turismo de búnker y trinchera

Viaje al frente de batalla de la Guerra Civil Española

Todavía hay en España cientos de vestigios de fortificaciones que sobreviven a la guerra y que se pueden visitar uniendo viajes e historia.

Aún hay en los rincones más remotos de la geografía restos de la trágica Guerra Civil que nos permiten dibujar los frentes de guerra. Buscarlos, encontrarlos e interpretarlos puede plantearse como un juego para los más pequeños, como una ruta ambiciosa para montañeros, como un pasatiempo para entusiastas de la historia… Además, cada vez afloran más centros de interpretación temáticos, muchos de ellos en refugios antiaéreos rehabilitados. 
 

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Sierra de Alfaguara

Foto: Miguel Cuesta

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Sierra de Alfaguara

A escasos diez kilómetros de la ciudad de Granada se ubica uno de los yacimientos de fortificaciones de la Guerra Civil más densos y pintorescos de toda la Península. En un entorno de pinares frondosos por los que a veces asoma la gran Sierra Nevada encontramos decenas de posiciones bien camufladas sobre cumbres, riscos y collados estratégicos. Difícilmente se podría dar con ellas de no ser por el GPS. Y cuando se encuentran, normalmente apenas se alcanza a distinguir un exiguo parapeto. Pero como sucede con la oscuridad, a medida que la vista se va adaptando a ese camuflaje, van apareciendo más elementos que, en ocasiones, se acaban convirtiendo en pequeños asentamientos subterráneos para las unidades que tuvieron que soportar en ellas tres duros inviernos. Y es que el andaluz fue uno de los primeros frentes en conformarse, en julio del 36, permaneciendo prácticamente estático hasta el final de la guerra.
 

Cuevas y fortines de Brunete

Foto: Miguel Cuesta

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Cuevas y fortines de Brunete

La sierra oeste de Madrid fue escenario del choque más violento que se produjo en el entorno de la capital. Aquella fue la batalla de Brunete, tras la que se vivió uno de los episodios de fortificación más intensos de toda la guerra. Cerca de esta localidad, y especialmente en los alrededores de Quijorna y Navalagamella, se encuentra un buen número de fortines muy peculiares construidos a base de mampostería de granito y hormigón, con formas muy orgánicas que se funden a la perfección con el entorno. También grandes galerías subterráneas que fueron excavadas en zonas areniscas fácilmente maleables.  Ayuntamientos como el de Navalagamella se han propuesto estudiarlas, rehabilitarlas y prepararlas para visitas, además de crear espacios de divulgación como el recientemente inaugurado Centro de Interpretación de la Mujer en la Guerra Civil.

Los puertos asturleoneses

Foto: Miguel Cuesta

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Los puertos asturleoneses

Parajes tan idílicos como el parque natural de Babia o el de la Montaña de Riaño albergan algunas de las fortificaciones de la Guerra Civil situadas a mayor altitud y, sin embargo, en mejor estado de conservación a pesar del constante castigo de las nieves. Y es que la cordillera Cantábrica fue una defensa natural clave para la resistencia republicana en el llamado Frente Norte. Desde septiembre de 1937, buena parte del País Vasco, Cantabria y Asturias había quedado rodeada por tropas del ejército de Franco, momento a partir del cual dichos territorios comenzaron a fortificarse. Una de las últimas líneas defensivas en caer fue la construida sobre los numerosos puertos que conectan León y Asturias. Aquí todavía se encuentran grandes fortines ingeniosamente ejecutados para soportar la intensa humedad del terreno, en los que a menudo se hace evidente la participación de experimentados obreros de la tradicional minería asturiana a través de memorables galerías excavadas en la roca.
 

Refugios antiae´reos del Levante

Foto: Miguel Cuesta

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Refugios antiaéreos del Levante

La costa del Mediterráneo, leal a la República, no sufrió combates cuerpo a cuerpo hasta prácticamente el final de la contienda. Pero su infraestructura, que dotaba de suministros al frente de guerra, y sus ciudades fueron duramente castigadas por las bombas. Desde el mismo inicio de la guerra se produjeron bombardeos navales sobre numerosas localidades, aunque el castigo más severo comenzó un poco más adelante, a partir de que entrara en acción la aviación italiana con base en Mallorca. Para protegerse de los ataques, desde Almería hasta Girona se construyeron miles de refugios antiaéreos, especialmente para la población civil, de los cuales hoy podemos visitar por lo menos una veintena. Muchos de ellos se han reconvertido en centros de interpretación que nos permiten acercarnos a las distintas tipologías arquitectónicas de los refugios, así como descubrir testimonios de época que nos ponen en la piel de quienes tuvieron que utilizarlos.
 

La gran batalla del Ebro

Foto: Miguel Cuesta

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La gran batalla del Ebro

La batalla de las batallas de la Guerra Civil duró exactamente 115 días, durante los cuales hubo un movimiento frenético de las líneas de frente. Por eso, aunque en ella se invirtieron ingentes cantidades de recursos, no hubo tanto tiempo para fortificar en hormigón o en piedra como sí hubo en otros frentes más estabilizados. Sin embargo, todavía se advierten grandes laberintos de trincheras excavadas sobre multitud de cerros en los que se peleó palmo a palmo y que cambiaron de manos, en ocasiones, varias veces en un mismo día. Tan intensas batallas han legado una gran cantidad de vestigios en forma de armamento, útiles de trinchera, correspondencia, uniformes… Piezas que quedaron abandonadas en los campos de batalla y que terminaron siendo, pasadas las décadas, objeto de coleccionistas. Por eso, en la comarca de la Terra Alta de Tarragona ha surgido una sorprendente red de museos y centros de interpretación que hacen de esta región la Meca del turismo de Guerra Civil en España.

La Serena

Foto: Miguel Cuesta

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La Serena, el lejano oeste

De los muchos frentes olvidados de los que habla la historiografía, quizá sea el extremeño el que más merezca ese apelativo. Fue también uno de los más longevos, aunque a diferencia de otros como el madrileño o el andaluz, en este se vivieron grandes batallas hasta las últimas fechas de la contienda. La razón es que, en la provincia de Badajoz, la comarca de La Serena se había convertido en un cuerno que se adentraba peligrosamente en las líneas franquistas, siendo el punto más occidental bajo control de la República, desde donde esta tenía a tiro la frontera portuguesa y podría haber dividido a los ejércitos de Franco. Por eso, aquí encontramos algunas de las fortificaciones más poderosas del bando sublevado, construidas en una fase muy avanzada de la guerra y con unas técnicas tan sofisticadas que prácticamente evocan a las que surgieron unos años después en la Segunda Guerra Mundial.
 

Miguel Cuesta Aguirre es autor del libro Rutas de la Guerra Civil española (Ed. Anaya Touring)