Estación de Atocha
Inspirado por la arquitectura de hierro que había visto en la Exposición Universal de París de 1867, el ingeniero francés Henri Saint-James llevó a cabo el proyecto diseñado por Alberto de Palacio y Elissague, colaborador de Gustave Eiffel. Pero antes de que eso ocurriera ya existía una estación en ese mismo lugar, aunque en 1851, fecha en que partió el primer tren de Madrid en dirección a Aranjuez, a aquel edificio se le conocía como el embarcadero de Atocha y no era más que un sencillo local con andenes de madera que más tarde quedaría consumido por un terrible incendió que lo redujo a cenizas. Llegó entonces la construcción de la estación de Atocha, mucho más segura gracias a su estructura de hierro, y se mantendría así hasta que a finales del siglo pasado se procediera a reformarla. De hecho, no solo se remodeló sino que se dividió en dos estaciones, una destinada a los trenes de cercanías y la segunda dirigida únicamente a los trenes de Alta Velocidad Española (AVE) que por aquel entonces comenzaban su andadura por la península.
¿Qué la hace singular?
Más allá de su antigüedad y de ser la estación con más tráfico de pasajeros del país, Atocha destaca y curiosamente no es por los trenes, sino por el gran invernadero que pinta de verde el interior. Inaugurado en 1992, el arquitecto Rafael Moneo transformó el antiguo edificio en un vergel de 4.000 metros cuadrados que alberga más de 7.200 plantas de 260 especies distintas procedentes de los cinco continentes. Además, la selva improvisada fue el hogar de varias tortugas de las galápagos que vivieron allí hasta que en 2018 se decidiera retirarlas y trasladarlas a un centro de recuperación de fauna salvaje después de que muchos pasajeros acosaran a los animales o utilizaran el espacio para abandonar otro tipo de tortugas.