
La atractiva capital del Piamonte italiano se halla en un entorno privilegiado, a orillas del río Po y al abrigo de los Alpes. La ciudad se enorgullece de su peso en la historia del país –fue capital de la reunificada Italia en la década de 1860– y presume de tener un pasado señorial que se refleja en palacios barrocos, en la belleza serena de sus plazas, en museos de arte y en cafés modernistas.
Plaza Castello. El antiguo centro medieval es el mejor punto para iniciar la visita, pues la majestuosidad de su arquitectura es un anticipo de lo que la ciudad depara. En la plaza causan admiración dos palacios: el Madama, castillo medieval transformado en palacio barroco; y el Reale, donde residió Víctor Manuel II, primer rey de Italia. Ambos son Patrimonio de la Humanidad junto a otros edificios de los Saboya, la dinastía que gobernó el Piamonte entre los siglos XII y XIX.
Catedral. Justo detrás de la residencia real se alza la catedral de San Giovanni. Es el único edificio renacentista de la ciudad, aunque si por algo es célebre es por albergar la Sábana Santa, el sudario con el que se envolvió a Cristo tras la crucifixión. El original se muestra en contadas ocasiones, pero una fiel réplica se expone en el templo. Los más interesados pueden completar la visita en el Museo della Sidone –a diez minutos por la Via San Domenico–, donde se recopilan secretos y certezas sobre el santo sudario.
Porta Palatina. A escasos minutos de la Catedral se llega a la plaza de Caesare Augusto, donde se erige esta puerta de ladrillo rojo, antigua entrada a la ciudad. Se trata de uno de los vestigios romanos más destacados de los que se conservan de la colonia Augusta Taurinorum (siglo I a.C.).
Plaza Borgo Dora. Muy cerca queda esta explanada que, desde finales de noviembre, acoge el mercado navideño más tradicional de Turín, con pesebres vivientes y paradas de adornos y de gastronomía invernal.
Museo Egipcio. De nuevo hacia el centro de Turín, sorprende encontrar uno de los mejores museos en esta categoría. Inaugurado en 1824 y situado en el Palacio de las Ciencias (Via Academia delle Scienze, 6), su magnífica colección es otro legado atesorado por los Saboya a lo largo de los siglos. Entre sus piezas más preciadas se encuentran la tumba de Kha y su esposa Merit, datada hacia el año 1400 a.C.
Plaza San Carlo. Próxima al museo se abre la que es una de las plazas más vitales de la ciudad. Presidida por las iglesias de San Carlo y de Santa Cristina (siglo XVII), está flanqueada por soportales que dan cobijo a tiendas y cafés como el imprescindible Torino, de estilo art nouveau y lugar de tertulias en el siglo XIX. Porque no se conoce Turín si no se disfruta de una pausa en uno de sus cafés históricos. Además del Torino destaca el cercano Baratti & Milano que, desde su apertura en 1858, fue el proveedor oficial de chocolate de la aristocracia piamontesa. En ambos es recomendable pedir el típico bicerin, una reconfortante bebida a base de café, chocolate y nata.
Via Po. Una característica arquitectónica de Turín son sus calles porticadas: tiene casi veinte kilómetros. Se crearon en el siglo XVII para evitar a la nobleza la incomodidad de la lluvia y del sol. Detrás del Museo Egipcio comienza una de esas calles, la Via Po. Bajo sus soportales se suceden tiendas, confiterías y bares donde beber un vermú, bebida originaria de esta ciudad, o degustar un risotto alla piemontese (con queso y mantequilla).
Mole Antonelliana. El símbolo de Turín es un edificio rematado con una aguja de 167 metros que se erige en la transversal Via Montebello. Proyectado en el siglo XIX como una sinagoga, aloja el Museo Nacional del Cine que propone un recorrido a través de fotografías y escenarios de películas. Vale la pena pagar el suplemento para subir a la terraza en el ascensor acristalado y ver la sensacional vista de la ciudad y del paisaje alpino que la envuelve.
Plaza Vittorio Veneto. La Via Po desemboca en esta plaza donde, del 22 de noviembre al 1 de diciembre, se desarrolla el Cioccolatò, un festival dedicado al chocolate. Turín presume de ser la primera ciudad que convirtió el cacao –entonces se tomaba líquido– en un producto de textura sólida.
Parque Valentino. A pie o en una corta travesía por el Po se llega a este popular parque de Turín, la ciudad italiana con más zonas verdes. Creado en 1856, incluye el Castelo del Valentino (XVII) y el Borgo Medieval, recreación de una aldea del siglo XV, construida para la Exposición Universal de 1884.
Museo del Automóvil. La historia de Turín está vinculada a la industria del automóvil y a la Fabrica Italiana di Automobile di Torino (FIAT), imperio creado en 1899. La línea 1 de metro lleva en 20 minutos a Lingotto, barrio del sur que creció al amparo de esta fábrica. Su museo, hoy renovado, exhibe más de 200 modelos originales.
Basílica de Superga. La visita a Turín debe incluir este edificio emplazado en una colina, al este del núcleo urbano. Aunque hay transporte público hasta la zona, la mejor opción es el tren cremallera Sassi, con vagones originales de 1934, que parte de la plaza Vittorio Veneto. Desde su terraza se disfruta de una panorámica de Turín y de todo el valle del río Po.
PARA SABER MÁS
El aeropuerto de Turín está conectado con el centro por tren y autobús. El tren-hotel Salvador Dalí con destino Milán tiene parada en Turín. La Torino Card permite acceso gratis a museos y transporte.
Turismo de Turín