Pese a haber sido uno de los países más castigados por las contiendas en el Viejo Continente, Polonia puede presumir de haber sabido resistir y, sobre todo, de seguir siendo una preciosa sorpresa para el viajero. Más que ser una percepción subjetiva, esta realidad se sustenta en los 17 lugares patrimonio de la humanidad que atesora y que se dividen en 15 culturales y 2 naturales. Un pequeño muestrario de cómo el ser humano ha ido conquistando, también con su creatividad, esta gran llanura. Estos son siete de sus destacados bienes.

El potencial cultural de Polonia se ejemplifica con un dato: sus dos principales ciudades están catalogadas por la UNESCO. En el caso de Cracovia, lo más significativo es lo bien conservada que está la plaza del Mercado, la más extensa de la Europa medieval y que hoy sigue vertebrando un casco histórico repleto de hallazgos y de edificios protegidos. Una denominación que se extiende hasta la colina Kazimierz, el antiguo barrio judío. En el caso de Varsovia, lo notable de su ciudad vieja es cómo fue reconstruida tras los bombardeos de la II Guerra Mundial, un esfuerzo que recibió este reconocimiento mundial que, a su vez, busca darle un escudo internacional a sus calles y construcciones.
Más allá de este dúo de metrópolis, Polonia sorprende por contar con dos de las localidades más inesperadas del corazón de Europa. Una de ellas es Torun, la cuna de Copérnico, cuyas calles, murallas e iglesias parecen haberse detenido en la era del famoso astrónomo. La otra, Zamosc, sorprende por haber sido levantada en el siglo XVI bajo los preceptos urbanísticos del Renacimiento italiano. Una rareza geográfica y cultural en la que se entremezcla la estética más propia del viejo imperio austrohúngaro con los ideales arquitectónicos del país transalpino, creando una fusión notable y singular. La última coordenada urbana de este vídeo es el pabellón del centenario de Wroclaw, una proeza constructiva de 1911-1913 proyectada por Max Berg.
Lejos del asfalto, Polonia atesora otros hallazgos como el ecosistema transfronterizo de Białowieża, una gran masa forestal que se extiende por este país y por Bielorrusia y que no solo destaca por ser un bosque primario, sino por ser el principal santuario de bisontes europeos. Por otro lado, el castillo de Malbork seduce con su color anaranjado y sus enormes dimensiones. Dos magnitudes que definen a la perfección la gran sede de la Orden Teutona que es la fortaleza de ladrillo más grande del mundo.