El microcosmos rural que alfombra La Toscana no solo tiene a los cipreses como rascacielos. Al llegar a las inmediaciones de San Gimignano, sorprende una silueta rasgada por decenas de cohetes de piedra que desafían la gravedad. Su esbeltez, su altura desproporcionada si se compara con el resto de las construcciones del entorno y su alta densidad de torres hacen que San Gimignano sea uno de los lugares imprescindibles de todo viaje a esta región. Pero hay otros motivos.
Las cifras evidencian la singularidad de uno de los pueblos más bonitos de La Toscana. San Gimignano cuenta con 14 torres civiles a lo que suma un campanario que pertenece a su Duomo en apenas una treintena de calles. Es inevitable que ese sea su principal reclamo, sobre todo cuando se conduce por las colinas de esta región italiana.
Para comprender esta concentración de rascacielos hay que remontarse al Medievo, cuando San Gimignano y sus alrededores estaban controlado por diversas familias patricias. Tal y como sucedió en otras urbes como Bolonia o Florencia, el estatus de cada estirpe se medía en el tamaño de sus palacios, sobre todo en su altura. De ahí que durante siglos proliferaran estas construcciones en una competición que, pese a tener un ganador claro en la Torre Grossa (de 54 metros de alto), su principal hecho noticiable es la silueta resultante. No obstante, su tamaño y concentración no son su única peculiaridad. También destaca el hecho de que están perfectamente conservadas, lo que atestigua que esta localidad se ha quedado anclada en aquella época a diferencia de otras urbes cercanas... para gozo y disfrute del viajero.

Piazza del Duomo. Foto: iStock
Eso sí, no solo de torres vive San Gimignano. Atravesar sus murallas del siglo XIII es viajar en el tiempo por mucho que las numerosas tiendas de souvenirs que ocupan las viejas casas de piedra apelen a la modernidad y los neones. Los callejones, plazuelas y arcos que conectan los principales edificios recuerdan aquellas maravillosas décadas de desafíos nobiliarios que, a pie de calle, se tradujo en la construcción de fachadas y palacios desbordantes. Entre los más destacados están el Palazzo Comunale, donde regía el gobierno local, y que destaca por albergar hoy en día un museo que ensalza las características arquitectónicas de un complejo que forma parte de los bienes protegidos por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
Muy cerquita se alza el Duomo, también conocido como Collegiata di Santa Maria Assunta, cuya gran sorpresa está en el interior tras un exterior tosco y descarnado. Y es que en sus muros deslumbran sus frescos, un conjunto de bellísimas creaciones firmadas por artistas como Taddeo di Bartolo, Domenico Ghirlandaio y Lippo Memmi.