Más allá de Sisí y Mozart

Viena en ocho placeres irresistibles

La capital de Austria es perfecta para escaparse varias veces a lo largo del año, desde un fin de semana hasta pocos días.

Viena es, más que una tarta Sacher, un pastel milhojas. Sus múltiples capas culturales la convierten en una de las ciudades europeas más estimulantes para amantes del arte, la música y... los dulces. Además, la capital de Austria se está renovando con nuevos hoteles, más museos, la peatonalización del casco histórico y propuestas para disfrutar de las tardes de verano. Aquí apuntamos algunas: desayunar en el café Sacher, pasear por Graben, entrar en la catedral, ir tras el legado de Klimt o pasar una velada musical en el palacio de Schönbrunn. 

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iStock-597255694. El corazón de Viena

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Pasear el corazón de Viena

El centro de Viena es fácil de recorrer. Se trata de un ordenado conjunto de calles de edificios señoriales y templos barrocos, con la catedral de San Esteban y la calle Graben (antiguo foso del campamento romano) como eje. Alrededor de este núcleo circula la Ringstrasse, la avenida que sustituyó las viejas murallas a finales del siglo XIX.

A diferencia de otras capitales europea, Viena no tiene calles estrechas, ni siquiera las pocas que formaban el barrio judío medieval lo son. El secreto de tanto espacio está en una planificación pensada a lo grande, con plazas presididas por iglesias, estatuas de emperadores o de escritores, y con edificios de ventanales y portones. Pero la sensación de grandiosa amplitud la ofrece, sobre todo, el conjunto palaciego imperial del Hofburg, que se ha integrado en la vida de Viena con una naturalidad sorprendente. De hecho para los vieneses es habitual cruzar la ciudad a través de pasajes que antiguamente comunicaban dependencias de los emperadores, administrativas o las caballerizas, transformadas ahora en el MuseumsQuartier

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Foto: Ouriel Morgenstzern. Belvedere Museum.

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Pasar un día con Klimt

La obra de Gustav Klimt se halla repartida por tres museos esenciales de Viena: el edificio Vienna Secession, el Museo Leopold y el museo del Palacio Belvedere.

Blanco y coronado por una esfera de 2500 hojas de laurel doradas, el edificio Vienna Secession sorprende por su aspecto más parecido a una mezquita o a un mausoleo que a una galería de arte contemporáneo. Así lo concibió el arquitecto Joseph Maria Olbrich con el apoyo de Gustav Klimt (primer presidente del movimiento Secession) en 1897, cuando Viena era una explosión de creatividad y las nuevas corrientes artísticas necesitaban un espacio donde mostrarse. Aquel proyecto sigue vigente hoy en día desde su localización en la Ringstrasse, a poca distancia de la Ópera y del mercado Naschmarkt. En el piso inferior se expone El friso de Beethoven, una serie de pinturas inspiradas en la 9ª sinfonía que Klimt realizó en 1902 como parte de una exposiciónde homenaje al genial compositor.

El Museo Leopold exhibe una veintena de obras de Gustav Klimt, junto a las de otros artistas de su época tan influyentes en el arte contemporáneo como Egon Schiele (exhibe la mayor colección de este autor), Kokoschka o Koloman Moser. El recinto se halla dentro del MuseumsQuartier (MQ), las antiguas caballerizas imperiales, transformadas ahora en una gran ágora plaza con bancos a modo de chaiselongues, rodeada de centros de arte como el Leopold, el MUMOK (de arte moderno, revestido en basalto gris oscuro), el Centro de Arquitectura de Viena o el Museo infantil Zoom. 

El Palacio Superior del Belvedere merece dejarse para el final. Allí se expone El beso, el más célebre de los cuadros de Klimt. La sensual visión de los dos cuerpos entrelazados, pintados en dorado y brillante rojo, azul deja boquiabierto a todo el que lo contempla. La obra de Schiele también tiene en este museo una representación importante. La visita del Museo Belvedere sirve asimismo para entender la evolución artística desde la Edad Media y el barroco hasta la época de entreguerras y la posguerra. 
Al salir al exterior, un paseo entre jardines desciende hasta el Palacio Inferior, también visitable.

iStock-1200951814. El edificio de Hundertwasser

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Asombrarse con los edificios de Hundertwasser


¿Qué es ese edificio de formas onduladas, irregulares, de pinturas y baldosas de colores, con árboles escapándose de balcones y ventanas? Se trata de una de las obras de Friedensreich Hundertwasser (1928-2000), un artista poco convencional y muy implicado en el movimiento medioambiental que revolucionó el concepto arquitectónico con su filosofía de incorporar la naturaleza en los edificios. 

En Untere Weissgerberstrasse 13, fundó su museo, una antigua fábrica de sillas Thonet que reformó para acoger exposiciones. En la planta baja, un patio con cafetería ofrece una pausa sombreada si el día es caluroso y una sala protegida si llueve. En el último piso, Hundertwaser instaló su vivienda y estudio, una curiosa mezcla de casita de gnomos, con entrepisos como cubiertas de barcos (dedicó buena parte de su vida a navegar por el Pacífico) y una terraza ajardinada que habría transformado en un prado con vacas si el Ayuntamiento no le hubiera denegado el permiso.

