
La visión de la pirámide de Kukulcán es estremecedora. No solo por sus dimensiones –se alza casi a veinticinco metros del suelo–, sino por la perfección de sus proporciones y la contundencia de su volumen. Y también por su carácter mágico. Esta pirámide, a la que los españoles llamaron El Castillo por su aspecto de fortaleza, es el centro del recinto arqueológico de Chichén Itzá, una visita inolvidable para todos los que viajan a la península mexicana de Yucatán, famosa también por sus playas de arena blanca y aguas turquesas.
La milenaria ciudad se localiza casi 200 kilómetros al sudoeste de Cancún, inicio de la ruta por la denominada Riviera Maya. Al poco de tomar la carretera 180 hacia Chichén Itzá, se ven los cultivos de cítricos, maíz, calabaza y frijol que ya constituían la base de la alimentación maya. A menos de una hora del recinto arqueológico, aparece la ciudad de Valladolid. De trazado colonial, edificios blancos y de tonos pastel, con colmados y tiendas de imaginería religiosa, Valladolid es un excelente ejemplo de la arquitectura que los españoles introdujeron en México. Su amplio zócalo, flanqueado por la catedral y el palacio Municipal, es un lugar siempre animado, con mujeres que venden bordados y restaurantes que sirven platos típicos como las quesadillas (tortilla de maíz rellena de queso y otros ingredientes).
Las lagunas ocultas
Valladolid es una buena base para conocer otra curiosidad de Yucatán, los cenotes. El de Ik-Kil, a cinco kilómetros de Chichén Itzá, es el más famoso, pero hay otros dos también muy bonitos y próximos: Dzitnup y Samulá. Las aguas de estos pozos horadados en la roca calcárea provienen de las lluvias estacionales y permiten nadar entre peces de colores, estalactitas y estalagmitas. Un regalo de los dioses mayas. La entrada en Chichén Itzá a primera hora de la mañana constituye una ocasión única para sumergirse en la historia y recrear la civilización maya, con una edad de oro fechada entre los años 600 al 800, y desaparecida antes de la llegada de los españoles. La ciudad permaneció oculta al mundo hasta mediado el siglo XIX y, poco a poco, fueron saliendo a la luz sus templos y sus vinculaciones astronómicas. La pirámide de Kukulcán registra un fenómeno sorprendente en los equinocios de primavera y de otoño: la sombra de una serpiente asciende (21 de marzo) o desciende (23 de septiembre) por una de las cuatro escaleras de la pirámide. Es Kukulcán, el Quetzalcóatl tolteca del México central, dios del trueno y el viento, representado por la serpiente emplumada que aparece grabada a lo largo de las escalinatas. El paseo continúa por el entorno de El Castillo hasta llegar frente al Templo de los Guerreros, con un Chaac Mool (altar con forma humana) y el grupo de las Mil Columnas. Un camino conduce desde ahí al espacio del Juego de la Pelota y al Cenote Sagrado, el lugar de los sacrificios.
Cuando el resto de las ciudades mayas iban siendo abandonadas, víctimas de su propio desarrollo, Tulum vivió su máxima prosperidad
Desde Cancún, la carretera que corre paralela a las aguas del Caribe mexicano muestra un litoral de belleza espectacular, con playas en forma de concha y unas aguas tan claras que son pura tentación para el baño y el buceo con gafas y tubo. Playa del Carmen, 60 kilómetros al sur, es una población dedicada a un turismo muy europeo, con hoteles llenos de encanto y multitud de tiendas de artesanía y restaurantes. Un transbordador comunica en 45 minutos Playa del Carmen con la isla de Cozumel, paraíso para el submarinismo, aunque también posee restos mayas interesantes y una elaborada artesanía textil que destaca por los huipiles bordados y por las reproducciones de esculturas prehispánicas en madera y piedra.
