La grandeza de lo que un día fue la capital del Imperio jemer permaneció oculta entre la espesa jungla camboyana durante largos años. Tras su descubrimiento, el mundo pudo contemplar cómo una civilización veneraba y honraba a sus dioses y reyes mediante majestuosos templos. La región de Angkor acogió sus sucesivas capitales y los edificios que con cada traslado eran levantados, creando así un microcosmos que hoy deja sin palabras a todos los visitantes declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Alcanzando una extensa área de territorios en Vietnam, Tailandia, Laos y la propia Camboya entre otros, el Imperio jemer, unificado por el rey Jayavarman II a principios del siglo IX, vivió su ocaso a mitad del siglo XV. Desde entonces, las majestuosas ciudades que habían servido como capital fueron abandonadas y la potencia de una naturaleza avivada por las lluvias monzónicas se adueñó de templos, muros, estatuas, pilares y bajorrelieves. Así la encontraron los primeros misioneros europeos que llegaron a Camboya más de cien años después, pero no fue hasta su redescubrimiento por parte de los colonos ingleses que Angkor se hizo un lugar entre las ruinas más exóticas y deseadas del mundo.
Aunque en el siglo XII se implantó el budismo como religión entre la sociedad, desde su nacimiento hasta su desaparición, la cultura jemer estuvo fuertemente influenciada por el hinduismo imperante en la región. Pero uno de los secretos que permitió crecer y alcanzar el apogeo a esta civilización fue el domino del agua. Mediante una ingeniosa red de canales y fosos interconectados entre sí consiguieron controlar el elemento líquido y el poder que éste les otorgaba sobre las cosechas y las inclemencias de una naturaleza a menudo hostil.

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Entre todo el maremágnum de impresionantes monumentos que comprende Angkor, hay algunas visitas imprescindibles que ayudan a comprender la riqueza de esta cultura.
Los primeros rayos de sol empiezan a despuntar, perezosos, entre la vegetación intensa de la selva e imprimen unas tempranas y excepcionales notas de color sobre los muros de Angkor Wat. Las imponentes siluetas de sus cinco torres piramidales quedan magistralmente recortadas en el horizonte, creando una imagen en la que el amanecer parece regodearse unos minutos de más. Rodeado por un enorme foso de agua que precede los muros que lo protegen y acentúa más si cabe el festival de luz y color, Angkor Wat es el único templo que nunca fue abandonado. Centenares de bajorrelieves con motivos históricos, mitológicos y religiosos decoran los muros exteriores y hacen soñar a cualquiera con sus escenas de desfiles y épicas batallas.
Hacia el norte se descubre Angkor Thom, la enorme ciudadela cuyo monumento principal, el templo del Bayón, exhibe una infinita colección de enigmáticas sonrisas en sus bajorrelieves. Dentro de esta ciudad fortificada construida para sustituir a la destruida Angkor Wat, destacan también la Terraza de los Elefantes, un animal fundamental para el Imperio, y la del Rey leproso.

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Más pequeño pero no por ello menos impactante, al este se halla el templo de Ta Prohm. Este antiguo monasterio budista con árboles crecidos literalmente entre y sobre sus muros es la imagen perfecta de como la selva siempre termina reclamando lo que un día le había pertenecido.
Un poco más apartado hacia el noreste, el templo de Banteay Srei sorprende por sus tonos rosas propias de la roca arenisca con la que fue construido. Considerado por muchos como la joya del arte jemer, su situación cerca del Parque Nacional Phnom Kulen constituye otro de sus alicientes.
Un ejemplo de la monumentalidad que caracteriza a todo el conjunto de Angkor son los 910 monumentos que se encuentran documentados. Se necesitan varios días para abastar el enorme complejo, pero existe la posibilidad de visitar los rincones imprescindibles en rutas guiadas de uno o dos días. La ciudad de Siam Reap, tan artificial y caótica como sugerente, se ha convertido en el centro de acogida de los visitantes que llegan a ella buscando alojamiento, guías y más información, algo que se puede encontrar en el Angkor National Museum.