Orgulloso de sus colorido y su singularidad, su vista abarca más allá de los frondosos bosques que rodean la capital de Portugal. El Palacio da Pena, construido a 500 metros de altura, debe su nombre a la denominación en portugués de colina: pena. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995, se encuentra en la localidad de Sintra, apenas a 20 kilómetros de Lisboa, y es una de las máximas expresiones de estilo románico en el país.
Esta construcción del siglo XIX fue la residencia de verano que el rey Fernando II le regaló a su esposa María II de Portugal. Los reyes se quedaron prendados del lugar en una excursión en la que visitaron la zona y el monasterio de la Orden de San Jerónimo, destruido por el terremoto de Lisboa de 1755. De las ruinas sólo se conservaba intacta la capilla, con lo cual Fernando de Sajonia adquirió el conjunto en 1838 y decidió reconstruirlo, creando un palacio con estilos tan diversos como el neogótico, el neoislámico o el neorrenacimiento, entre otros.