
Un auténtico tren minero que recrea el antiguo transporte de una industria que acabo desapareciendo lleva hasta las entrañas de una de las cuevas más bellas e interesante que se pueda imaginar. Se trata de la cueva de El Soplao, situada en la comarca cántabra de Saja-Nansa. Un paraíso para espeleólogos, pero apta para todos los públicos ya que su accesibilidad la ha convertido en una de las visitas bajo tierra más populares.
Caprichos de la naturaleza
El hermoso paseo por el subsuelo entre estalactitas y estalagmitas comienza en el tren que conduce a través de galerías y salas hasta el corazón de la cueva. Una vez allí, se inicia el recorrido por el fantástico mundo de las caprichosas formaciones de la cavidad: excéntricas, estalactitas, estalagmitas, coladas, columnas, perlas de las cavernas, dientes de perro… ya que en la cueva hay valiosas muestras de todas ellas. La temperatura en el subsuelo es de unos 12ºC, la humedad muy alta; los colores y los efectos sonoros añaden espectacularidad al recorrido. Para quienes lo deseen, existen rutas más largas que penetran a lugares menos accesibles y que descubren muchísimas más maravillas.
Turismo y ciencia
Situada a unos 60 kilómetros de Torrelavega y a 83 de Santander, El Soplao se halla en un emplazamiento con muchos intereses alrededor como Santillana del Mar, Comillas o San Vicente de la Barquera. El entorno, con los cercanos Picos de Europa, es perfecto para realizar excursiones.
La cueva El Soplao fue descubierta a principios del siglo XX cuando la cavidad era explotada por las minas de La Florida. Está considerada una de las grandes maravillas de la geología y un excepcional patrimonio de arqueología industrial minera, con más de 20 kilómetros de galerías. También hay que tener presente la labor de investigación que se realiza en la cueva, ya que se trata de un yacimiento de la edad cretácica, uno de los más importante de Europa con una antigüedad de 110 millones de años. En El Soplao se han encontrado importantes muestras de ámbar con insectos y otros artrópodos en su interior y ámbar de color azul púrpura en cantidades muy inusuales. Estos hallazgos permiten reconstruir cómo debía ser Cantabria hace millones de años.
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