El imaginario de este país remite a paisajes bucólicos, valles alpinos, canciones tirolesas y lagos cristalinos. Sin embargo, en sus urbes hay muchísimos encantos y serendipias que completan un viaje casi perfecto. Y es que, más allá de Zúrich o Ginebra, Suiza atesora urbes que, sin superar los 50.000 habitantes, tienen hechuras de metrópolis y, sobre todo, encantos como para parar un tren. Nunca mejor dicho en un destino con tanta tradición ferroviaria.
En la zona francófona se ubica Vevey, la gran olvidada del lago Lemán. Un apodo injusto ya que su ribera atesora algunos de los hoteles y edificios más elegantes de este paraje. En sus restaurantes y enotecas se constata su cercanía a los viñedos de Lavaux mientras que sus museos homenajean a vecinos ilustres como Chaplin o Kokoschka. No muy lejos, en otro lago, Neuchâtel asoma como una de esas urbes vertebradas alrededor de un monumento. En este caso, como su nombre indica, de un castillo de origen borgoñón que reina sobre el lago homónimo.
También con un pasado medieval, Murten asombra por sus murallas esbeltas y por ser la gran huerta del país, algo que se degusta en sus mesas. Además, las vistas sobre su lago homónimo y el ocio a su alrededor lo convierten en todo un paraíso de la buena vida. En ese subgénero suizo que es el de ciudad coqueta al lado de un lago destaca también Thun, la regente del lago homónimo, que siempre se ha caracterizado por ser una excursión socorrida desde Berna o Interlaken. No obstante, es mucho más que un lugar de paso, es una localidad donde su castillo lo magnetiza todo y cuyas callejuelas remiten a un pasado blasonado y hoy muy abanderado.

Thun
La coqueta ciudad de Thun
Foto: iStock
En Chur pasa algo parecido. El hecho de ser la capital de los Grisones no evita que siempre se haya visto como un centro logístico de camino a las grandes estaciones de esquí del cantón como Davos o St. Moritz. Sin embargo, esta pequeña gran ciudad tiene desde un viñedo milagroso (por su altitud) hasta un casco histórico que respetar parte de su antigua muralla y donde sorprenden un par de museos de talla nacional: el Museo de Bellas Artes de los Grisones y el de Historia Natural.
Otra urbe marcada por su parnaso museístico es Winthertur. Eclipsada por su vecina Zúrich, esta urbe se ha ganado un hueco en el corazón del viajero por tener centros de divulgación tan variados como la imprescindible colección Oskar Reinhart, el Fotozentrum o el museo de bellas artes de la ciudad. Próxima a ella asoma Sankt Gallen, una urbe que pivota en torno a su complejo abacial, patrimonio de la Humanidad por ser una joya del arte barroco centroeuropeo. Cierra este recorrido Schaffhausen, una localidad que asombra por las cataratas del Rin pero que intramuros guarda bellas plazuelas medievales y unas murallas que aún parecen se una frontera en el tiempo.