Una sucesión de penínsulas serpenteadas por bahías y miradores de vértigo, minúsculos islotes cargados de historia y comunidades cuyo aislamiento ha sido refugio de la lengua y las viejas tradiciones gaélicas engarzan el itinerario costero definido más largo del mundo. Su nombre, Wild Atlantic Way, evoca el carácter salvaje de un territorio idealizado por poetas, pintores de distintas épocas y la cámara de un sinfín de cineastas.