A un par de travesías de allí, en Kegelgasse 36-38, se levanta el edificio de viviendas Hundertwasserhaus, su obra más conocida. Aunque no es la única, pues en Nueva Zelanda, donde pidió que le enterraran bajo un árbol, le veneran por sus proyectos arquitectónicos, tapices y diseños, incluida una bandera alternativa que recuerda los dibujos maorís.

iStock-1199679729. El capricho Sacher

Foto: iStock

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Caer en la tentación Sacher

Comer una tarta Sacher en el café Sacher del hotel Sacher es redundantemente delicioso. El pastel de chocolate y capas de mermelada más famoso de Austria tiene su cuna en Viena, en la Philharmoniker Str. 4.

El coqueto saloncito del café, con sus butacas tapizadas de rojo y los cuadros de Sisi colgando de las paredes crean el ambiente ideal para una pausa en el paseo por Viena, aunque primero haya que esperar a la puerta que quede alguna mesa disponible. Además de la célebre tarta, la carta incluye toda la variedad de cafés y platos vieneses.

El café conecta con el restaurante y el hotel, salones privados repletos de mobiliario de inicios del siglo XX, fotografías de personalidades e incluso un mantel con las firmas de políticos, nobles, artistas e intelectuales que la propia señora Sacher bordó.

Si la cola a la puerta nos parece excesiva, basta con caminar hasta cualquiera de los muchos otros cafés ilustres y elegantes del centro de Viena. El Café Central, por ejemplo, o el Demel, ambos con decoración del cambio de siglo y con una deliciosa carta de cafés, con nata, solos, largos, con whisky... y acompañados de las tartas más increíbles.

iStock-1070080994. Tarde entre viñas vienesas

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Catar una tarde entre viñas

Viena y el Danubio ofrecen una de sus mejores vistas desde los viñedos de Nussberg, a apenas 15 minutos en taxi (también se llega en tranvía y autobús) del centro de la ciudad. Este enclave pertenece al distrito 19, Döbling, que abarca una colina de bosques, viñas, senderos por los que realizar largos paseos y pueblos con tabernas tradicionales en las que probar los vinos de Viena y del resto del país. 

Las tardes de verano, la zona se convierte en un punto de encuentro para los vieneses. Las bodegas de la zona instalan mesas entre las viñas donde se puede saborear un vino acompañado de aufstrich, una crema de pimientos, carne o manteca que se unta sobre pan negro o blanco. Cuando el sol se va poniendo, es el momento de bajar andando hasta algunos de los pueblos cercanos. Las tabernas tradicionales son fáciles de encontrar, están señalizadas con una rama de pino y con un farol encendido a la puerta. 

iStock-925934118. Velada musical en Schönbrunn

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Disfrutar de una velada musical en Schönbrunn


A la residencia de veraneo de los Habsburgo se llega en un corto trayecto en tranvía o metro. El recinto es monumental, con un inmenso patio que precede el palacio barroco, rodeado de edificios que servían de cocheras o para el servicio, y de la Orangerie, el enorme invernadero. Detrás se extienden lo que antiguamente había sido el coto de caza y que se transformaron en jardines con estanques jalonados de estatuas y una fuente esculpida; también hay un laberinto, un bosque, pabellones de recreo y el zoológico más antiguo de Austria fundado en 1752. 

La visita al palacio permite pasear por 40 estancias –hay 1441–, decoradas con el recargado gusto imperial. Nada nuevo si se ha estado antes en el Hofburg y el museo Sisí. Sin embargo, las tardes en el Schönbrunn sí que son originales: cena, paseo en trenecito y concierto de ópera en la Orangerie con la Orquesta del Palacio de Schönbrunn. Una degustación del arte que más emociona a los vieneses.
 

iStock-911986510. Noche en la Ópera

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Visitar la Ópera

De los muchos emblemas vieneses, la Ópera Estatal (1869) es uno de los que representan mejor la modernización de la capital austriaca a finales del siglo XIX. El elegante edificio asoma su balconada imperial a la Ringstrasse, el cinturón viario que sustituyó las murallas y permitió la ampliación de la ciudad. Su construcción fue, pues, una decidida apuesta por convertir la nueva zona en un lugar de referencia para la sociedad vienesa.

El tour guiado explica la historia del recinto y entender su importancia en el panorama musical de Europa. Los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial destruyeron buena parte del edificio, pero aún se conserva el vestíbulo y varias salas con la decoración original de muros, techos y escaleras. La visita permite acceder al palco imperial y después sentarse en la platea y admirar la profundidad del escenario mientras el guía detalla el complejo sistema con que se cambian los decorados y se limpia el ambiente en cada entreacto. 

La temporada de ópera y danza empieza en septiembre, pero el momento más esperado por los vieneses es el Baile de la Ópera, cuya próxima edición será el 16 de febrero de 2023. Ese día, la sala de butacas y el escenario se convierten en una sola pieza donde el vals es el protagonista.

Grand Deluxe 2 ©Werner Streitfelder

The Leo Grand

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Dormir "barrocamente"

The Leo Grand es la última incorporación hotelera del centro de Viena. Este hotel boutique de lujo ocupa un edificio del siglo XVII a dos pasos de la catedral de San Esteban. Después de nueve años de reconstrucción, restauración y modernización de las instalaciones, The Grand Leo ofrece 76 habitaciones delicadamente decoradas con un estilo entre el barroco y el kitsch con gusto. Todo parece pensado para que el huésped tarde horas en salir del ascensor, cruzar el pasillo o dejar de contemplar las vistas de la catedral: ventanas tradicionales, vigas de madera originales, techos con molduras y paredes empapeladas con motivos regios se combinan con obras de arte contemporáneo en habitaciones, pasillos, salones y vestíbulo. La experiencia se puede completar en el restaurante del hotel, DOTS, cuya carta ofrece una fusión entre cocina francesa, vienesa y asiática.

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