Cuando en la década de los 70 se empezó a construir la carretera Transfăgărășan, ya existían otras rutas que conectaban Transilvania con Valaquia. Sin embargo, el dictador rumano Nicolae Ceausescu mandó construir otra carretera que uniera ambas regiones a través de los Cárpatos. El resultado fue un descomunal proyecto de 90 kilómetros de asfalto que se hizo en tiempo récord. Se necesitaron cinco años, 6.000 toneladas de dinamita, miles de soldados y muchísima mano de obra (costó la vida de decenas de personas) para construir la que hoy es una de las carreteras más bellas del mundo, pero que dada su peligrosidad, permanece cerrada ocho meses al año debido al viento, la niebla y la nieve. La velocidad media de la carretera no supera los 40 km/h debido a la gran cantidad de curvas, pero también de túneles y viaductos que se cruzan por el camino.