y establecimientos de la zona.
Al salir de Göreme, una buena forma de comenzar el recorrido es visitando Pasabag, cuyos alrededores reúnen algunas de las legendarias Chimeneas de las Hadas, formaciones alargadas coronadas por una especie de capuchón de roca, algunas de forma claramente fálica, a pesar de lo inocente del nombre. Llegar hasta allí puede ser algo complicado, por ello es una buena idea contar con un vehículo para la visita. Lo mismo vale para el cercano Valle de Devrent, también conocido como Valle de la Imaginación, donde se encuentran rocas que sugieren figuras como el sombrero de Napoleón, una pareja besándose, un camello o un delfín, entre otros.
Üçhisar
Unos diez kilómetros al sur de Pasabag se localiza
, una población coronada por un «castillo» visible desde la distancia. En realidad, más que una verdadera construcción, esta fortaleza es una colina repleta de agujeros, escaleras y túneles que conectan unos con otros. Algunas de las cavidades se utilizaban para criar palomas, cuyo excremento es un excelente fertilizante, hasta el punto de que antaño no se consideraba apto para el matrimonio a nadie que no tuviese su propio palomar. Las vistas desde la cumbre de la fortaleza son espectaculares, y la contemplación de los últimos rayos de sol cayendo sobre los valles cercanos se ha convertido en un ritual que no hay que perderse.
Siguiendo la misma ruta hacia el sur aparecen las dos ciudades subterráneas más famosas: Kaymakli y Derinkuyu. Fueron probablemente pueblos hititas quienes, hace 4.000 años, aprovecharon la maleabilidad de la toba calcárea omnipresente en Capadocia. En los siglos VI y VII los cristianos bizantinos hallaron en estos conjuntos un refugio seguro ante las invasiones árabes y persas. En Kaymakli se cree que se alojaban hasta tres mil personas, y cerca de diez mil en Derinkuyu, a veces durante varios meses. Los ingeniosos sistemas de ventilación permitían incluso cocinar sin que el humo se divisara desde fuera.
Entrar en una de estas construcciones –algunas tienen siete y ocho niveles de profundidad– es una experiencia sensacional, no apta para claustrofóbicos. Tener que permanecer encorvados durante unas horas, expuestos al microclima variable y a las estrecheces de los túneles, puede ser agobiante si uno coincide con un grupo voluminoso de turistas en dirección contraria, pues en varios tramos, la ruta de entrada y salida sigue un único trazado. A pesar de ello, es emocionante conocer cómo era la vida de los antiguos pobladores de estas ciudades, que contaban con silos de grano, establos, tabernas y hasta cementerios.

La parte gastronómica también puede ser muy edificante. En Capadocia, además de los deliciosos platos tradicionales del resto de Turquía, se pueden encontrar dos especialidades regionales: los manti de Kayseri y el testi kebab. Los primeros son unos pequeños cubos de pasta rellenos de carne, estilo ravioli, acompañados de yogur o salsa de tomate. El testi kebab, en cambio, es un sabroso guiso de cordero preparado al fuego en una vasija de barro que, una vez cocinada, se rompe para extraer la comida.
Sin duda, el turismo ha transformado la región, mejorando la vida de sus habitantes y ampliando la oferta de transporte, alojamiento y actividades. Ahora es posible, por ejemplo, recorrer el valle de Ihlara a caballo y así contemplar los frescos del siglo X de la catedral de Selime, el mayor templo rupestre de la región. O volar en globo. Admirar a vista de pájaro el maravilloso paisaje de Capadocia con las primeras luces del día es una vivencia ideal para cerrar un viaje memorable en cualquier estación del año.
MÁS INFORMACIÓN
Documentos: pasaporte y un visado que se tramita en la embajada de Turquía o en el aeropuerto.
Idioma: turco.
Moneda: lira turca.
Horario: 1 hora más.
Cómo llegar y moverse: En un vuelo directo a Estambul y luego tomando otro hasta Nevsehir, la capital de Capadocia. La alternativa por tierra es viajar en tren o en autocar de larga distancia. Lo mejor es utilizar dolmus, microbuses con rutas fijas que salen cuando se llenan. Las paradas están marcadas con la letra D.
Turismo de Turquía