Tras recorrer unos 60 kilómetros más por la Riviera Maya, se llega a Tulum. Se trata de un recinto arqueológico muy singular por su situación, sobrevolando la costa y por su evolución histórica. Porque justo cuando el resto de las ciudades mayas iban siendo abandonadas, víctimas de su propio desarrollo, Tulum vivió su máxima prosperidad. El origen tardío de Tulum, hacia el año 1200, como puerto comercial hizo que perdurara más y que incluso llegara a enriquecerse en el siglo XV, como demuestran sus abundantes pinturas murales y sus múltiples construcciones. Es un placer pasear por la ciudadela, presidida por la pirámide llamada también El Castillo, que se abre a un plaza rodeada de pequeños y delicados edificios.
El caribe más puro
Al dejar atrás Tulum y proseguir hacia el sur, se despliegan una serie de hoteles con bungalows, algunos sencillos y otros de lujo, que prometen el mejor de los retiros caribeños. Este paisaje urbanizado contrasta con la Reserva de la Biosfera de Siaan Ka’an, un territorio de manglares y selva al borde del océano que permanece tan virgen como lo conocieron los mayas.
El universo maya vuelve a acaparar todo el protagonismo del viaje en Cobá, a 40 kilómetros de Tulum hacia el interior. Fue una de las ciudades-estado más poderosas de esta zona, que alcanzó su mayor poder en épocas tempranas, entre los siglos VII y X, antes incluso de la existencia de Tulum. Cobá contaba con una amplia red de calzadas, igual que Tikal, su rival guatemalteca, y las inscripciones de sus numerosas estelas atestiguan sus sólidas redes comerciales. Hoy es uno de los recintos más misteriosos de Yucatán por su extensión y porque apenas ha sido explorado. Sus pirámides se alzan comprimidas por la selva, los senderos se cruzan entre templos semienterrados, y se pueden detectar las sacbeob, calzadas levantadas a, más o menos, un metro del suelo. Desde los 45 metros de alto de la pirámide Nohoch Mul –más alta incluso que las de Chichén Itzá y Tulum– se contempla la selva interminable y los cinco lagos que la rodean.
Los últimos días en la Riviera Maya, mientras se va regresando a Cancún, deberían dedicarse a disfrutar de las playas blancas y del buceo en el segundo arrecife coralino más largo del planeta. A lo largo de la línea de costa, surgen núcleos dedicados al turismo que cuentan con atractivos naturales. Es el caso de Akumal, en cuya playa de cocoteros desovan tortugas marinas, y también de la reserva de Xel-Ha, compuesta por una serie de lagunas de agua dulce. En este escenario tan paradisiaco, parece imposible que los mayas hubieran determinado la fecha del fin del mundo. Hace pocos meses, el arqueólogo estadounidense William A. Saturno, basándose en las tablas astronómicas que halló en Xultun (Guatemala), descubrió que los mayas calcularon periodos que duraban miles de años y que la fecha del 21 diciembre de 2012 marcaba solo un cambio de ciclo: «Nosotros seguimos buscando finales. Pero los mayas buscaban una garantía de que nada cambiaría».
Para saber más
Documentación: el pasaporte es suficiente para los españoles.
Idioma: español.
Moneda: peso mexicano.
Diferencia horaria: 7 horas menos en verano y 8 menos en invierno.
Salud: se recomienda ingerir mucho líquido y protegerse del sol con crema, gafas y gorra.
Llegar y moverse: Hay vuelos directos a Cancún desde Madrid durante todo el año. El aeropuerto, a 12 km del centro de Cancún y a 20 de la Zona Hotelera, dispone de taxis específicos y de furgonetas que admiten varios pasajeros.
Los autobuses urbanos llegan a cualquier punto de la ciudad. De la estación de la Av. Tulum parten autocares hacia los principales yacimientos mayas y las ciudades de Yucatán. La alternativa más cómoda es alquilar un coche para toda la estancia o por días.
El ferry a Isla Mujeres zarpa de Cancún cada 30 minutos. A la isla Cozumel se puede ir en avión desde Cancún o en barco desde Playa del Carmen.
Visita a las ruinas mayas: Todos los recintos exigen el pago de una entrada. Están abiertos mañana y tarde. Tienen varias conexiones diarias en autobús con Cancún: a 193 km de Chichén Itzá; a 130 km de Tulum; y a 167 km de Cobá.