El paisaje de la comarca más meridional del País Vasco apenas ha cambiado en el último siglo. Las vides, repartidas en pequeños pagos, salpican de forma anárquica un territorio que limita con la sierra de Cantabria al norte y con el Ebro al sur. Y allá donde asoma un collado se ubican pueblecitos que han permanecido impertérritos desde la Edad Media.