El segundo país con más sitios declarados Patrimonio de la Humanidad del mundo, por detrás de Italia, atesora un total de 56 bienes culturales, naturales y mixtos. En 1987 comenzó su andadura en esta lista con seis incorporaciones: los palacios imperiales de las dinastías Ming y Qing en Beijing y Shenyang, las grutas de Mogao, el monte Taishan, la Gran Muralla, el mausoleo del primer emperador Qin y el sitio del hombre de Pekín en Zhukudian. Cincuenta incorporaciones más, la última este 2021 (Quanzhou, emporio mundial de la China de los Song y los Yuan), completan el extenso palmarés de la UNESCO.

La dinastía Qin, la primera dinastía imperial de China creada después de la unificación del país, dejó un extenso legado entre el 221 y el 207 a.C. Fue en esa época cuando el primer emperador Qin Shin Huang ordenó unir los tramos de fortificaciones ya construidas con la intención de erigir un fuerte sistema de defensa contra los pueblos del Norte. El resultado fue la obra de ingeniería militar más grande de la historia, con trabajos que se alargaron hasta la dinastía Ming (1368-1644), de un valor arquitectónico comparable a la importancia histórica y estratégica de China.
En el año 210 a.C. falleció Qin Shin Huang, el primer unificador del país, cuyos despojos mortales yacen en un mausoleo formado por unas 8000 esculturas de guerreros y caballos de terracota. Descubiertos en 1974, cada uno de estas es diferente y se consideran obras maestras del realismo.

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La época Imperial culminó con las dinastía Qing, que sucedió a la Ming en 1644 hasta 1912. Los fundadores de esta última, junto a sus antepasados, yacen en las tres tumbas imperiales de Yongling, Fuling y Zhaoling, ubicadas en la provincia de Liaoning. Hoy, se puede visitar un complejo reconocido por su arquitectura basada en los preceptos de la geomancia tradicional china y el fengshui, así como una decoración de piedra, bajorrelieves y cerámica que ilustran el auge de la arquitectura funeraria en la época de los Qing.
Durante la dinastía Han (206 a.C.-220 d.C.), concretamente en el siglo I a.C., se edificó el primer templo budista de China en el monte Emei, en la provincia de Sichuan. Posteriormente, el templo sufrió modificaciones y aumentó hasta convertirse en uno de los lugares sagrados más importantes del budismo. Junto a otros tesoros culturales se encuentra la mayor estatua de Buda del mundo, el Gran Buda de Leshan, de 71 metros de altura y esculpido en el siglo VIII.

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También esculpidas en la roca, las grutas y nichos de Longmen están inspiradas por la religión budista y conforman una espectacular muestra de la escultura rupestre en China. De hecho, es el mayor conjunto artístico de la dinastía de los Wei del Norte, del período de los Tres Reinos, y de la dinastía Tang.
Otro de los grandes lugares Patrimonio de la Humanidad de China es el conjunto histórico del palacio de Potala en Lhassa, conocido por ser la residencia de invierno del Dalai Lama desde el siglo VII. Símbolo del budismo tibetano, el conjunto emerge sobre la Montaña Roja a 3.700 metros de altitud y comprende los palacios Blanco y Rojo y sus edificios anejos.

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En las tierras del interior del estrecho de Taiwán se encuentra uno de los complejos más especiales de China: Tulou de Fujian. Conforma 46 casas de tierra que fueron construidas entre los siglos XII y XX entre arrozales y plantaciones de té y tabaco con fines defensivos. Con una capacidad para albergar hasta 800 personas, solían conocerse como pequeños reinos familiares y pequeñas ciudades prósperas. Fueron inscritos en 2008 en la lista de Patrimonio Mundial por la excepcionalidad de sus dimensiones, sus técnicas tradicionales de construcción y sus funciones, ya que constituyen un ejemplo único de asentamientos humanos basados en una vida comunitaria y una organización defensiva, que además estaba en armonía con el entorno.