Se puede decir que el río Danubio (Donau, en alemán) aún es joven cuando entra en Austria y, sin embargo, lleva fluyendo por tierras germanas, entre vertientes montañosas que lo abastecen de caudal abundante, casi setecientos kilómetros. Aquel ímpetu inicial de cuando era un sinuoso arroyo por la Selva Negra se ha ido apaciguando de manera que, al llegar a Viena, el Danubio ya es ancho y tranquilo aunque de aguas no tan azules como le atribuye el célebre vals de Johann Strauss.
El barco no es la única opción para recorrer el río. Hay otra muy popular que, cuando el tiempo lo permite, induce a innumerables ciclistas a escoltarlo en sucesivas etapas por los carriles-bici que flanquean sus orillas. El Danubio, que tantos disgustos ha causado con sus desbordamientos a la capital austriaca, conforma en la actualidad un lugar fantástico de esparcimiento. Las playas y márgenes fluviales atraen a numerosos paseantes, aficionados al deporte y excursionistas. El Alte Donau o Danubio Antiguo es un viejo ramal de agua separado del cauce principal y convertido en lago donde operan diversas escuelas de vela y surf. Se trata de un paraje diseñado para alegrar la mirada, rodeado de jardines con restaurantes, bares, zonas de juego para niños, puestos de alquiler de barcas y un islote llamado Gänsehäufel en el que se puede practicar el nudismo. Todo ello sin necesidad de alejarse de la ciudad, que el río divide en dos partes comunicadas gracias a una decena de puentes.
Para proteger el casco urbano vienés de las temibles inundaciones, entre los años 1972 y 1988 fue construido un canal que transcurre en línea paralela al Danubio a su paso por Viena. Los separa la Donauinsel, una lengua estrecha de tierra de 21,1 kilómetros de longitud que acoge todos los años un famoso festival de música al aire libre, el mayor de su género en Europa.
Bratislava, una de las capitales más pequeñas de Europa y también más recientes, pues Eslovaquia se independizó en 1993
A lo largo de la orilla derecha del río discurre una de las calles más largas de Viena. Se trata de la Handelkai, en cuyo muelle, cerca de Mexican Platz, atraca el barco con el que nos disponemos a viajar hasta Budapest. En torno a 280 kilómetros de vía fluvial separan ambas capitales, lo que supone una travesía por aguas tranquilas de unas cinco horas y media de duración. Las travesías por el Danubio constituyen una tradición de siglos que, con el auge del turismo, ha alcanzado un enorme desarrollo en las últimas décadas.
Conforme el barco se aleja corriente abajo, se perfilan sobre los árboles de las dos orillas las construcciones más elevadas de la ciudad que se va quedando atrás: la torre puntiaguda de la catedral de San Esteban, donde se celebró en 1791 el funeral por Mozart; la noria del Prater y la Torre del Danubio (Donauturm), coronada por una esfera giratoria que alberga un restaurante desde el cual se consiguen unas vistas impresionantes.
Y de pronto el silencio, apenas perturbado por el runrún del motor y las conversaciones a media voz de los viajeros. La brisa trae un suave olor campestre hasta la cubierta del barco, que ahora atraviesa el parque nacional de Donau-Auen, en la región de la Baja Austria. De vez en cuando, un puente, una barcaza en dirección contraria, una aldea idílica, una mansión solitaria, un grupo de senderistas que nos saluda desde la orilla...

Después de adelantar a una fila de piragüistas, el barco traza una amplia curva. En la margen izquierda se alza un farallón coronado por el castillo de Devín, emblema de la nación eslovaca. Al pie de la roca, medio oculto por la masa arbórea, entra en el Danubio el agua casi negra de un afluente. Es el Morava, que marca la frontera entre Austria y Eslovaquia. Esta función fronteriza la asume a continuación el Danubio hasta las mismas puertas de Bratislava, una hora después de haber dejado Viena.
El río, turbio y muy transitado, divide en dos Bratislava, una de las capitales más pequeñas de Europa y también más recientes, pues Eslovaquia se independizó en 1993. El Danubio se bifurca y en su margen izquierda nace un ramal llamado Pequeño Danubio, que hasta el siglo XVI fue el cauce principal. Tras más de 100 kilómetros de meandros, desemboca en el río Waag, cuyas aguas vuelven al Danubio. En medio de ambas corrientes se halla la mayor isla fluvial del continente.
Entretanto nuestro barco ha entrado en la verde llanura de Hungría, cuatro de los diez países que el Danubio atraviesa hasta su desembocadura en el mar Negro. Cuando ya hace cuatro horas que zarpamos de Viena, al fondo se avista la esclusa de Gabcikovo, que salva un desnivel de casi 30 metros y nos permite continuar la travesía.
Al declinar la tarde, avistamos en el horizonte, levemente velados por una fina niebla que emana del río, los primeros edificios de Budapest. El Danubio alcanza, al llegar a la capital de Hungría, una anchura de entre 400 y 500 metros. Al contrario que Viena, que parece como escondida o retirada de su río, Budapest se complace en exhibir junto a las aguas del Danubio algunas de sus maravillas arquitectónicas, empezando por el Castillo de Buda que, situado en una elevación, con su cúpula de cardenillo, sus columnas y sus incontables ventanas, parece pasar revista a cada barco que se acerca. El Puente de las Cadenas, con sus leones de piedra, aún cobra mayor encanto al terminar el día, cuando se dibuja en el río su iluminación nocturna. El agua duplica asimismo la fachada blanca y neogótica del Parlamento, uno de los edificios más hermosos de Europa.
Ya antes de atracar en el muelle, sabemos que no hemos llegado a una ciudad cualquiera. Su belleza le ha granjeado el apelativo de Perla del Danubio. No resulta extraño que varios sitios de Budapest hayan sido declarados Patrimonio de la Humanidad, incluyendo, claro está, las Orillas del Danubio.
MÁS INFORMACIÓN
Documentos: dni.
Idiomas: alemán, eslovaco y húngaro.
Moneda: euro en Austria y Eslovaquia; florín húngaro en Hungría.
Cómo llegar y moverse: Varias ciudades espa-ñolas tienen vuelos regulares a Viena y Budapest, origen y final de la ruta por el Danubio. La autopista E75 recorre los 281 km que las separa. Bratislava también cuenta con un aero-puerto internacional. Las tres capitales disponen de una tarjeta turística con descuentos en transportes, museos y atracciones. Los cruceros por el Danubio salen varias veces al día desde Viena y Budapest.